Introducción
El entorno económico juega un papel crucial en la planificación estratégica de las organizaciones, especialmente en contextos dinámicos como el de Guatemala y el mundo post-pandemia. Este análisis económico examina el desempeño global y local entre 2019 y 2024, con un enfoque en factores clave como crecimiento del PIB, inflación, comercio, empleo e inversión, además de perspectivas a cinco años que abarcan hasta 2029. Se incluye un análisis específico de la industria del plástico y su relación con el petróleo, dado su impacto en sectores manufactureros y de consumo. El objetivo es proporcionar una herramienta integral para empresas en Guatemala que necesiten comprender su contexto externo, ya sea para certificaciones como ISO 9001 (gestión de calidad) o FSSC 22000 (seguridad alimentaria), o para decisiones estratégicas. Este documento ofrece datos históricos, tendencias actuales y proyecciones que permiten identificar riesgos y oportunidades, sirviendo como un recurso adaptable para quienes operan en este entorno económico.
Disclaimer
Este análisis se basa en datos y proyecciones disponibles hasta octubre de 2024, recopilados de fuentes públicas y organismos internacionales. Los escenarios económicos descritos reflejan tendencias observadas hasta esa fecha, pero están sujetos a cambios por eventos imprevistos como conflictos geopolíticos, desastres naturales o shifts en políticas globales. No pretende ser una asesoría financiera ni un pronóstico definitivo, sino una guía para entender el contexto económico de Guatemala y el mundo. Las organizaciones que lo utilicen para certificaciones como ISO 9001 o FSSC 22000 deben complementarlo con información interna y actualizarlo según sus necesidades específicas y el momento de aplicación. El uso de este material es responsabilidad de quien lo adopte, y se recomienda verificar los datos con fuentes locales actualizadas.
Análisis Económico Global y de Guatemala (2019-2024) con Perspectivas a 5 Años
Panorama Económico Global (últimos 5 años)
Crecimiento y PIB: La economía mundial pasó de una expansión moderada antes de la pandemia a una fuerte contracción en 2020, seguida de un rebote en 2021. El PIB global cayó alrededor de -3% en 2020 por el impacto del COVID-19, pero repuntó más de 6% en 2021 [1]. En 2022 la recuperación continuó a un ritmo más normal (crecimiento global de ~3.4% [2]), y para 2023 se estima una desaceleración hacia el 3% [2]. Las regiones mostraron patrones diferentes:
- Estados Unidos: Tras crecer 2.3% en 2019, su PIB se contrajo ~3.5% en 2020, luego rebotó ~5.7% en 2021 [3] gracias al estímulo fiscal/monetario, y mantuvo crecimiento moderado de ~2% en 2022-2023 [3]. El mercado laboral se recuperó rápidamente, llevando el desempleo a mínimos de cinco décadas (3.5% en 2023). Sin embargo, la rápida recuperación trajo inflación: la inflación anual en EE.UU. pasó de ~1.8% en 2019 a un pico de 9.1% a mediados de 2022, su nivel más alto en 40 años. Para marzo 2023 bajó a 5% anual [2] gracias al ajuste monetario, pero aún por encima de la meta del 2%. La Fed reaccionó subiendo agresivamente la tasa de interés objetivo desde casi 0% (nivel de 2020-2021) a más de 5% en 2023, enfriando la demanda para contener precios. Estas tasas altas comenzaron a enfriar sectores sensibles (como vivienda e inversión), y se proyecta que el crecimiento de EE.UU. se modere a cerca de 1% en 2024 [1].
- Zona del Euro: Entró a la pandemia con bajo crecimiento (PIB +1.5% en 2019), luego sufrió una contracción severa de -6.1% en 2020 [3] debido a confinamientos. Rebotó con +5.9% en 2021 [3], pero en 2022-2023 su crecimiento perdió fuerza (3.4% en 2022 y apenas 0.5% en 2023) [3], afectado por la crisis energética. El shock más grande vino de la guerra en Ucrania: el corte de gas ruso y los precios récord de la energía empujaron la inflación europea a máximos de décadas (el IPC de la eurozona alcanzó 10.6% en octubre 2022, desde niveles inferiores al 2% pre-pandemia) [4]. El Banco Central Europeo, que hasta 2021 mantenía tasas negativas, elevó su tasa de referencia a ~4% en 2023 para frenar la inflación. Estas condiciones han erosionado la confianza y enfriado la economía europea [1], con algunas economías grandes (Alemania, Italia) coqueteando con la recesión a fines de 2022 e inicios de 2023. No obstante, el desempleo europeo bajó a mínimos históricos (6.5%) a finales de 2022 gracias al rebote pospandemia, reflejando mercados laborales más rígidos. Se espera que Europa tenga crecimiento débil en el corto plazo (alrededor de 0.7% en 2024, según estimaciones) antes de una leve mejora hacia ~1.5% anual en el mediano plazo conforme se normaliza el abastecimiento energético.
- América Latina: Llegó a 2020 con bajo dinamismo (crecimiento regional de solo +0.8% en 2019) [5], luego sufrió una de las peores caídas por la pandemia (-6.6% en 2020) [5] dado el impacto en servicios, turismo y la informalidad laboral. El rebote de 2021 fue vigoroso (+7.2%) [5] por reapertura y altos precios de materias primas, pero en 2022-2023 la región volvió a una senda de bajo crecimiento (estimado 2.2% en 2023) [5]. La recuperación ha sido heterogénea: economías suramericanas exportadoras de commodities (ej. Perú, Chile) se beneficiaron de altos precios mineros en 2021, mientras otras con sectores de servicios grandes se recuperaron más lento. Inflación: La región enfrentó fuerte alza inflacionaria en 2021-2022 (promedio regional ~8.5% en 2022) [6]. Varios bancos centrales latinoamericanos respondieron temprano con alzas de tasas en 2021 (Brasil, México, Chile elevaron tasas a niveles de dos dígitos en 2022), logrando que la inflación comenzara a ceder en 2023. Aun así, casos extremos como Argentina (inflación >100%) desvían el promedio. En 2023 la mayoría de países logró frenar la inflación y algunas autoridades monetarias iniciaron recortes de tasas hacia finales de 2023, equilibrando la necesidad de apoyar el crecimiento. Empleo: La tasa de desempleo urbana en Latam subió a ~10-12% en 2020, pero ha bajado cerca de 7-8% en 2023 con la recuperación. Sin embargo, persisten altos niveles de informalidad y lento crecimiento de empleos formales bien remunerados, limitando mejoras sociales.
- Asia emergente: Fue la región más resiliente durante la pandemia. China, la segunda mayor economía mundial, logró evitar la recesión en 2020 (+2.2% PIB) gracias a estímulos e industria exportadora, mientras otras economías asiáticas (India, ASEAN) sí cayeron ese año. En 2021, Asia emergente creció en conjunto 6.5% [6] impulsada por China (+8.4%) e India (+9.1%), pero en 2022 su expansión se moderó a ~3.9% [6] afectada por nuevos confinamientos en China y la desaceleración global. China en particular vio desacelerar su crecimiento a solo 3% en 2022 por las restricciones de COVID y una crisis en el sector inmobiliario. En 2023, con la reapertura de China, Asia emergente volvió a liderar el crecimiento global: el FMI estima ~5.0% de expansión regional en 2023 [6], contribuyendo ~70% del crecimiento mundial [6]. La inflación en Asia ha sido más moderada que en Occidente (ej., China ~2% en 2022), aunque economías como India vieron inflación en 2022 (6-7%) que fue controlada vía política monetaria. Muchas economías asiáticas se beneficiaron de la rápida recuperación de la demanda de manufacturas y tecnología a nivel global, elevando exportaciones. Inversión extranjera: Asia emergente siguió atrayendo la mayor parte de IED hacia economías en desarrollo, con flujos robustos a sectores manufactureros y tecnológicos, lo que apuntaló la inversión pese a la incertidumbre global.
- Otras economías emergentes: En conjunto, los mercados emergentes y en desarrollo crecieron ~3.7% en 2022 [1], pero con grandes variaciones. Los exportadores de petróleo y materias primas (ej. Medio Oriente y África) disfrutaron de un auge en 2022 gracias a los precios elevados: el crecimiento en Oriente Medio y Asia Central fue ~5% en 2022, y en África Subsahariana ~3.9%. Por contra, países dependientes de importaciones de energía/alimentos enfrentaron balances más complicados (ej. Turquía y Egipto vieron saltos inflacionarios, crisis cambiarias locales y desaceleración).
Comercio internacional: El comercio mundial de bienes se desplomó en 2020 (-5.2% en volumen), se recuperó fuertemente en 2021, pero en 2022 su crecimiento real fue modesto (~2-3%) debido a disrupciones logísticas y la guerra en Ucrania. Estados Unidos y muchos emergentes ampliaron déficits comerciales con la reactivación (EE.UU. registró un déficit comercial de mercancías récord cercano a $1.2 billones en 2022), mientras que países exportadores de commodities tuvieron balanzas más favorables por altos términos de intercambio. En la eurozona, el shock energético revirtió su tradicional superávit externo a déficit en 2022 [1].
Flujos de inversión extranjera: La IED global mostró mucha volatilidad: cayó 35% en 2020 (a ~$1 billón) por la pandemia [7], luego creció 64% en 2021 hasta $1.58 billones (nivel superior al pre-Covid) [7], pero volvió a bajar ~12% en 2022, a ~$1.3 billones [7], en medio de la incertidumbre bélica y las altas tasas de interés. Este retroceso en 2022 se concentró en economías desarrolladas, mientras que en países en desarrollo la IED cayó ~7% [7]. Las tendencias recientes muestran cautela de inversionistas ante el aumento en costos de financiamiento y los riesgos geopolíticos.
Impacto de eventos globales recientes en la economía
Conflictos geopolíticos (guerra en Ucrania): La invasión rusa a Ucrania (febrero 2022) desestabilizó la economía global al disparar los precios de la energía y alimentos. Europa sufrió especialmente por su dependencia del gas ruso – la factura energética elevó la inflación europea a máximos históricos (10%+ en 2022) [4] y redujo el crecimiento de la eurozona a solo 0.5% proyectado en 2023 [1]. A nivel global, el petróleo Brent superó los $120/barril tras el inicio de la guerra, y los precios internacionales de granos como trigo y maíz subieron más de 20-30%, encareciendo las importaciones para muchos países en desarrollo. Además, las sanciones económicas contra Rusia y la interrupción de exportaciones ucranianas generaron tensiones en cadenas de suministro (escasez de fertilizantes, metales, etc.). Otros focos geopolíticos (ej. tensiones entre EE.UU. y China en comercio/tecnología, conflictos en Oriente Medio) también han elevado la incertidumbre y fragmentación económica global [2]. El riesgo geoeconómico ha aumentado: el FMI advierte que la fragmentación en bloques podría costar hasta un 7% del PIB global a largo plazo por pérdida de eficiencia y comercio [2].
Políticas monetarias de la Fed y el BCE: Tras años de dinero barato, 2022 marcó un giro histórico. La Reserva Federal de EE.UU. elevó su tasa de fondos federales desde 0-0.25% (marzo 2022) a más de 5% en 2023, el ciclo de alzas más rápido en décadas, buscando frenar una inflación doméstica que llegó a 40 años de máximo [2]. En paralelo, el Banco Central Europeo subió su tasa de depósito de -0.5% a 4% en poco más de un año. Este endurecimiento monetario sincronizado en economías avanzadas enfrió la demanda interna (especialmente en bienes durables e inversión residencial) y elevó los costos de crédito globalmente. Para mercados emergentes, implicó salida de capitales y depreciación cambiaria en 2022 (el dólar alcanzó su nivel más alto en 20 años, encareciendo importaciones y deudas denominadas en dólares). Muchos bancos centrales emergentes habían actuado preemptivamente en 2021, lo que les ayudó a capear la volatilidad, pero aun así países con fundamentos débiles sintieron presión: algunas naciones de renta baja enfrentaron problemas de deuda y acceso a financiamiento (ej. Sri Lanka entró en default en 2022). A finales de 2023, con la inflación empezando a ceder, el ritmo de alzas se frenó; incluso se debate posibles recortes de tasas en EE.UU. para 2024 si la inflación converge a la meta. No obstante, las condiciones crediticias más estrictas persistirán y han enfriado sectores como bienes raíces y tecnología (valuaciones más bajas), a la vez que reducen la liquidez global que impulsó los mercados en años previos.
Avances tecnológicos (Inteligencia Artificial y otros): La pandemia aceleró la digitalización (teletrabajo, comercio electrónico, automatización), y recientemente la irrupción de la IA generativa (ej. ChatGPT lanzado en 2022) ha creado expectativas de cambios profundos en la productividad. Estudios preliminares sugieren que la adopción de IA podría elevar el crecimiento de la productividad laboral mundial en 0.1 a 0.6 puntos porcentuales adicionales por año hasta 2040, dependiendo del ritmo de adopción [8]. En términos acumulativos, se proyecta que la IA podría agregar hasta un 14% al PIB global para 2030 (equivalente a casi $15 billones) [9] mediante mejoras en eficiencia, automatización de tareas repetitivas y creación de nuevos productos/servicios. A corto plazo (próximos 5 años), los efectos de la IA serán graduales pero ya visibles en sectores como las finanzas, manufactura y servicios profesionales – las empresas están invirtiendo en soluciones de IA para reducir costos y optimizar procesos. Sin embargo, también surge incertidumbre sobre el impacto en el empleo: si bien la IA puede desplazar ciertos trabajos, también crea demanda de nuevas habilidades y podría aumentar la producción total, generando empleos complementarios. En agregado, los avances tecnológicos siguen siendo un factor estructural que impulsa el crecimiento potencial global (por ejemplo, la rápida adopción del comercio digital sumó cerca de 2 puntos al comercio minorista en economías avanzadas durante la pandemia). Los países que lideran en innovación tecnológica (EE.UU., China) podrían ver mayores ganancias de productividad, ampliando brechas con economías de adopción más lenta. No obstante, también plantean desafíos de adaptación de la fuerza laboral y regulación (privacidad, seguridad, etc.), cuyo manejo apropiado determinará cuánto del potencial económico de tecnologías como la IA se materializa efectivamente en la próxima quinquenio.
Perspectivas económicas globales (próximos 5 años)
A mediano plazo, los pronósticos apuntan a una desaceleración persistente del crecimiento global respecto a la tendencia pre-pandemia. El FMI advierte que el crecimiento mundial rondaría solo ~3% hacia 2028, el nivel más bajo en más de 30 años [2], debido al envejecimiento poblacional, menor dinamismo de China y la fragmentación geopolítica. Para 2024, el consenso espera un crecimiento global cercano a 2.9-3.0% [2], similar a 2023, con una leve mejora en 2025 si las condiciones financieras se suavizan. Se prevé que EE.UU. evite una recesión profunda y logre un aterrizaje suave: el FMI pronostica ~1.5% anual 2024-2025, apoyado en consumo resiliente y eventualmente recortes de tasas. La Eurozona probablemente crezca <1% en 2024 (arrastrada por Alemania e Italia débiles), para luego rebotar ligeramente sobre 2025-2026 hacia ~1.5% conforme se alivian las presiones energéticas. China enfrenta un menor crecimiento estructural (alrededor de 4-5% anual proyectado) en los próximos años por su transición económica y problemas inmobiliarios; en cambio, India y el sudeste asiático podrían mantener tasas robustas (5-6% anual) siendo motores importantes. América Latina continuará con crecimiento modesto, aunque podría repuntar ligeramente hacia 2025: el Banco Mundial proyecta ~2.5% anual en 2025-26 para Latinoamérica [10], en parte si Argentina sale de la recesión. La región seguirá lidiando con restricciones estructurales (baja inversión, incertidumbre política), por lo que seguirá rezagada frente a otros emergentes [5]. En cuanto a inflación global, la expectativa es de convergencia gradual hacia las metas de los bancos centrales en 2024-2025, gracias a las políticas monetarias contractivas y la estabilización de precios de commodities. La inflación promedio en economías avanzadas podría bajar a ~2-3% en 2024 (desde ~7% en 2022), mientras en emergentes bajaría de ~9% en 2022 a ~5% en 2024 [11], aunque aún por encima de objetivos en algunos casos. Esto abriría espacio para que los bancos centrales empiecen a recortar tasas a partir de 2024 (de hecho, se anticipa que varios en Latinoamérica retomen estímulos en 2024-2025 [10] tras haberlas mantenido altas). Los riesgos a la baja en el horizonte incluyen: una posible recesión en EE.UU. si la Fed mantiene tasas altas más tiempo de lo esperado, una recuperación más débil de China (afectando la demanda global de commodities), o una intensificación de conflictos (que vuelva a encarecer energía). Por otro lado, factores positivos podrían ser avances tecnológicos más rápidos que impulsen la productividad, o una disipación más veloz de la inflación que permita flexibilizar políticas monetarias antes de lo previsto. En síntesis, el mundo parece encaminado a un lustro de crecimiento moderado, por debajo del promedio histórico (3.5-4% anual de décadas pasadas), con inflación bajo control pero con grandes diferencias regionales: Asia emergente seguirá a la cabeza en expansión, mientras economías avanzadas y Latinoamérica navegarán con tasas modestas. Las políticas deberán enfocarse en impulsar la inversión y productividad para elevar el crecimiento potencial, a la vez de manejar prudentemente los riesgos financieros en un entorno post-crisis más incierto.
Economía de Guatemala y Centroamérica (2019-2024)
Crecimiento y PIB: Guatemala mostró un desempeño económico relativamente resiliente en los últimos cinco años. Antes de la pandemia, el PIB crecía en torno a 3-4% anual (3.9% en 2019). En 2020, la contracción por COVID-19 fue de apenas -1.8%, mucho menor que el promedio latinoamericano (-7%) [5][3]. Este impacto acotado se debió en parte a confinamientos menos estrictos y a la importancia de sectores como agricultura y remesas. En 2021, Guatemala tuvo una fuerte recuperación: el PIB creció 8.0% [3], uno de los repuntes más altos de la región, impulsado por la demanda interna y la exportación, además de un efecto rebote estadístico. Para 2022, el crecimiento se moderó a 4.1% [5], aún robusto y por encima del promedio latinoamericano (3.9%). Según el Banco Mundial, Guatemala mantuvo un crecimiento promedio de 3.2% anual entre 2014 y 2023, superior al promedio de América Latina [10]. Estas cifras evidencian su estabilidad macroeconómica. Otras economías centroamericanas también crecieron en 2021-2022: por ejemplo, Panamá (tras la caída de -17% en 2020) rebotó +15% en 2021 y +10% en 2022 gracias al Canal y la logística; El Salvador, Honduras y Costa Rica crecieron ~10% en 2021 acumulado, luego ~3-5% en 2022. En conjunto, Centroamérica creció 3.7% en 2022 and 3.0% en 2023 según estimaciones [1], apoyada en la sólida demanda interna (en particular consumo privado) y las remesas familiares récord hacia el llamado Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador, Honduras) [1].
Inflación: Guatemala históricamente ha mantenido inflación moderada (alrededor de la meta de 4%±1). De 2015 a 2019 la inflación promedió ~3-4% anual [12]. Durante 2020, la recesión redujo la inflación a 3.2%. Sin embargo, en 2021 empezó a repuntar a 4.3% y en 2022 se aceleró marcadamente: la inflación promedio alcanzó 6.9% en 2022 [5], superando el techo del rango meta. Este salto obedeció al encarecimiento de alimentos e importados (combustibles, materias primas) tras la disrupción global. Fue la inflación más alta en Guatemala en ~14 años. En respuesta, el Banco de Guatemala adoptó una política monetaria restrictiva: entre mayo y diciembre de 2022 subió la tasa líder de 1.75% a 3.75% [13], iniciando el retiro del estímulo. Pese a ello, la transmisión a tasas bancarias fue lenta y las tasas reales siguieron negativas en 2022 [13], reflejando liquidez abundante. En 2023, la inflación empezó a ceder: a agosto 2024 se moderó a 3.07% anual, ya dentro de la meta [14], gracias a la disipación de choques en alimentos y la caída de precios de combustibles. La tasa de política monetaria alcanzó un pico de 5% en 2023 y luego el Banco Central inició recortes (bajándola a 4.75% en sept. 2024) ante la mejora inflacionaria [14]. Esto señala un retorno a la normalidad de precios. Para Centroamérica en general, la inflación también subió en 2022 (ej. Costa Rica superó 8%, Honduras ~10%), pero hacia 2023-2024 ha regresado cerca de rangos meta, permitiendo a varios bancos centrales considerar bajar tasas en 2024.
Balanza comercial: Guatemala tradicionalmente importa más de lo que exporta, registrando déficits comerciales crónicos. En 2019 el déficit de bienes era ~$8.7 mil millones (11.3% del PIB) [15]. Durante 2020, la contracción de la demanda redujo las importaciones y el déficit bajó a $6.64 mil millones (8.6% PIB) [15]. Sin embargo, con la reactivación, el desbalance externo se amplió rápidamente: en 2021 el déficit comercial saltó a $12.88 mil millones (14.9% PIB) [15] y en 2022 alcanzó $16.42 mil millones, equivalente al 17.2% del PIB [15]. Este fuerte deterioro en 2021-2022 se debe al aumento de las importaciones, tanto en volumen por la recuperación del consumo/inversión, como en precio por el encarecimiento de combustibles y materias primas. Las importaciones totales de Guatemala subieron ~22% en 2022, destacando el alza en la factura petrolera. Las exportaciones también crecieron (Guatemala exporta principalmente productos agrícolas como banano, café, azúcar, cardamomo, y manufacturas ligeras, así como servicios), pero a un ritmo menor que las importaciones. Como resultado, la balanza comercial 2022 empeoró respecto a 2021 [15]. No obstante, las remesas familiares compensan gran parte de este déficit de bienes. Guatemala recibió remesas por valor equivalente al 19% del PIB en 2023 (aprox. US$19 mil millones) [10], una de las cifras más altas del mundo relativo al tamaño de su economía. Estas remesas (provenientes principalmente de trabajadores en EE.UU.) han crecido aceleradamente en los últimos años – tras una breve caída al inicio de 2020, repuntaron ~35% en 2021 y siguieron en niveles récord en 2022-2023 – lo que permitió que la cuenta corriente global del país estuviera cerca del equilibrio o incluso en ligero superávit a pesar del gran déficit comercial. Para Centroamérica en general, 2022 también trajo déficits externos elevados donde las importaciones (especialmente de petróleo, alimentos y bienes durables) superaron las exportaciones, pero países muy orientados a exportación de servicios como Panamá y Costa Rica manejan mejor su balanza vía ingresos por turismo, logística y outsourcing.
Empleo y sector social: La tasa oficial de desempleo abierto en Guatemala es baja (2.2% en 2021; 1.3% en 2022, según encuestas) [1], pero esta cifra tan baja es engañosa debido a la prevalencia de la informalidad. Alrededor del 71% de la población ocupada trabaja en el sector informal [10] (muchos en subsistencia, comercio informal, agricultura de autoconsumo), lo que significa que el subempleo y la baja productividad laboral son problemas serios. La pandemia inicialmente destruyó empleos (el desempleo urbano subió en 2020), pero la mayoría fueron trabajos informales que se reactivaron en 2021. Aunque el empleo total se recuperó a niveles pre-pandemia rápidamente, la calidad del empleo sigue siendo un desafío. Esto se refleja en los indicadores de pobreza: en 2023 se estima que el 55% de los guatemaltecos vive en pobreza [10], prácticamente sin mejora frente a años anteriores, evidenciando que el crecimiento económico no se ha traducido en suficiente inclusión. Problemas estructurales – como baja escolaridad, alta desnutrición (Guatemala tiene una de las tasas de desnutrición crónica infantil más altas del mundo, con tasas de retraso en el crecimiento mayores al 50% en poblaciones indígenas) [10] – limitan la capacidad de muchas personas de acceder a empleos formales bien remunerados. Otros países centroamericanos presentan dinámicas similares de alta informalidad y lento progreso social, aunque Costa Rica es una excepción parcial con mejor desarrollo humano y un 46% de informalidad (menor que el resto).
Inversión extranjera y finanzas públicas: La Inversión Extranjera Directa (IED) en Guatemala ha sido modesta. En 2021 hubo un dato excepcional: la IED neta superó US$3.6 mil millones [3], un alza de +261% respecto a 2020, debido principalmente a la compra de la telefónica local (Tigo Guatemala) por inversores extranjeros por ~US$2,200 millones [16]. Excluyendo ese evento único, los flujos normales de IED rondan 1% del PIB por año (unos US$1,000-1,500 millones) [3], concentrados en industrias como manufactura ligera, servicios y algunas actividades extractivas. En 2022, tras el efecto Tigo, la IED bajó ~60% a US$1.45 mil millones [3], regresando a su nivel típico (cerca de 1% del PIB, similar al promedio 2018-2020) [17]. Esto indica que Guatemala, a pesar de su estabilidad macro, atrae menos inversión extranjera que pares de la región (Costa Rica suele atraer ~4% del PIB en IED, El Salvador ~2% del PIB). Factores como la incertidumbre jurídica, infraestructuras limitadas y capital humano poco calificado restringen mayores flujos inversores. Las finanzas públicas guatemaltecas son relativamente sólidas: el gobierno mantuvo déficits fiscales moderados incluso durante la pandemia (el déficit llegó a 4.9% del PIB en 2020 pero se redujo rápidamente a 1.2% en 2021 por austeridad y recuperación de ingresos) [18]. En 2022 el déficit fue ~1.7% del PIB [13], uno de los más bajos de Latinoamérica, y la deuda pública cayó a 28.8% del PIB [13], otorgando al país espacio fiscal. Esto brinda estabilidad macro (Guatemala tiene grado de inversión en calificación de riesgo). Sin embargo, también refleja bajo gasto público en desarrollo: la inversión en infraestructura, salud y educación es insuficiente, lo que frena el crecimiento a largo plazo y la reducción de pobreza.
Factores específicos y coyunturales: Varias circunstancias han influido en la economía guatemalteca y centroamericana recientemente y lo harán en el corto/mediano plazo:
- Remesas y vínculo con EE.UU.: Las remesas (provenientes mayormente de la diáspora en EE.UU.) se han vuelto el principal sostén del consumo en Guatemala, El Salvador y Honduras. Un riesgo es la dependencia: si la economía o empleo en EE.UU. se debilita, el envío de remesas podría frenarse, afectando demanda agregada y balanza de pagos. Por ahora, las perspectivas de empleo hispano en EE.UU. son positivas, pero una eventual recesión estadounidense moderada en 2024 podría ralentizar el crecimiento de remesas luego de tasas extraordinarias (30%+) en 2021-22.
- Precios de commodities importados: La región es importadora neta de combustibles y granos básicos, por lo que el shock de inflación importada en 2022 (petróleo y gas caros, maíz y trigo caros) deterioró términos de intercambio. Guatemala debió implementar subsidios temporales a combustibles y electricidad en 2022 para mitigar el impacto en consumidores. De cara al futuro inmediato, la caída de los precios petroleros desde los picos de 2022 alivia la inflación y el costo importador. Sin embargo, eventos climáticos (sequías en grandes productores) podrían encarecer alimentos (ej. el maíz que Guatemala importa de México/EE.UU.). Además, países centroamericanos dependen de fertilizantes importados; su alto costo en 2022 golpeó al agro local. En 2023 los fertilizantes bajaron de precio, lo cual favorece la producción agrícola y seguridad alimentaria regional.
- Riesgos climáticos y desastres naturales: Centroamérica es altamente vulnerable a huracanes, inundaciones y sequías. En 2020, los huracanes Eta e Iota causaron daños en infraestructura y campos en Guatemala y Honduras equivalentes a ~0.8% del PIB [10], afectando poblaciones ya pobres. El Fenómeno de El Niño 2023-2024 podría traer sequías que dañen cosechas en el corredor seco centroamericano y eleven precios locales de alimentos. Estos eventos climáticos recurrentes impactan las finanzas públicas (reconstrucción) y la productividad agrícola, un sector clave de empleo.
- Situación política y reformas: En Guatemala, la elección de un nuevo gobierno para 2024 (Presidente Bernardo Arévalo) genera expectativas de cambios en política económica y combate a la corrupción. Una mejora en institucionalidad podría fomentar más inversión extranjera y confianza empresarial, mientras que cualquier inestabilidad política o regresión institucional podría ahuyentar capitales. El nuevo gobierno ha indicado planes de aumento en gasto social e inversión pública, posibles con la actual solvencia fiscal, lo que podría estimular el crecimiento a corto plazo. En contraste, países vecinos como El Salvador han tomado rumbos poco convencionales (adopción de Bitcoin, régimen de excepción) que generan atención pero también incertidumbre sobre el clima de negocios.
- Integración regional y nearshoring: La proximidad geográfica a EE.UU. es una ventaja que Guatemala y Centroamérica podrían capitalizar más. El Banco Mundial destaca oportunidades de nearshoring (atraer manufactura ligera, call centers y logística desde Asia hacia C.A.) aprovechando cadenas de suministro más cortas [10]. Ya se observa mayor inversión en textiles, dispositivos médicos y outsourcing en países como Honduras, Nicaragua y Costa Rica por parte de empresas buscando diversificar fuera de Asia. Guatemala, con su mano de obra joven y costos competitivos, podría beneficiarse de esta tendencia global si mejora infraestructura y certeza jurídica. Asimismo, proyectos de infraestructura regional (como corredores logísticos o integración eléctrica) y tratados comerciales vigentes (CAFTA-DR con EE.UU., acuerdos con México) brindan una plataforma para mayor comercio e inversión intrarregional.
En resumen, Guatemala ha mantenido estabilidad macroeconómica destacable en los últimos años, con crecimiento superior al promedio latinoamericano y finanzas sanas, aunque persisten retos de índole estructural (pobreza, informalidad, baja productividad). Centroamérica en conjunto sigue muy atada al ciclo de EE.UU. (vía remesas, turismo, exportaciones), por lo que su destino en el corto plazo dependerá de que el aterrizaje de la economía estadounidense sea suave. Las claves para fortalecer su desempeño a mediano plazo incluyen diversificar la economía, atraer más inversión (aprovechando nearshoring), invertir en capital humano y resiliencia climática, y seguir gestionando prudentemente la inflación y el tipo de cambio ante shocks externos.
Industria del Plástico y Petróleo: precios, producción y perspectivas
Tendencias del precio del crudo (2019-2024): El precio del petróleo crudo ha experimentado una gran volatilidad en el último lustro, con efectos significativos sobre costos industriales, incluida la industria plástica. En 2019, el crudo Brent promedió alrededor de $64 por barril, reflejando un mercado relativamente equilibrado. La pandemia provocó un colapso histórico: con la paralización de viajes e industria en 2020, la demanda de petróleo cayó abruptamente. El Brent pasó de ~$60 a inicio de 2020 a mínimos de ~$20 en abril de 2020 [19] (incluso el WTI cotizó en valores negativos brevemente por problemas de almacenamiento). A medida que las economías reabrieron, los precios recuperaron terreno: Brent rondó $70 en promedio en 2021. Ya a fines de 2021, impulsado por la reactivación global y la cautela de la OPEP+ en aumentar la oferta, el petróleo mostraba alzas notables (Brent subió ~67% en 2021 respecto a 2019, según datos del mercado) [20]. En 2022, la invasión a Ucrania potenció la escalada: el Brent alcanzó picos ~US$128/barril en marzo 2022. Aunque luego retrocedió algo, 2022 cerró con Brent promediando cerca de $100, un alza de ~50% anual. Los altos precios de la energía generaron ingresos extraordinarios para países petroleros, pero alimentaron la inflación global y elevaron costos para industrias consumidoras de plásticos (dado el vínculo entre petróleo y petroquímicos). Hacia 2023, la situación se estabilizó: la menor demanda por temores de recesión y mayores bombeos de algunos productores relajaron el mercado, llevando el Brent a cotizar generalmente entre $70 y $85 durante 2023. En octubre 2023, tras recortes voluntarios de oferta de Arabia Saudita y tensiones en Oriente Medio, el petróleo rebotó a ~$90, pero volvió a moderarse posteriormente.
Impacto y perspectivas: El petróleo sigue siendo un insumo clave (energético y de materia prima) a nivel mundial, por lo que sus vaivenes impactan desde costos de transporte hasta precios de fertilizantes y plásticos. En 2021-2022, el encarecimiento del crudo (junto con el gas natural) encareció los costos de producción petroquímica y de electricidad, factor principal del alza de precios de resinas plásticas. Para los próximos años, los analistas proyectan precios más contenidos. El Banco Mundial pronostica que el crudo promediará ~$80 en 2024 and luego descenderá hacia $73 en 2025 y $72 en 2026 conforme la oferta supere ligeramente a la demanda [21]. De hecho, se anticipa un posible excedente de oferta (“oil glut”) hacia 2025, derivado de mayores inversiones en capacidad (por ejemplo, en 2023 Guyana, Brasil, EE.UU. aumentaron producción) y crecimiento de demanda más lento, lo que llevaría los precios del petróleo a su nivel más bajo en 5 años [10]. Sin embargo, este pronóstico podría cambiar si surgen choques geopolíticos mayores (una escalada bélica en el Golfo Pérsico que interrumpa suministros, por ejemplo). A largo plazo, la transición energética y el auge de renovables podrían ejercer presión a la baja en la demanda de hidrocarburos, limitando sustancialmente aumentos de precio. En conjunto, el escenario base sugiere que no se repetirán en el corto plazo los precios extremos de 2022, lo cual es una buena noticia para consumidores e industrias dependientes del petróleo como la del plástico.
Impacto del precio del petróleo en la industria del plástico (global): La industria plástica mundial está estrechamente ligada al petróleo, ya que la mayoría de plásticos se producen a partir de derivados petroquímicos (etileno, propileno, estireno, etc. obtenidos del crudo o gas natural). Por tanto, las fluctuaciones en los costos del crudo y la nafta se traducen en cambios en el costo de resinas plásticas (polímeros básicos como polietileno, polipropileno, PVC, PET, etc.). En los últimos 5 años, este sector vivió primero un choque de demanda y luego uno de oferta/costo:
- Pandemia y disrupciones: En 2020, la demanda de algunos plásticos industriales (por ejemplo en automóviles, construcción) cayó con la recesión, pero a la vez aumentó la demanda de plásticos médicos (mascarillas, equipos de protección) y de empaques para alimentos y comercio electrónico. Tras la primera ola de pandemia, en 2021 la demanda global de resinas se recuperó rápidamente, pero la oferta enfrentó múltiples obstáculos. Ocurrió una “tormenta perfecta” de problemas en la cadena de suministro de resinas: clima extremo (una helada histórica en Texas en febrero 2021 paralizó varias plantas petroquímicas de EE.UU.), paradas de mantenimiento imprevistas, escasez de contenedores y congestión portuaria global. Al mismo tiempo, el rebote económico y el incremento del petróleo generaron una marcada presión alcista. Como resultado, los precios de las resinas plásticas se dispararon a lo largo de 2021. En EE.UU., los precios del polietileno (PE) y polipropileno (PP) llegaron a más que duplicarse (+125% en PE y +180% en PP) entre principios de 2020 y su pico en agosto de 2021 [22]. En Europa subieron ~70% en promedio, y en Asia ~25-30%, reflejando que ninguna región quedó inmune [22]. Esta escasez y encarecimiento de materias primas plásticas fue destacada por los industriales: “los precios de resina se han ido a niveles insostenibles”, se reportó entonces. Hacia fines de 2021, la situación comenzó a aliviarse levemente con la reanudación de la capacidad productiva, pero los precios seguían muy por encima de niveles pre-pandemia [22].
- 2022-2023, corrección y nueva capacidad: A inicios de 2022, antes de la guerra en Ucrania, ya se veía cierta estabilización: la demanda de algunos productos plásticos se niveló tras la sobredemanda de 2021 (ej. menor compra de bienes durables y menos compras de pánico de insumos médicos), lo que permitió que la oferta de resinas se emparejara con la demanda, moderando las cotizaciones [20]. Sin embargo, el estallido de la guerra volvió a elevar costos energéticos en Europa, manteniendo los precios de resinas relativamente altos ese año. No fue sino hasta mediados/finales de 2022 and durante 2023 cuando los precios de los polímeros comenzaron un descenso significativo a nivel global. Varios factores contribuyeron: 1) la entrada en operación de nuevas plantas petroquímicas (grandes inversiones en EE.UU. and China añadieron capacidad de producción de etileno/PE y otras resinas), 2) la desaceleración de la economía global enfrió la demanda de plásticos en sectores como construcción y bienes de consumo durables, y 3) la caída de los precios del petróleo y gas desde mediados de 2022 redujo los costos de materia prima. Para fines de 2022, Plastics News reportaba bajas generalizadas de precios en los cinco plásticos de mayor volumen, atribuibles a menor demanda, nueva capacidad instalada y precios petroquímicos a la baja [23]. Por ejemplo, en EE.UU. el polietileno bajó ~20% entre junio y diciembre 2022, y el polipropileno ~15%. En 2023, los precios de la mayoría de resinas commodity se han mantenido estables o en tendencia a la baja. Un informe proyecta que los precios de plásticos caerían alrededor de 9% en 2023 and continuarían disminuyendo en 2024 [24], revirtiendo parte de los incrementos de la era pandémica. Al cierre de 2024, las cotizaciones de PE, PP, PVC, PET se ubican cerca de niveles de 2019 (aún ligeramente superiores, pero muy por debajo de los picos de 2021). La oferta mundial de plásticos es ahora abundante y incluso excedentaria en algunos segmentos, llevando a la recuperación de inventarios normales en la cadena de suministro.
En suma, el precio de las materias primas plásticas ha pasado de un entorno de escasez e inflación extrema (2020-21) a uno de relativa abundancia (2023). Para los fabricantes de productos plásticos, esto significa un alivio en costos: tras un 2021 donde debieron afrontar aumentos de 30-50% o más en insumos [24], en 2023 han visto reducciones considerables e incluso descuentos por volumen. Por otro lado, la industria aprendió lecciones sobre la volatilidad: muchas empresas están fortaleciendo estrategias de supply chain (como mantener inventarios de seguridad de resina, diversificar proveedores globales y buscar materiales sustitutos) [22] para mitigar futuros shocks.
Tendencias productivas y sostenibilidad: A nivel mundial, la producción de plástico sigue creciendo a largo plazo impulsada por la demanda en economías emergentes. La producción anual de plásticos casi se ha duplicado desde el año 2000, alcanzando cerca de 400 millones de toneladas en 2021 [25], y alrededor de 414 millones en 2023 [25]. Si bien la pandemia causó una leve caída en 2020, la trayectoria volvió al alza. Los sectores de envases, construcción y automotor siguen siendo grandes consumidores. Sin embargo, existe una fuerte presión ambiental para reducir el uso de plásticos de un solo uso y aumentar el reciclaje, dadas las preocupaciones por la contaminación. Esta tendencia ha llevado a políticas como prohibiciones de bolsas plásticas y mayores tasas de reciclaje en países desarrollados. En el mediano plazo (próximos 5 años), se espera que la demanda de plásticos vírgenes crezca más lentamente que en décadas pasadas, en parte por sustitución por materiales reciclados y bio-plásticos. Grandes fabricantes están invirtiendo en economía circular, y algunos compradores (por ejemplo, marcas de consumo) se han comprometido a usar cierto porcentaje de plástico reciclado en sus envases. No obstante, dado el continuo crecimiento de la población y la urbanización, la industria petroquímica aún proyecta un aumento absoluto de la producción para satisfacer mercados emergentes en Asia y África. En cuanto a costos, con la estabilización del petróleo y el aumento de eficiencia productiva, es probable que los precios de las resinas se mantengan en rangos moderados en los próximos años, salvo choques imprevistos. Analistas de la industria prevén cierta volatilidad en 2025 ligada a fluctuaciones del petróleo y posibles desequilibrios temporales de oferta (mantenimiento de plantas, etc.) [26], pero difícilmente se retorne a los máximos históricos recientes.
Industria del plástico en Guatemala: efectos y perspectivas: En Guatemala, la industria del plástico es importante dentro del sector manufacturero, abarcando producción de empaques, bolsas, utensilios, tuberías, entre otros productos tanto para el mercado local como para exportación regional. Esta industria se ha visto impactada por las variaciones del petróleo y la dinámica global de resinas en varios aspectos:
- Costos de materia prima: Guatemala no produce resinas plásticas a escala industrial, por lo que depende de la importación de polímeros (principalmente de EE.UU., México y Asia). Durante 2021 y gran parte de 2022, los fabricantes guatemaltecos enfrentaron un fuerte encarecimiento de las resinas. Según el gremio local, los precios internacionales del polietileno y polipropileno que importan llegaron a duplicar o triplicar su precio respecto a 2019 [20]. Esto comprimió márgenes y obligó a transferir parcialmente los aumentos a los clientes finales, contribuyendo a la inflación de productos plásticos (por ejemplo, envases, materiales de construcción, juguetes). Un representante del sector plástico en Guatemala indicó a inicios de 2022 que, si bien el abastecimiento de resinas se había regularizado, “los precios son mucho más altos que antes” y no regresarían a niveles pre pandemia en el corto plazo [20]. De hecho, se mencionó que insumos químicos registraban alzas de +150% a +200% vs 2019 [20]. Esta situación hacía “insostenible mantener precios bajos” para las empresas, las cuales tuvieron que aumentar precios de venta o sacrificar rentabilidad.
- Logística y tiempos de entrega: Otro reto en 2021-2022 fueron los serios atrasos logísticos. La escasez global de contenedores y el congestionamiento portuario afectaron la importación de materias primas plásticas. La cadena de suministro local reportaba demoras de 1 a 3 meses en la entrega de resinas y aditivos importados [20]. Además, el costo de los fletes marítimos se disparó: traer un contenedor desde Asia que costaba US$3 mil antes de 2020 llegó a costar hasta US$30 mil en 2021 [20] (10 veces más). Esto encareció aún más el costo CIF de las resinas en Guatemala. Muchas empresas tuvieron que ajustar sus inventarios y plazos de producción debido a esta incertidumbre logística.
- Producción y mercado interno: A pesar de los costos elevados, la demanda local de productos plásticos se mantuvo relativamente estable, incluso con cierta disminución en categorías de menor poder adquisitivo. Productos de empaque alimentario y films flexibles vieron algo de alivio en precios hacia 2022 [20], pero categorías como plásticos rígidos (p.ej. recipientes, botellas, tubería de PVC) mantuvieron precios altos dado que sus resinas base (PEAD, PP, PVC) tuvieron comportamiento similar [20]. La industria priorizó abastecer el mercado interno evitando desabastecimientos. En general, no se reportaron faltantes críticos de material en Guatemala gracias a la diversificación de proveedores, aunque a costos mayores [20]. Algunas empresas también exploraron sustituir insumos o reciclar material para mitigar el golpe de precios nuevos.
- Situación actual (2023-2024) y perspectiva: A partir de finales de 2022 y durante 2023-2024, las condiciones han mejorado notablemente para los productores plásticos guatemaltecos. Con la normalización de las cadenas globales, los tiempos de entrega volvieron a la normalidad y los fletes marítimos cayeron drásticamente (de ~US$15 mil por contenedor en 2022 a <US$4 mil en 2023 en rutas Asia-C.A.). Lo más importante, los precios de las resinas importadas disminuyeron en línea con la tendencia mundial. Para mediados de 2023, muchos polímeros costaban un 20-30% menos en comparación con un año antes, una tendencia que continuó hacia 2024. Según líderes del sector, la oferta de resina, polietileno y polipropileno se ha estabilizado, e incluso se espera una leve reducción adicional en los costos de materias primas hacia adelante [20]. Esto da un respiro a la industria local, permitiéndole recuperar márgenes o trasladar menores costos a consumidores. Por ejemplo, el precio de productos como bolsas y películas plásticas ha empezado a bajar ligeramente en el mercado mayorista guatemalteco a fines de 2023, con señales de estabilidad en 2024. De cara al futuro inmediato, con precios petroleros relativamente contenidos (en torno a $75-85) y abundante oferta petroquímica global, no se prevén shocks de costo mayores para el plástico en Guatemala en los próximos años.
- Competitividad y exportaciones: Guatemala exporta algunos productos plásticos (p.ej. bolsas, artículos de plástico, materiales de construcción) a mercados centroamericanos y del Caribe. Los altos costos de resina en 2021-2022 pudieron restarle competitividad frente a productores extranjeros más integrados (ej. México, que produce su propia resina). Ahora, con insumos más baratos, los fabricantes guatemaltecos están en mejor posición para competir en calidad/precio en la región. La incertidumbre principal radica en posibles fluctuaciones del tipo de cambio o de los insumos importados. El quetzal se ha mantenido fuerte, lo que abarata las importaciones de plástico, pero también puede encarecer las exportaciones. Aun así, la balanza del sector plástico guatemalteco tiende a ser deficitaria (importa más insumos de los que exporta en productos terminados), por lo que una moneda local sólida y costos globales bajos le benefician en general.
- Adopción de reciclaje: Otra tendencia que empieza a tomar fuerza localmente es la producción de resinas recicladas. Empresas en Guatemala están invirtiendo en recuperar plásticos post-industriales y post-consumo para reprocesarlos en resinas utilizable (por ejemplo, de PET reciclado para botellas, o pelletizado de polietileno reciclado) [27]. Si bien esto aún representa una porción pequeña del mercado, podría crecer ante la demanda de consumidores conscientes y regulaciones ambientales futuras. A nivel de costos, el reciclaje podría ofrecer materia prima más barata y menos volátil en precio que la importada virgen, amortiguando la dependencia del petróleo a largo plazo.
- Impacto en el consumidor: Durante los picos de 2021-2022, los consumidores guatemaltecos sintieron el encarecimiento en productos cotidianos: utensilios plásticos, empaques, materiales de construcción (ej. tuberías PVC) subieron de precio contribuyendo a la inflación. En 2023 algunos de esos precios al consumidor han dejado de subir o incluso bajado marginalmente gracias a la mejora en costos de insumos. Por ejemplo, el precio del quintal de resina importada de polipropileno que llegó a superar Q1,200 en 2022 ahora ronda Q900-1000. No obstante, la reducción al detalle es lenta y depende de la competencia en cada segmento.
En conclusión, la industria del plástico en Guatemala atravesó un período de altos costos y desafíos logísticos sincronizado con la situación global post-pandemia. La estrecha relación con el precio del petróleo quedó de manifiesto: un aumento del 67% en el Brent y problemas de suministro global se tradujeron en aumentos de 125%+ en las resinas fundamentales [22][20]. Ahora, con la normalización de los mercados de energía y plásticos, el panorama es más favorable. Se espera que en los próximos años los fabricantes operen con costos más previsibles y razonables, lo que les permitirá planificar inversiones y crecimiento. Las tendencias de sustentabilidad también impulsarán cambios en el sector, pero dado el crecimiento de la demanda en la economía local y vecina, la producción plástica en Guatemala seguramente continuará en expansión. Con materia prima más accesible, el desafío siguiente será agregar valor – innovar en productos, mejorar eficiencia y aprovechar oportunidades de exportación – para que la industria plástica local no solo reaccione a los precios del petróleo, sino que construya resiliencia y competitividad propia dentro y fuera del país.
Conclusión
El análisis económico de 2019-2024 y las perspectivas a cinco años muestran un mundo y una Guatemala en transición tras shocks globales como la pandemia y la guerra en Ucrania. A nivel global, el crecimiento ha pasado de una contracción histórica en 2020 a una recuperación robusta en 2021, seguida de una desaceleración hacia 2023-2024, con proyecciones de un crecimiento moderado (3% anual) hasta 2029. Factores como la inflación alta en 2022 (controlada en 2023), políticas monetarias restrictivas y avances tecnológicos como la IA marcan el panorama, con regiones como Asia emergente liderando y América Latina rezagándose. Guatemala, por su parte, destaca por su resiliencia macroeconómica, con un crecimiento promedio superior al regional (3.2% anual 2014-2023) y estabilidad fiscal, aunque enfrenta retos estructurales como pobreza (55% en 2023), informalidad (71%) y baja inversión extranjera (1% del PIB). La industria del plástico refleja esta dualidad: tras costos récord en 2021-2022 por el alza del petróleo y disrupciones logísticas, se estabiliza en 2023-2024 con perspectivas de insumos más accesibles hasta 2029, aunque depende de dinámicas globales y locales como el nearshoring y la sostenibilidad.
Para las organizaciones en Guatemala que usen este análisis en certificaciones como ISO 9001 o FSSC 22000, los riesgos clave incluyen la dependencia de remesas (sujeta al ciclo de EE.UU.), volatilidad de commodities importados y vulnerabilidad climática, mientras las oportunidades abarcan costos de insumos más bajos, potencial de reciclaje y crecimiento regional. Este contexto exige estrategias que aprovechen la estabilidad macro guatemalteca y mitiguen sus limitaciones estructurales para un desempeño sostenible en los próximos años.
Lista de Referencias
[1] https://www.banguat.gob.gt
[2] https://www.weforum.org
[3] https://www.macrotrends.net
[4] https://www.ecb.europa.eu
[5] https://www.focus-economics.com
[6] https://www.imf.org
[7] https://www.unctad.org
[8] https://www.mckinsey.com
[9] https://www.pwc.com
[10] https://www.worldbank.org
[11] https://www.cepal.org
[12] https://www.worlddata.info
[13] https://repositorio.cepal.org
[14] https://www.secmca.org
[15] https://datosmacro.expansion.com
[16] https://www.state.gov
[17] https://elibrary.imf.org
[18] https://www.inv.com.gt
[19] https://www.indexmundi.com
[20] https://www.revistaeyn.com
[21] https://m.economictimes.com
[22] https://www.bain.com
[23] https://www.plasticsnews.com
[24] https://www.ibisworld.com
[25] https://www.statista.com
[26] https://www.plasticstoday.com
[27] https://gtmaterials.com