La crianza es una de las experiencias más profundas y significativas que un ser humano puede atravesar. Sin embargo, también es un viaje lleno de retos y aprendizajes que nos enfrentan a nuestros más profundos miedos, expectativas y patrones de comportamiento. En su libro «Ser padres conscientes», Shefali Tsabary ofrece una perspectiva reveladora y profundamente humana sobre lo que significa ser padre. En lugar de centrarse en la disciplina y el control, Tsabary nos invita a reflexionar sobre cómo la crianza puede convertirse en una oportunidad para nuestra propia transformación personal. Este artículo explora a fondo las ideas centrales del libro y cómo cada una de ellas puede aplicarse a la vida cotidiana de las familias que buscan un enfoque más consciente y empático.
El Viaje Interior del Padre y la Madre
Uno de los conceptos más potentes que Tsabary presenta en «Ser padres conscientes» es la idea de que la crianza efectiva comienza con el trabajo interior de los padres. La autora argumenta que los niños no son los únicos que deben crecer; también los padres deben estar dispuestos a enfrentarse a sí mismos, a sus propios temores y a las expectativas que han cultivado sobre lo que significa ser madre o padre.
Muchas veces, sin darnos cuenta, proyectamos en nuestros hijos nuestras propias inseguridades y sueños no cumplidos. Por ejemplo, el padre que insiste en que su hijo sea el mejor en la escuela, puede estar actuando desde un lugar de carencia personal, deseando que su hijo alcance metas que él mismo no logró. Esta clase de expectativas, aunque a menudo nacen del amor, pueden convertirse en una carga emocional para los niños. Al reconocer nuestras propias necesidades y ser conscientes de ellas, podemos evitar proyectarlas en nuestros hijos y, en cambio, permitirles que descubran sus propios intereses y potencial.
En la vida cotidiana, este trabajo interior puede comenzar con momentos de reflexión y autoobservación. Por ejemplo, ante una situación en la que sentimos la necesidad de corregir el comportamiento de nuestro hijo, podría ser útil detenernos por un momento y preguntarnos: «¿Por qué me siento tan molesto? ¿Es realmente su comportamiento lo que me inquieta, o hay algo más en juego, como mi miedo a no ser un buen padre o madre?» Este tipo de preguntas nos ayudan a distinguir entre lo que es una reacción impulsiva y lo que realmente necesita atención en la relación con nuestro hijo.
La importancia de este trabajo interior no puede subestimarse. La crianza consciente no se trata de seguir un conjunto de reglas o de técnicas específicas; es una filosofía que se basa en el autoconocimiento y en la capacidad de los padres de ser vulnerables. Esta vulnerabilidad, que a menudo se considera una debilidad, es en realidad una fortaleza. Nos permite conectar con nuestros hijos desde un lugar más genuino y real, sin las barreras del ego que muchas veces nos impiden ver las necesidades de nuestros hijos con claridad.
Por ejemplo, un padre que ha tenido una infancia marcada por la falta de afecto puede encontrar difícil expresar amor físico a sus hijos. Esta dificultad, si no se aborda, puede llevar a una desconexión emocional. Sin embargo, si el padre reconoce este patrón y trabaja para superarlo, puede aprender a brindar el afecto que sus hijos necesitan, sanando también sus propias heridas en el proceso.
La Crianza Como Transformación Personal
El enfoque de Shefali Tsabary destaca la crianza como una oportunidad para la transformación personal de los padres. Al enfrentar los desafíos diarios de la crianza, los padres se ven obligados a lidiar con emociones como la frustración, el miedo y la ansiedad. Estas emociones, si no son reconocidas y procesadas, pueden convertirse en barreras que impiden una conexión genuina con los hijos.
Tomemos el ejemplo de un niño que se niega a hacer sus tareas escolares. La reacción automática de muchos padres podría ser la de presionar o castigar, ya que temen que el niño se quede atrás en su educación. Sin embargo, desde la perspectiva de la crianza consciente, este es un momento para observar no solo la conducta del niño, sino también la respuesta del padre. ¿Por qué este comportamiento desata tanta ansiedad? ¿Está relacionado con el temor al fracaso? Al explorar estas emociones, los padres no solo logran una mejor comprensión de sí mismos, sino que también aprenden a responder de una manera que fomente la autonomía y la confianza del niño, en lugar de actuar desde el miedo o la urgencia de controlar.
La transformación personal implica también un cambio de perspectiva sobre qué significa el éxito en la crianza. A menudo, los padres miden su éxito en función del comportamiento de sus hijos: si el niño es obediente, exitoso académicamente, o bien adaptado socialmente, entonces consideran que han hecho un buen trabajo. Sin embargo, este enfoque puede ser muy limitante. La crianza consciente nos invita a redefinir el éxito no como la capacidad de nuestros hijos de cumplir con ciertos estándares externos, sino como la capacidad de ser ellos mismos, de expresar su individualidad y de vivir una vida plena y auténtica.
Esto significa que, como padres, debemos estar dispuestos a desaprender muchos de los patrones que hemos heredado de nuestras propias experiencias de crianza. Debemos cuestionar nuestras creencias sobre lo que significa ser un «buen» padre o madre y estar abiertos a nuevas formas de relacionarnos con nuestros hijos. Este proceso de desaprendizaje puede ser desafiante, pero también es profundamente liberador, ya que nos permite liberarnos de las expectativas sociales y conectar con lo que realmente importa: el amor y la conexión.
Conectar en Lugar de Corregir
Otro de los puntos cruciales que Tsabary aborda es la importancia de la conexión emocional por encima de la corrección constante. En nuestra cultura, a menudo estamos enfocados en corregir el comportamiento de nuestros hijos, asegurándonos de que sigan las reglas y actúen de acuerdo a lo que consideramos correcto. Sin embargo, esta corrección constante puede crear una desconexión emocional, haciendo que los niños se sientan incomprendidos o incluso rechazados.
Shefali nos invita a cambiar el enfoque y a priorizar la conexión. Esto significa que, antes de intentar corregir un comportamiento, debemos intentar entender qué está sintiendo el niño y cómo podemos conectarnos con él en ese momento. Por ejemplo, si un niño tiene una rabieta porque no quiere dejar de jugar para ir a dormir, en lugar de simplemente imponer la autoridad, podemos intentar conectar con su experiencia: «Parece que te estás divirtiendo mucho y no quieres que este momento termine. Entiendo que a veces es difícil parar cuando estás pasándola bien». Al validar sus sentimientos, el niño se siente escuchado y comprendido, lo cual crea un espacio emocional seguro desde el cual puede aceptar límites sin sentirse rechazado.
Este enfoque de conexión no significa que los padres deban permitir todo o renunciar a poner límites. Los límites son importantes para el desarrollo de los niños, ya que les brindan una sensación de seguridad y estructura. Sin embargo, la diferencia está en cómo se establecen estos límites. Un límite impuesto desde la desconexión y el enfado puede generar resistencia y resentimiento, mientras que un límite comunicado desde la conexión y la comprensión puede ser aceptado con mayor facilidad.
Imaginemos una situación en la que un niño quiere seguir jugando con sus amigos en el parque, pero es hora de irse a casa. En lugar de decir simplemente «No, ya es hora de irnos», podemos intentar conectar primero: «Veo que te estás divirtiendo mucho y entiendo que no quieras irte. A mí también me cuesta dejar algo cuando lo estoy disfrutando. Sin embargo, es hora de irnos, pero podemos planear volver otro día». De esta manera, el niño se siente comprendido, y aunque el límite sigue estando presente, la conexión emocional facilita la transición.
El Poder del Momento Presente
Una de las enseñanzas más poderosas del libro es la importancia de vivir en el momento presente. Con frecuencia, los padres están tan preocupados por el futuro de sus hijos (su educación, sus hábitos, su desarrollo) que olvidan que la vida sucede ahora mismo, en los pequeños momentos cotidianos. La crianza consciente nos invita a estar plenamente presentes con nuestros hijos, no solo físicamente, sino también emocionalmente.
Imagine una tarde cualquiera, cuando su hijo le pide que juegue con él mientras usted está ocupado con el trabajo o con las tareas del hogar. Es fácil decir «ahora no» y seguir con la rutina. Sin embargo, si nos permitimos pausar por un momento y estar presentes con nuestro hijo, incluso si es solo por unos minutos, estamos enviando un mensaje poderoso: «Tú eres importante para mí». Estos pequeños momentos de conexión son los que construyen una base sólida de confianza y amor incondicional.
El poder del momento presente también se manifiesta en la capacidad de los padres de disfrutar de sus hijos tal como son ahora, sin estar constantemente preocupados por lo que serán en el futuro. A menudo, los padres se pierden los momentos de alegría y descubrimiento de sus hijos porque están demasiado enfocados en prepararlos para el siguiente paso: el siguiente grado escolar, la siguiente actividad extracurricular, el siguiente logro. La crianza consciente nos recuerda que cada etapa de la vida de un niño es única y valiosa, y que estar presentes en esas etapas es uno de los regalos más grandes que podemos darles, y darnos a nosotros mismos.
Además, la práctica del momento presente también tiene un impacto significativo en la calidad de nuestras interacciones. Cuando estamos distraídos o preocupados por el futuro, nuestras respuestas tienden a ser automáticas, y no siempre reflejan nuestra intención de criar con amor y respeto. Sin embargo, al estar plenamente presentes, nuestras respuestas son más auténticas y reflejan mejor nuestros valores como padres. Esto se traduce en relaciones más genuinas y significativas con nuestros hijos, donde cada uno siente que es escuchado y valorado por quien realmente es.
Fomentar la Autenticidad en Nuestros Hijos
Shefali Tsabary también hace hincapié en la importancia de permitir que los niños sean auténticos, de fomentar su verdadera naturaleza sin tratar de ajustarlos a un molde preestablecido. Muchas veces, los padres, por el deseo de proteger a sus hijos o de asegurarse de que encajen en la sociedad, pueden presionarlos para que actúen de cierta manera o para que repriman aspectos de su personalidad que consideran inapropiados.
Por ejemplo, un niño que es particularmente sensible podría ser presionado para «ser más fuerte» o «no llorar tanto». Aunque estas indicaciones pueden tener la intención de proteger al niño de posibles sufrimientos, también le envían el mensaje de que hay algo malo en ser como es. En cambio, Shefali nos invita a aceptar y celebrar la autenticidad de nuestros hijos, incluso cuando esta desafía nuestras expectativas o nos resulta difícil de comprender.
En la práctica, esto podría significar permitir que un niño exprese sus emociones plenamente, sin interrumpir o minimizar sus sentimientos. Al validar sus emociones (“Veo que estás muy triste, y está bien sentirse así”), le estamos enseñando que todas sus emociones son válidas y que no necesita ocultar partes de sí mismo para ser aceptado.
Fomentar la autenticidad también significa permitir que nuestros hijos desarrollen sus propios intereses, incluso cuando estos intereses no coincidan con nuestras expectativas o con lo que consideramos deseable. Por ejemplo, si un niño muestra interés en una actividad poco convencional o en algo que no tiene una aplicación práctica evidente, la crianza consciente nos invita a apoyar ese interés. Al hacerlo, estamos enseñando a nuestros hijos que su valor no está determinado por cuán útiles o productivos sean sus intereses, sino por el hecho de que están siendo fieles a sí mismos.
Otro aspecto importante es enseñar a nuestros hijos que la autenticidad no solo es aceptable, sino que es valiosa. Vivimos en una sociedad donde muchas veces se prioriza la conformidad sobre la individualidad, y donde los niños pueden sentir la presión de encajar y ser como los demás para ser aceptados. Al celebrar su autenticidad, les estamos enseñando que lo que los hace diferentes es lo que los hace especiales, y que siempre pueden encontrar un lugar donde serán aceptados por quienes realmente son.
En la vida diaria, fomentar la autenticidad también significa permitirles tomar decisiones y aceptar las consecuencias de sus acciones, apoyándolos en el proceso de aprender quiénes son y qué es lo que desean. Esto podría incluir permitir que elijan su ropa, aunque no coincida con lo que nosotros elegiríamos, o dejarlos decidir en qué actividades quieren participar, aun cuando no sean las más comunes o las que nosotros imaginábamos para ellos.
Dejar Ir las Expectativas
Uno de los desafíos más grandes para los padres es dejar ir las expectativas que tienen sobre sus hijos. Desde el momento en que un niño nace, muchos padres ya tienen una idea de quién quieren que ese niño sea: cómo se comportará, qué intereses tendrá, qué tipo de vida vivirá. Sin embargo, Shefali Tsabary nos recuerda que nuestros hijos no nos pertenecen; ellos son individuos con sus propios caminos y destinos.
Dejar ir estas expectativas no significa desinteresarse del bienestar de nuestros hijos, sino más bien, aprender a apoyarlos sin condiciones, amarlos por quienes realmente son, no por quienes deseamos que sean. Esto puede ser particularmente desafiante cuando los hijos toman decisiones que no encajan con nuestras ideas. Pero la crianza consciente nos invita a confiar en que cada niño tiene un camino único y valioso, y nuestro papel es acompañarlos, no dirigirlos.
Un ejemplo de esto podría ser cuando un adolescente decide seguir una carrera artística, cuando la familia ha esperado tradicionalmente que sus miembros se dediquen a profesiones más convencionales. En lugar de reaccionar con decepción o intentar cambiar su decisión, la crianza consciente nos invita a apoyar sus pasiones, a confiar en sus elecciones y a estar allí para guiarlos sin imponer nuestros deseos.
Otro aspecto importante de dejar ir las expectativas es aceptar que nuestros hijos tendrán luchas y desafíos, y que estos forman parte de su camino. Como padres, nuestro instinto natural es proteger a nuestros hijos del dolor y del sufrimiento. Sin embargo, Shefali nos recuerda que el dolor es una parte inevitable de la vida y que, al permitir que nuestros hijos enfrenten sus propios desafíos, les estamos dando la oportunidad de crecer y desarrollar resiliencia. En lugar de tratar de evitar que sufran, podemos estar allí para apoyarles y guiarles a través de sus dificultades, confiando en su capacidad para superarlas.
También es esencial recordar que cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo. Comparar a nuestros hijos con otros, o compararlos con nuestras propias expectativas, puede ser perjudicial para su autoestima y su sentido de valía personal. La crianza consciente nos invita a respetar el ritmo único de cada niño y a reconocer que no hay un único camino hacia el éxito o la felicidad. Cada niño tiene sus propios tiempos y maneras de aprender, crecer y evolucionar, y como padres, nuestro papel es brindar el apoyo y el amor necesarios para que puedan florecer a su propio ritmo.
El Amor Incondicional Como Base de la Crianza
El concepto del amor incondicional es uno de los pilares fundamentales del enfoque de Shefali Tsabary. Este tipo de amor va más allá de los logros, el comportamiento o las expectativas. Es un amor que dice: «Te amo tal como eres, sin importar lo que hagas o no hagas». Aunque muchos padres creen que aman incondicionalmente a sus hijos, a menudo el amor viene con condiciones implícitas, como la obediencia o el rendimiento.
Amar incondicionalmente significa aceptar a nuestros hijos en sus momentos más difíciles, cuando no cumplen con nuestras expectativas, cuando cometen errores o cuando desafían nuestras reglas. En esos momentos, el niño necesita más que nunca sentir que el amor de sus padres no está en riesgo. Este amor incondicional no solo fortalece el vínculo entre padres e hijos, sino que también les da a los niños la confianza para ser quienes son y explorar el mundo sin miedo al rechazo.
El amor incondicional también implica una aceptación profunda de la individualidad de nuestros hijos. Significa reconocer que cada niño es diferente, con sus propias fortalezas, debilidades, intereses y desafíos. En lugar de intentar que se ajusten a un ideal o compararlos con otros, la crianza consciente nos invita a ver a nuestros hijos como seres únicos y valiosos tal como son. Esta aceptación no solo beneficia a los niños, sino que también libera a los padres de la presión de tener que «moldear» a sus hijos para que cumplan con ciertos estándares.
Es importante destacar que el amor incondicional no significa dejar de poner límites o permitir cualquier comportamiento. Significa que, incluso cuando corregimos o establecemos límites, nuestros hijos deben sentir que nuestro amor por ellos no cambia. Por ejemplo, si un niño se comporta de manera irrespetuosa, podemos corregir ese comportamiento de una manera firme pero amorosa, dejando claro que, aunque el comportamiento no es aceptable, el niño sigue siendo profundamente amado. Esta distinción es clave para que los niños aprendan a diferenciar entre sus acciones y su valor como personas.
La Crianza Consciente en la Práctica Diaria
Para muchos padres, la pregunta inmediata es: “¿Cómo aplico todo esto en mi día a día?” La crianza consciente no es un destino, sino un proceso continuo de aprendizaje y crecimiento. Significa estar dispuesto a equivocarse, a reflexionar y a hacer cambios. Algunas formas en las que podemos empezar a practicar la crianza consciente incluyen:
- Tomarse un momento para respirar antes de reaccionar: Cuando los niños desafían nuestra paciencia, la reacción inmediata suele ser el enfado o la disciplina. Pausar y tomar una respiración profunda puede ayudarnos a responder de manera más reflexiva y menos reactiva.
- Escuchar sin juzgar: A menudo, los niños solo necesitan ser escuchados. Practicar la escucha activa, sin interrumpir ni juzgar, les ayuda a sentirse valorados y comprendidos.
- Reflejar los sentimientos del niño: En lugar de ofrecer soluciones rápidamente, intentar reflejar lo que el niño está sintiendo. Frases como «Parece que estás realmente frustrado por esto» pueden ayudar a validar sus emociones y abrir un espacio para la conexión.
- Practicar la autocompasión: Ser padres conscientes también implica ser compasivos con nosotros mismos. Hablárs de nuestros errores y aprender de ellos, sin castigarnos cuando no hacemos las cosas perfectamente.
- Establecer rituales de conexión: Crear rituales diarios o semanales que permitan momentos de conexión sin distracciones. Esto puede ser tan simple como dedicar 15 minutos cada noche para hablar con cada hijo sobre su día, o tener una noche de juegos en familia cada semana. Estos rituales ayudan a fortalecer el vínculo y a mostrar a los niños que siempre hay tiempo para ellos.
- Reconocer y expresar gratitud: La gratitud es una poderosa herramienta para cultivar una perspectiva positiva y fortalecer las relaciones. Tomarse el tiempo para expresar gratitud hacia nuestros hijos, no solo por lo que hacen sino por quienes son, puede ayudar a crear un ambiente de amor y aceptación en el hogar.
- Aceptar los errores como parte del aprendizaje: Tanto los padres como los hijos cometerán errores. Es esencial ver esos errores como oportunidades de aprendizaje y no como fallas que deben ser castigadas. Cuando un niño comete un error, podemos ayudarlo a reflexionar sobre lo sucedido y buscar juntos una solución, enseñándole así que los errores son una parte natural de la vida y que siempre hay una oportunidad para aprender y crecer.
Además, la crianza consciente también implica aprender a regular nuestras propias emociones antes de intentar manejar las emociones de nuestros hijos. Si nos sentimos abrumados o frustrados, es importante encontrar maneras de calmar nuestra mente y cuerpo, ya sea a través de la respiración profunda, la meditación o simplemente tomándonos un momento para nosotros mismos. Al aprender a autorregularnos, damos un ejemplo poderoso a nuestros hijos sobre cómo manejar situaciones difíciles de una manera saludable.
Conclusión: Un Camino de Transformación Mutua
«Ser padres conscientes» es más que un libro sobre crianza; es una invitación a transformar nuestra manera de vivir y de relacionarnos con nuestros hijos. Nos desafía a mirar más allá de las técnicas de disciplina y a profundizar en nuestro propio proceso de crecimiento personal. La crianza, al fin y al cabo, no se trata solo de guiar a nuestros hijos, sino también de dejarnos guiar por ellos, de aprender juntos y de crecer como seres humanos.
Cada niño es un espejo que refleja nuestras fortalezas, nuestros miedos y nuestras sombras. Al aceptar esta oportunidad de autodescubrimiento, podemos convertirnos en padres más conscientes, más presentes y más conectados. Y, al hacerlo, no solo ayudamos a nuestros hijos a convertirse en las mejores versiones de sí mismos, sino que también nos permitimos a nosotros mismos ser la mejor versión de quienes somos.
Así que, te invito a tomar un momento, a mirar a tus hijos con ojos nuevos, y a reconocer que la crianza consciente es un camino de transformación mutua. Un camino lleno de retos, sí, pero también de una profunda belleza y significado. Porque, al final del día, ser padres conscientes no es solo una manera de criar a los hijos, es una manera de vivir.