Informe de Perspectivas de la Economía de Guatemala: Análisis Económico – Agosto 2025

Resumen Ejecutivo

La economía de Guatemala exhibe hacia agosto de 2025 un panorama de estabilidad macroeconómica y crecimiento moderado, con inflación controlada, PIB en expansión sostenida y dinámicas particulares en el consumo. Los principales indicadores muestran que el país ha logrado mantener un ritmo de crecimiento económico por encima del promedio latinoamericano, impulsado en gran medida por el robusto flujo de remesas familiares, el dinamismo del consumo privado y el desempeño positivo de las exportaciones.

El Banco de Guatemala reportó una inflación interanual de apenas 1.17% a agosto de 2025, cifra muy por debajo de la meta de 4% ±1 punto porcentual. Este nivel de inflación, el más bajo en años recientes, refleja la efectividad de la política monetaria y factores externos favorables, como la reducción de precios de combustibles y la disipación de choques de oferta internos en alimentos. En este contexto, la Junta Monetaria redujo la tasa líder de política monetaria a 4.25% (desde 4.50%) en agosto de 2025, manteniendo una postura acomodaticia para favorecer la actividad económica sin comprometer la estabilidad de precios.

El crecimiento económico proyectado para 2025 se sitúa en torno al 4%, según diversas fuentes. El Fondo Monetario Internacional (FMI) anticipa un 3.8%, mientras que la Junta Monetaria del Banco de Guatemala elevó su proyección central precisamente al 4% tras observar un desempeño más dinámico de lo previsto. El Banco Mundial, por su parte, ha estimado un crecimiento cercano al 3.5%–4% en sus análisis recientes. Este ritmo de expansión coloca a Guatemala entre las economías de mayor crecimiento en Centroamérica en 2025 y por encima del promedio regional latinoamericano (que se proyecta alrededor del 2% a 2.5% para 2025). Los fundamentos macroeconómicos sólidos –incluyendo la prudencia fiscal y monetaria históricas– han contribuido a esta resiliencia, si bien persisten desafíos estructurales para acelerar el desarrollo.

Un factor estructural clave es el continuo auge de las remesas familiares, que en 2025 alcanzan niveles récord. Solo en agosto ingresaron US$2,368 millones en remesas (ligeramente por encima de los US$2,366 millones de julio), acumulando US$16,861.7 millones en los primeros ocho meses. De mantenerse la tendencia, Guatemala podría sobrepasar los US$24,500 millones en remesas al cierre de 2025, lo que implicaría un crecimiento anual cercano al 14%. Estas transferencias –equivalentes a aprox. 19-20% del PIB nacional– han sido un sostén fundamental del consumo privado y han fortalecido la posición externa del país, permitiendo a muchos hogares financiar gasto en alimentos, educación, salud y vivienda.

El mercado laboral muestra signos mixtos de dinamismo. Algunos sectores modernos evidencian mayores contrataciones (por ejemplo, tecnología de la información, transporte-logística, manufactura y servicios de consumo presentan expectativas de empleo por encima del promedio), reflejando la transformación estructural hacia actividades de mayor valor agregado. No obstante, persiste una elevada informalidad laboral (alrededor del 80% de la población ocupada en 2023 estaba en el sector informal) y una concentración del empleo de baja productividad en agricultura, comercio minorista y servicios tradicionales. Esta dualidad implica que, pese a mejoras puntuales en el empleo formal urbano, amplios segmentos de trabajadores aún enfrentan precariedad e ingresos limitados. Las competencias digitales se han vuelto cada vez más determinantes para la empleabilidad, generando oportunidades para quienes cuentan con ellas pero ampliando brechas para quienes no, lo cual subraya la importancia de programas de capacitación y reconversión laboral.

En cuanto a los comportamientos de consumo, la sociedad guatemalteca se encuentra en transición. La base del gasto familiar sigue concentrada en necesidades básicas (alimentos, vivienda, servicios esenciales), acorde con los niveles de ingreso relativamente bajos de gran parte de la población. Sin embargo, se observan cambios graduales: gracias a las remesas y a la mayor conectividad digital, muchos hogares destinan una proporción creciente de su gasto a educación, salud, comunicaciones y bienes duraderos. Los patrones combinan la priorización de productos esenciales con aspiraciones de mejorar la calidad de vida. Por ejemplo, aumenta el consumo de servicios como internet móvil, banca digital y comercio electrónico, incluso en áreas rurales, a medida que crece la penetración de teléfonos inteligentes y pagos electrónicos. Asimismo, las remesas han permitido a más familias invertir en mejoras habitacionales y electrodomésticos, aunque la decisión de compra sigue fuertemente influenciada por la estabilidad de precios y el acceso a crédito de consumo.

En síntesis, a agosto de 2025 Guatemala exhibe estabilidad macroeconómica notable –con inflación baja, finanzas públicas sostenibles y reservas internacionales robustas– y un crecimiento económico sostenido alrededor del 4%. Este desempeño está apuntalado por flujos externos (remesas) y demanda interna resiliente. Al mismo tiempo, se hacen evidentes ciertas vulnerabilidades microeconómicas y desafíos de largo plazo: la productividad laboral estancada, la alta informalidad, brechas en infraestructura y capital humano, y segmentos del mercado interno (por ejemplo, la industria de alimentos y bebidas) que muestran señales de desaceleración por factores internos y externos. Las secciones siguientes profundizan en estos aspectos, combinando análisis de los indicadores recientes con una perspectiva estructural y de futuro, sustentadas en datos oficiales y fuentes especializadas.

Análisis Macroeconómico

Crecimiento Económico y PIB

La economía guatemalteca ha mantenido un desempeño robusto durante 2025, superando las expectativas iniciales. Las proyecciones oficiales de crecimiento fueron revisadas al alza conforme avanzó el año. El Producto Interno Bruto (PIB) real se estima ahora que crecerá entre 3.8% y 4.1% en 2025, según diferentes fuentes. El FMI en su revisión del Artículo IV proyecta un 3.8% –en línea con el 3.7% observado en 2024–, destacando que un impulso fiscal significativo está contrarrestando cierta suavización en la demanda privada. El Banco Mundial maneja un rango medio en torno al 3.5%–4%, mientras que la Junta Monetaria del Banco de Guatemala ajustó su pronóstico central a 4.0% tras evidenciar indicadores domésticos más dinámicos de lo esperado a inicios de año.

Este crecimiento por encima de la media regional se fundamenta en varios pilares estructurales. En primer lugar, el consumo privado se mantiene vigoroso, apuntalado por el flujo constante de remesas familiares y una gradual mejora en el empleo formal. En 2024 el PIB de Guatemala ya había crecido 3.7%, y para 2025 se esperaba inicialmente una ligera desaceleración por factores externos; sin embargo, la economía local mostró resiliencia para resistir choques internacionales como la incertidumbre comercial global y condiciones financieras más estrictas. De hecho, las autoridades destacan que los factores que explican el crecimiento en 2025 son fundamentalmente internos –consumo e inversión doméstica y gasto público–, lo que ayudaría a compensar un menor dinamismo en la economía de EE.UU., principal socio comercial.

El PIB nominal de Guatemala en 2025 podría rondar los Q636,700 millones (unos US$82–83 mil millones según el tipo de cambio), consolidando al país como la mayor economía de Centroamérica. En términos sectoriales, el crecimiento muestra una diversificación gradual: el sector servicios continúa ganando participación (impulsado por comercio, telecomunicaciones, servicios financieros y empresariales), la manufactura mantiene un buen desempeño especialmente en industrias de exportación, y la agricultura aporta de forma modesta pero estable. Las exportaciones de bienes han crecido favorecidas por la demanda externa de productos tradicionales (por ejemplo, el café, banano, azúcar, cardamomo) y por una mayor presencia en mercados regionales y extra-regionales, lo que permitió a Guatemala mantener un superávit en cuenta corriente en años recientes. Para 2025, se espera que el sector externo continúe contribuyendo positivamente, aunque con menor ímpetu que la demanda interna.

Cabe resaltar que el dinamismo económico guatemalteco de 2025 contrasta con las perspectivas más moderadas de América Latina. El Banco Mundial advirtió que Latinoamérica sería la región de menor crecimiento en 2025 (2.1% proyectado) debido a baja inversión y otros obstáculos. Guatemala, en cambio, “resiste” el entorno global adverso, con un crecimiento estimado del 4% según el propio FMI. No obstante, existen riesgos a la baja: la evolución de la economía mundial, las políticas comerciales internacionales (ejemplo, eventuales “guerras arancelarias” que puedan debilitar el comercio) y cambios en las políticas migratorias o condiciones en EE.UU. –que afectarían las remesas– podrían incidir en el desempeño futuro. Por ahora, las proyecciones de mediano plazo del FMI sugieren que Guatemala podría moderar ligeramente su crecimiento hacia aproximadamente 3.5% anual en 2026–2027 por vientos externos en contra, para luego converger nuevamente alrededor del 4% con la materialización de inversiones en infraestructura y reformas estructurales en marcha.

En resumen, 2025 perfila a Guatemala como una de las economías más dinámicas de la región. El desafío será sostener este crecimiento en el mediano plazo convirtiéndolo en verdaderos avances en desarrollo. Las autoridades y organismos internacionales enfatizan que, para lograr un crecimiento más alto e inclusivo, Guatemala deberá abordar sus cuellos de botella estructurales (como la baja productividad y la limitada base tributaria) e impulsar inversiones tanto públicas como privadas que potencien su capacidad productiva de largo plazo.

Política Monetaria e Inflación

El comportamiento inflacionario de Guatemala en 2025 ha sido excepcionalmente benigno. Tras haber enfrentado presiones inflacionarias importadas en 2022 y parte de 2023, la inflación entró en una senda descendente marcada durante 2024 y se ha estabilizado en niveles históricamente bajos a lo largo de 2025. A agosto de 2025, la variación interanual del Índice de Precios al Consumidor fue de 1.17%, igualando el registro de julio y muy por debajo del 3.07% observado en agosto de 2024. En términos mensuales, los precios al consumidor incluso mostraron una ligera deflación de -0.06% en agosto, contrastando con una subida de 0.25% en julio. La inflación promedio anual a agosto se redujo a 1.6%, consolidando la posición de Guatemala como uno de los países de menor inflación en Latinoamérica en 2025.

Esta marcada desinflación obedece a varios factores. Por un lado, choques temporales de oferta que habían elevado los precios en años previos –como incrementos en combustibles y disrupciones en ciertos alimentos– se han disipado. De hecho, las autoridades monetarias señalaron que la baja inflación estuvo impulsada principalmente por la caída en precios de combustibles hasta mitad de año y la normalización gradual de los costos de alimentos tras shocks locales. Por otro lado, la apreciación o estabilidad del tipo de cambio y la moderación de presiones externas (muchas economías desarrolladas redujeron su inflación, aliviando costos de importación) contribuyeron a anclar expectativas dentro del país.

La Junta Monetaria (JM) ha aprovechado este entorno para afinar su postura monetaria. Tras haber aumentado fuertemente la tasa líder entre 2022 y 2023 (de 1.75% a un pico de 5% para contrarrestar la inflación post-pandemia), el Banco de Guatemala revirtió parcialmente ese ajuste al comprobar la tendencia desinflacionaria. En noviembre de 2024 la tasa líder bajó de 4.75% a 4.50%, y finalmente en agosto de 2025 la JM decidió reducirla a 4.25%, en lo que fue el primer recorte del año. Con la inflación por debajo del límite inferior de la meta (3%–5%), la autoridad monetaria optó por una posición expansiva moderada para apoyar la actividad económica, sin poner en riesgo la estabilidad de precios. Esta decisión fue unánime, sustentada en un análisis integral de riesgos que confirmó la convergencia de la inflación muy por debajo del 4% central objetivo.

La tasa líder en 4.25% señala un ambiente monetario acomodaticio. En términos reales ex-ante (descontando la inflación esperada cercana a 3% para el cierre del año), la tasa de interés de política se sitúa apenas ligeramente positiva o incluso neutral, lo que abarata el costo del crédito y fomenta la inversión y el consumo. El Banco de Guatemala ha comunicado que mantendrá un estrecho seguimiento a la coyuntura interna y externa para calibrar su postura, pero mientras la inflación proyectada se mantenga contenida, hay margen para apoyar la recuperación. Los pronósticos de inflación a fin de 2025 de analistas privados (encuesta de expectativas) se ubican alrededor de 3.3%–3.5%, aún dentro o ligeramente por debajo de la meta oficial. El propio FMI proyecta que la inflación guatemalteca irá gradualmente retornando hacia el 4% en el horizonte de política monetaria, dado el carácter expansivo de la política actual, pero sin mayores sobresaltos.

La credibilidad del Banco Central ha sido clave para anclar las expectativas. Guatemala ha logrado mantener estable su tipo de cambio nominal en un rango estrecho (alrededor de Q7.7–7.8 por US$1) gracias a su regla de participación en el mercado cambiario. Las Reservas Internacionales Netas muy altas (detalle en la sección externa) también brindan confianza. Este panorama de precios bajos y estables ha beneficiado directamente a los consumidores –evitando la erosión del poder adquisitivo– y ha facilitado la planificación de las empresas. Por ejemplo, al mes de julio 2025 el ritmo inflacionario (1.17% interanual) representaba una fuerte baja desde el 3.36% que se observaba en julio del año anterior, indicando que las presiones inflacionarias previas habían prácticamente desaparecido.

Hacia adelante, la política monetaria continuará orientada a preservar esta estabilidad de precios sin sofocar la economía. El FMI avaló el manejo monetario reciente, considerando apropiada la postura actual y las intervenciones cambiarias preanunciadas del Banguat para absorber los choques de remesas. Se sugiere, eso sí, seguir fortaleciendo la transmisión de la política monetaria al mercado financiero y mejorar la coordinación con la política fiscal para optimizar resultados. Dado el entorno global de tasas aún elevadas (los bancos centrales de EE.UU. y Europa mantienen sesgos restrictivos), el diferencial de tasas externo-interno es algo menor que en 2022–23, pero Guatemala cuenta con amplios colchones para manejar eventuales volatilidades. En resumen, la inflación extremadamente baja de 2025 ha permitido a la autoridad monetaria enfocarse también en apoyar el crecimiento, logrando un equilibrio macroeconómico envidiable para los estándares regionales.

Sector Externo y Balanza de Pagos

La posición externa de Guatemala continúa siendo sólida en 2025, aunque con algunas tendencias a monitorear. Durante 2024, el país registró un superávit en cuenta corriente equivalente al 2.9% del PIB, ligeramente menor que años anteriores debido a una recuperación de las importaciones, pero manteniéndose en terreno positivo. Este excedente externo se explica principalmente por el ingente ingreso de remesas familiares (componente de transferencias corrientes) y un buen desempeño de exportaciones de bienes y servicios, que en conjunto más que compensan la salida de divisas por importaciones y pagos de renta al exterior.

Para 2025, se espera que la cuenta corriente siga presentando superávit o un pequeño déficit manejable, dependiendo del comportamiento de las importaciones. La demanda interna pujante ha impulsado las compras del exterior –por ejemplo, importaciones de bienes de capital y de consumo duradero han aumentado con la mayor inversión y gasto de los hogares–. No obstante, los envíos de remesas en máximos históricos han financiado en gran medida ese apetito importador, evitando desequilibrios. Adicionalmente, las exportaciones han mostrado resiliencia a pesar de la desaceleración global. En el primer semestre de 2025, Guatemala exportó más de US$7 mil millones, beneficiándose de la diversificación de mercados y productos. Sectores como el agroindustrial (azúcar, aceite de palma) y la manufactura para Centroamérica y Norteamérica (alimentos procesados, materiales, maquila textil) han sostenido ingresos, mientras las exportaciones de servicios (como turismo receptivo y centros de atención de llamadas) continúan recuperándose tras la pandemia.

Un pilar de la estabilidad externa son las reservas internacionales brutas, que alcanzaron niveles récord. Al segundo trimestre de 2025, las Reservas Monetarias Internacionales rondaban los US$25,000 millones, equivalentes a aproximadamente 5.5 meses de importaciones (muy por encima de los 3 meses considerados prudentes). Estas reservas se vieron robustecidas en años recientes por la combinación de superávits externos y endeudamientos puntuales del Gobierno (como la emisión de bonos en 2023). Según datos del Banco de Guatemala, incluso a mediados de 2024 las reservas habían superado los US$29,000 millones tras colocaciones financieras estratégicas. Este colchón de liquidez externa le permite al banco central moderar la volatilidad del tipo de cambio y brinda confianza a inversionistas y calificadoras, evidenciando la capacidad del país para enfrentar obligaciones en moneda extranjera.

El tipo de cambio quetzal-dólar, por su parte, se ha mantenido estable y con ligera tendencia a apreciación real, en un rango de aprox. Q7.6–7.8 por US$1 durante 2025. La regla cambiaria administrada –donde el banco central interviene comprando o vendiendo divisas según reglas preestablecidas– ha evitado fluctuaciones bruscas pese a los masivos ingresos diarios de remesas. Este entorno cambiario estable ha contribuido a mantener la inflación baja y a facilitar la planificación empresarial (menos incertidumbre en costos de insumos importados). Las autoridades han indicado que continuarán permitiendo cierta flexibilidad cambiaria de forma gradual y bien comunicada, para desalentar especulaciones y absorber choques externos, pero sin abandonar la precaución que ha caracterizado su esquema.

En la balanza comercial, si bien Guatemala típicamente registra déficit en bienes (importa más de lo que exporta), este se compensa con creces por los excedentes en servicios (como turismo) y especialmente en transferencias (remesas). Para 2025, el turismo internacional muestra mejoras: se proyecta un incremento de aprox. 12% en la llegada de visitantes respecto a 2024, lo que generaría ingresos por alrededor de US$2,200 millones, acercándose a niveles pre-pandemia. Esto mejora la cuenta de servicios. Sumado a ello, la inversión extranjera directa (IED) ha continuado fluyendo, aunque de forma moderada, hacia sectores como manufactura ligera, servicios de outsourcing y energía renovable. La recuperación de la IED a niveles superiores a US$1,200 millones anuales sería importante para financiar el déficit comercial de bienes, y el gobierno ha impulsado iniciativas de nearshoring para atraer empresas que busquen relocalizar su producción (aprovechando la ubicación estratégica y tratados comerciales de Guatemala).

En resumen, el sector externo guatemalteco en 2025 goza de buena salud: las cuentas externas están equilibradas o en ligero superávit, las reservas proveen un amplio seguro, y el tipo de cambio estable ha sustentado la confianza. No obstante, las autoridades y analistas advierten sobre eventuales riesgos: shocks en términos de intercambio (por ejemplo, fluctuaciones de precios de commodities clave), políticas comerciales globales (aranceles o desacuerdos que afecten exportaciones) o disminución de remesas (si se materializaran deportaciones masivas o impuestos a las remesas en EE.UU., ver anexo) podrían deteriorar la posición externa. Por ello, se enfatiza la necesidad de continuar diversificando mercados de exportación y fortalecer la competitividad, al tiempo que se preserva la prudencia macroeconómica que ha distinguido a Guatemala en el ámbito externo.

Finanzas Públicas

Las finanzas públicas de Guatemala se mantienen relativamente sólidas en el contexto regional, aunque con retos pendientes en recaudación y calidad del gasto. Un indicador clave es el bajo nivel de endeudamiento: la deuda pública total ronda apenas el 27% del PIB, muy por debajo del promedio latinoamericano (que supera el 60% del PIB). De hecho, el jefe de misión del FMI destacó en junio 2025 que Guatemala “sigue teniendo una deuda pública baja en relación al PIB” y que este nivel proporciona espacio fiscal para incrementar inversión si fuera necesario. Los organismos internacionales consideran sostenible este nivel de deuda; las proyecciones del FMI indican que, incluso con déficits moderados en los próximos años, la deuda pública permanecería en torno al 30% del PIB hacia 2028, un nivel manejable que acerca al país al anhelado grado de inversión crediticia.

El déficit fiscal se ha mantenido contenido, aunque algo más elevado que en la prepandemia. Tras los estímulos de 2020, Guatemala retornó gradualmente a déficits cercanos al 2%–3% del PIB. Para 2025, se prevé un déficit fiscal del orden de 2.5%–3.0% del PIB. El FMI apunta que la posición fiscal expansiva en 2025 –con incremento de gasto público– es apropiada para contrarrestar la suavización de la demanda privada, pero recomienda que en el mediano plazo el déficit se recoja hacia el 2% del PIB (nivel histórico) para estabilizar la deuda. Esto implicaría, en su sugerencia, realizar una reforma fiscal integral que aumente los ingresos y haga más eficiente el gasto, permitiendo financiar mayores inversiones sin comprometer la sostenibilidad.

En cuanto a los ingresos tributarios, Guatemala enfrenta desde hace décadas la debilidad de una carga fiscal baja (en torno a 11%–12% del PIB). En 2025 se han observado ingresos al alza en términos absolutos, apoyados por el crecimiento económico y mejoras administrativas graduales. La Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) ha implementado medidas de fiscalización electrónica y combate a la evasión que, junto con la recuperación económica, han permitido cierta expansión de la recaudación. No obstante, la base tributaria sigue siendo estrecha y muy dependiente de impuestos indirectos (IVA e impuestos al comercio). Por ello, persiste el desafío estructural de elevar la recaudación para financiar las crecientes demandas sociales. El FMI reiteró la recomendación de emprender una reforma que amplíe la base de contribuyentes, combata la evasión y elimine exoneraciones regresivas, con el objetivo de elevar los ingresos públicos y acercar el déficit a mas o menos 2% del PIB a mediano plazo. Este aumento de ingresos es crucial para invertir en infraestructura y capital humano sin incurrir en endeudamiento excesivo.

Del lado del gasto público, Guatemala ha priorizado en años recientes la inversión en infraestructura física (carreteras, puertos) y programas sociales focalizados. En 2024 y 2025 se incrementó la inversión pública ejecutada, aunque persisten problemas de baja ejecución en algunos ministerios (por ejemplo, retrasos burocráticos en obras). La ejecución presupuestaria deficiente ha sido señalada como un cuello de botella: a mitad de 2025 aún se observaba lentitud en proyectos de inversión, y el propio FMI instó a mejorar la calidad y eficiencia del gasto, con mejor planificación, focalización de programas sociales y combate a la corrupción en la obra pública. Un dato ilustrativo: la ejecución de proyectos del Ministerio de Agricultura en apoyo a la seguridad alimentaria avanzó apenas 6.25% en el primer trimestre de 2025, reflejando la necesidad de agilizar procesos para que el gasto llegue a su destino oportunamente.

A pesar de estas limitaciones, el gasto social y de inversión ha contribuido a sostener la demanda agregada. Programas de transferencias condicionadas, subsidios focalizados (por ejemplo, apoyo temporal a combustibles o electricidad) e inversión en infraestructura básica han tenido un efecto contracíclico suavizando choques externos. Las autoridades han indicado que, de ser necesario, Guatemala tiene cierto margen para endeudarse moderadamente y aumentar el gasto en caso de un shock mayor, dado su nivel de deuda relativamente bajo. Sin embargo, la apuesta de mediano plazo es fortalecer la recaudación interna para no depender de deuda.

En conclusión, las finanzas públicas guatemaltecas en 2025 presentan un balance entre prudencia y apoyo al crecimiento. La deuda baja y el acceso favorable a mercados (en mayo 2023 Guatemala emitió un eurobono de US$1,500 millones a tasas competitivas, lo que incrementó reservas) son fortalezas. Pero la baja carga tributaria e institucionalidad fiscal débil son vulnerabilidades. El énfasis de las recomendaciones de política está en modernizar la administración tributaria, ampliar la base y reducir la evasión, así como en mejorar la calidad del gasto (ejecución, focalización y transparencia). De lograrse avances en estos frentes, Guatemala contaría con mayor espacio fiscal para impulsar las inversiones en desarrollo que requiere, manteniendo al mismo tiempo la estabilidad fiscal que ha sido su sello.

Remesas Familiares

Las remesas familiares constituyen uno de los pilares más importantes –y diferenciadores– de la economía guatemalteca. Durante 2025, estos flujos de dinero que envían los migrantes guatemaltecos en el exterior han continuado su tendencia ascendente, alcanzando máximos históricos y superando expectativas. En agosto de 2025, las remesas sumaron US$2,368 millones en el mes, levemente por encima de los US$2,020 millones recibidos en agosto del año anterior (un incremento interanual de +19.5%). El acumulado de enero a agosto de 2025 asciende a US$16,861.7 millones, lo que representa un aumento de aprox. 19.5% comparado con el mismo lapso de 2024. De mantenerse esta tendencia de doble dígito, Guatemala podría cerrar 2025 con alrededor de US$24,500 millones en remesas, marcando un crecimiento anual cercano al 14% y estableciendo un nuevo récord histórico (en 2024 el total anual fue de US$20,960 millones según Banguat, aproximadamente un 8.6% más que 2023).

Las remesas representan aproximadamente 19–20% del PIB de Guatemala, posicionando al país entre las economías más dependientes de remesas en el mundo. Este caudal de divisas, proveniente principalmente de Estados Unidos, ha tenido efectos macro y microeconómicos significativos:

  • A nivel macroeconómico, las remesas han fortalecido la balanza de pagos (son la principal fuente de divisas, por encima de las exportaciones tradicionales), permitiendo mantener el superávit en cuenta corriente en años recientes. También han contribuido a la acumulación de reservas internacionales y a la estabilidad cambiaria, ya que una parte de esos dólares es adquirida por el Banco de Guatemala para evitar apreciaciones excesivas.
  • A nivel doméstico, constituyen un motor fundamental del consumo privado. Se estima que cerca del 30% de los hogares en Guatemala reciben remesas de EE.UU. u otros países. Según encuestas de Kantar Worldpanel, la mayoría de estos hogares usa las remesas principalmente para gastos del hogar y alimentación: el 76% de los hogares centroamericanos receptores las destinan a comprar alimentos y pagar servicios básicos. En Guatemala, alrededor del 56% de hogares con remesas declara que reparte esos fondos entre gasto y ahorro en partes similares, 35% dice gastarlos principalmente, y solo un 9% logra ahorrar la mayor parte. Esto muestra que las remesas son el sustento de la economía familiar para muchos, y su llegada permite acceder a bienes y servicios que de otro modo serían inalcanzables.
  • Las áreas geográficas más beneficiadas por remesas suelen ser departamentos con alta emigración. Estudios han mostrado que en zonas rurales del occidente y oriente del país, las remesas impulsan no solo el consumo básico sino también inversiones locales en vivienda (mejoras, construcción), educación y pequeños negocios. No obstante, también pueden generar dependencia y desalentar la participación laboral local en algunos casos.

El comportamiento de las remesas en 2025 ha sorprendido al alza. A inicios de año, la proyección oficial era de un crecimiento alrededor del 6% en remesas, pero viendo los incrementos históricos del primer cuatrimestre (US$7,627 millones de enero a abril, +16.8% interanual), la Junta Monetaria revisó su expectativa a un +9%anual. En realidad, la tasa de crecimiento está resultando aún mayor (cercana al 20% interanual hasta agosto). Analistas atribuyen este fenómeno, en parte, a un comportamiento precautorio de los migrantes ante las incertidumbres migratorias. Se ha observado que muchos migrantes envían montos adicionales de sus ahorros a Guatemala por temor a eventuales deportaciones o medidas restrictivas en EE.UU., lo que ha sido denominado el “efecto Trump” (en referencia a la retórica y políticas antimigrantes que generan temor). Por ejemplo, el anuncio de posibles deportaciones masivas de menores no acompañados y la inminente entrada en vigor de un impuesto del 1% a transferencias en efectivo en EE.UU. desde 2026 han incentivado a migrantes a remesar más dinero ahora. Incluso algunos estarían enviando la totalidad de sus ahorros y considerando retornos voluntarios anticipados. Todo esto ha llevado a crecimientos atípicamente altos en los flujos durante 2025.

Para Guatemala, las remesas han sido un salvavidas económico en épocas difíciles y un catalizador de estabilidad. Durante la crisis de 2020 apenas cayeron, y repuntaron con fuerza en 2021–2022. En 2025, en medio de un panorama global incierto, han proporcionado un colchón de ingresos que sostiene la demanda agregada. Sin embargo, los expertos advierten que este auge podría no ser permanente. El FMI señala que una eventual reducción de la migración neta (por mejora interna o más restricciones externas) podría ralentizar los incrementos de remesas, impactando el consumo. De hecho, se espera que para 2026 el crecimiento de remesas se modere e incluso pueda volverse nulo hacia finales de ese año según algunos escenarios, especialmente si se concretan cambios drásticos en políticas migratorias de EE.UU. Por ello, se enfatiza la necesidad de aprovechar productivamente estos recursos durante el auge: canalizarlos a inversión, ahorro e iniciativas de desarrollo local. Analistas como Juan Alberto González sugieren incentivar que una parte de las remesas se invierta en infraestructura, vivienda o instrumentos financieros, de modo que generen impactos económicos sostenibles. Señalan que incluso movilizar un 10% de las remesas hacia inversión tendría efectos multiplicadores considerables en la economía.

En conclusión, las remesas familiares en 2025 continúan siendo la columna vertebral del crecimiento y la estabilidad social en Guatemala. Han elevado el nivel de vida de millones de personas y apuntalado la economía nacional. Pero su misma magnitud implica vulnerabilidad: Guatemala depende enormemente de un factor externo sobre el cual tiene poco control. La visión a futuro debe incluir estrategias para reducir esa dependencia, generando oportunidades internas de empleo e inversión. Mientras tanto, en el presente inmediato, las remesas siguen inyectando liquidez y confianza en los hogares, manteniendo el motor del consumo encendido y compensando otros posibles frenos de la economía.

Análisis Microeconómico

Sector Agrícola

El sector agrícola guatemalteco representa la paradoja de ser, por un lado, fundacional e importante socialmente, y por otro, enfrentar rezagos significativos en productividad y modernización. Históricamente, la agricultura ha sido un pilar de la economía nacional –Guatemala es un país de vocación agroexportadora desde el siglo XIX– y aún hoy emplea a alrededor de 1 de cada 3 trabajadores (incluyendo mucha mano de obra informal rural). Sin embargo, su contribución al PIB se ha reducido a cerca del 10% conforme otros sectores han crecido. En 2025, el agro guatemalteco mantiene su relevancia como sustento de millones de familias y proveedor de divisas, pero arrastra desafíos estructurales: baja productividad por hectárea, escaso acceso a tecnología e insumos para pequeños productores, limitada diversificación de cultivos y alta vulnerabilidad climática.

Dentro del sector conviven dos agriculturas. Una es la agricultura comercial/empresarial, altamente productiva en ciertas líneas (por ejemplo, el azúcar, el banano, el aceite de palma africana, los vegetales para exportación). Estas agroindustrias suelen operar en la costa sur y otras áreas con inversión en riego, mecanización y certificaciones, integradas a cadenas globales. Productos como el azúcar y el banano han tenido desempeños sólidos en 2025, respondiendo a la demanda externa y manteniendo a Guatemala entre los principales exportadores mundiales (top 5 en azúcar, top 3 en banano). Otra es la agricultura de subsistencia o tradicional, predominante en el altiplano y el oriente del país, donde pequeños campesinos cultivan maíz, frijol y otros alimentos para autoconsumo y mercado local. Esta última se caracteriza por parcelas minifundistas, métodos poco tecnificados y bajos rendimientos, lo que perpetúa condiciones de pobreza rural. En años recientes, choques como sequías, inundaciones y plagas han golpeado especialmente a estos agricultores, agravando la inseguridad alimentaria en zonas como el llamado “corredor seco”. Por ejemplo, el fenómeno de El Niño en 2023–2024 afectó cultivos básicos en 106 municipios, dañando más de 50,000 hectáreas y reduciendo las reservas alimentarias de 105,000 familias rurales.

Un cultivo emblemático es el café, tradicional generador de empleo e ingreso exportador. Guatemala produce cafés arábigos de alta calidad muy apreciados, pero el sector cafetalero ha enfrentado retos severos en la última década: brotes de roya (hongo) que diezmaron plantaciones, competencia de productores de Brasil/Vietnam con menores costos, y precios internacionales volátiles. No obstante, en 2025 el café guatemalteco ha encontrado nichos de oportunidad en el mercado de cafés especiales de alta calidad, donde obtiene primas de precio. Exportadores han buscado certificaciones (orgánico, comercio justo) y mejoras de valor agregado (tueste local, marcas propias). Aun así, la producción nacional se ha estancado en torno a 3.5–4 millones de sacos anuales, y muchos pequeños caficultores operan con márgenes estrechos. Programas de apoyo del gobierno y cooperativas –reposición de plantas, asistencia técnica– han continuado, pero la renovación generacional es un problema: las nuevas generaciones en áreas cafetaleras a veces prefieren migrar a EE.UU. o dedicarse a otras actividades, dada la incertidumbre del cultivo.

El sector agrícola exportador no tradicional (como frutas, vegetales, plantas ornamentales) ha sido un punto relativamente brillante. Gracias a tratados comerciales (DR-CAFTA) y al apoyo técnico de agencias, Guatemala ha incrementado exportaciones de vegetales (ejote francés, arveja china, brócoli), cardamomo (es el primer exportador mundial de cardamomo) y frutas como melón, sandía, mango y aguacate a mercados de EE.UU. y Europa. Estas actividades generan empleo en regiones específicas. Sin embargo, enfrentan retos de inocuidad, logística y financiamiento para pequeños productores.

Para modernizar el agro, en 2025 se han impulsado algunas iniciativas público-privadas: por ejemplo, programas de agricultura climáticamente inteligente (que promueven prácticas de conservación de suelos y adaptación a cambios meteorológicos), planes de riego comunitario, e intentos de mejorar el acceso al crédito rural mediante cooperativas financieras. Organismos internacionales como el BID y la FAO colaboran en proyectos de diversificación de cultivos de alto valor (cacao, miel, acuicultura). Pero la implementación enfrenta limitaciones presupuestarias y débiles capacidades institucionales. En el presupuesto nacional, el Ministerio de Agricultura (MAGA) suele tener ejecución baja –en parte por trámites engorrosos–, retrasando la llegada de insumos o asistencia a campesinos.

En conclusión, el sector agrícola guatemalteco en 2025 continúa siendo crucial por su impacto social y en seguridad alimentaria, pero necesita transformaciones profundas para convertirse en un motor de crecimiento sostenible. Elevar la productividad de los pequeños productores, facilitar su integración a mercados formales y mitigar los riesgos climáticos son objetivos centrales. De lograrse, la agricultura podría retomar mayor dinamismo, reducir la pobreza rural y contribuir aún más a la economía nacional. Mientras tanto, permanece como un pilar tradicional con rendimiento subóptimo, pero imprescindible para la cohesión socioeconómica de Guatemala.

Sector Manufacturero

El sector manufacturero de Guatemala ha mostrado en 2025 un desempeño positivo y en evolución, consolidándose como uno de los motores del crecimiento económico y de la generación de empleo formal. La manufactura representa aproximadamente 15–18% del PIB guatemalteco e incluye ramas tan diversas como alimentos y bebidas, textiles y confecciones, productos químicos, plásticos, metalurgia ligera, entre otras. Durante 2025, varias de estas ramas experimentaron crecimientos notables, apoyadas por la demanda interna robusta y oportunidades de exportación.

Una industria destacada es la textil y de confección, que desde los años 90 ha sido un pilar en zonas francas (maquilas). Guatemala forma parte del tratado CAFTA-DR, lo que le permite exportar ropa y productos textiles a EE.UU. con preferencias arancelarias siempre que cumpla reglas de origen en insumos regionales. Tras años de altibajos, en 2022–2023 la industria de vestuario se benefició de disrupciones en las cadenas globales (muchas empresas de EE.UU. buscaron proveedores más cercanos para reducir dependencias de Asia). En 2025, ese proceso de nearshoring continuó beneficiando a Guatemala: las exportaciones de vestuario crecieron y se abrieron nuevas líneas de producción de textiles sintéticos y deportivos. La VESTEX (gremial del sector) ha promocionado al país como destino confiable de sourcing, aprovechando la reducción en tiempos de entrega frente a Asia. Este sector emplea decenas de miles de personas (mayoritariamente mujeres) en plantas de la capital y occidente, con salarios formales. No obstante, enfrenta desafíos como la competencia de Nicaragua y El Salvador (que también tienen CAFTA) y la necesidad de innovar en diseño y marcas propias para capturar mayor valor.

Otra rama en auge es la industria alimentaria y de bebidas. Impulsada tanto por la demanda interna (población en crecimiento, mayor consumo de alimentos procesados) como por exportaciones regionales, las empresas de alimentos reportaron buenos resultados a inicios de 2025. Encadenamientos agroindustriales –por ejemplo, procesamiento de frutas, café soluble, confitería, snacks– han añadido valor a la producción primaria. Asimismo, Guatemala exporta voluminosamente bebidas como jugos concentrados, cervezas y ron a mercados vecinos. La innovación de productosy adaptaciones a nichos (alimentos étnicos para mercados de la diáspora, productos orgánicos) son tendencias que algunas firmas han adoptado. Sin embargo, como se detalla en el anexo, la segunda mitad de 2025 trae señales de desaceleración en el consumo alimentario local, lo que ha generado cautela en este sector.

La manufactura química y plástica también ha mostrado resiliencia. Guatemala es un hub regional en producción de plásticos, detergentes, pinturas y farmacéuticos, exportando a Centroamérica significativamente. En 2025, la recuperación de la construcción en países vecinos elevó la demanda de materiales (tubos plásticos, artículos ferrosos, cemento –aunque este último es más construcción que manufactura–). Las empresas químico-farmacéuticas guatemaltecas, que abastecen mercado interno y exportan medicinas genéricas en la región, han mantenido crecimiento.

Un factor transversal es la adopción de tecnologías digitales y automatización en los procesos manufactureros, que si bien avanza de forma heterogénea, es cada vez más notoria. Las empresas grandes y orientadas a exportación han implementado sistemas avanzados de control de calidad, logística y manejo de inventarios (ERP), así como automatización en líneas de producción para aumentar eficiencia. En cambio, muchas pequeñas y medianas industrias locales aún operan con procesos tradicionales. Esta brecha tecnológico-productiva es un reto: las PYMEs manufactureras enfrentan barreras de costo y capital humano para digitalizarse, lo cual puede restarles competitividad.

Cabe mencionar la importancia de los encadenamientos productivos. Guatemala ha logrado integrarse en ciertas cadenas regionales de valor: por ejemplo, produce autopartes y arneses eléctricos para la industria automotriz regional, y manufactura componentes electrónicos simples (como tarjetas y cableado) para compañías internacionales. Estas integraciones han traído transferencia de tecnología y exigencias de estándares más altos, elevando la calidad promedio del sector. La presencia de empresas multinacionales en zonas francas (de EE.UU., Asia) también genera efecto derrame de conocimiento hacia proveedores locales.

En suma, el sector manufacturero guatemalteco en 2025 muestra fortaleza y adaptación. Ha sido un generador clave de empleo formal (aproximadamente 20% del empleo formal proviene de manufactura) y se mantiene como segundo mayor aportante de exportaciones después del agro. Para potenciar su futuro, las recomendaciones giran en torno a mejorar la productividad vía innovación, capacitación laboral y adopción tecnológica; fomentar la diversificación hacia productos de mayor valor (pasar de maquila a manufactura más integrada); y aprovechar plenamente las oportunidades de nearshoring atrayendo inversión extranjera que complemente las capacidades locales. De lograr esto, Guatemala podría consolidarse como un hub manufacturero regional, capitalizando su ubicación y mano de obra habilidosa, con miras a un desarrollo industrial más sofisticado.

Sector Servicios

El sector servicios ha emergido en la última década como el componente más dinámico y de mayor peso en la economía guatemalteca, y en 2025 esta tendencia se afianza. Los servicios contribuyen con más del 60% del PIB y abarcan actividades heterogéneas: comercio, restaurantes y hoteles, transporte, telecomunicaciones, servicios financieros, educación y salud privada, administración pública, entre otros. El crecimiento de este sector refleja tanto la evolución natural de una economía en diversificación como las nuevas oportunidades generadas por la transformación digital y los cambios en hábitos de consumo.

En servicios financieros, Guatemala ha experimentado una modernización acelerada impulsada por la digitalización y la búsqueda de mayor inclusión financiera. La banca tradicional ha expandido agresivamente sus canales electrónicos: aplicaciones móviles, home banking y billeteras digitales. Por ejemplo, el servicio de banca móvil ha crecido en usuarios –cada vez más guatemaltecos realizan transferencias y pagos desde el celular–, reduciendo la necesidad de efectivo. Esto se vio estimulado en parte por la pandemia y ha continuado. Además, fintechs locales han surgido ofreciendo soluciones de pago, crédito en línea y remesas digitales, presionando a la banca a innovar. Un resultado es que más personas tienen alguna forma de cuenta o monedero digital hoy que hace pocos años (aunque la inclusión financiera todavía ronda el 50% de la población adulta, existe una clara tendencia al alza).

La telefonía y conectividad es otro campo de notable crecimiento. Las compañías de telecomunicaciones han consolidado la cobertura de internet móvil 4G en la mayoría del territorio poblado, alcanzando cerca del 90% de las zonas habitadas, y han iniciado el despliegue comercial de 5G en áreas urbanas, con cobertura creciente pero aún limitada. El porcentaje de la población con acceso a internet superó el 60% en 2025, marcando un hito. Esto ha impulsado el surgimiento de nuevos servicios digitales: streaming de video y música, servicios en la nube para empresas, telemedicina incipiente, entre otros. Guatemala avanza en cerrar la brecha digital, aunque persisten retos en la calidad de la conexión en áreas rurales. La mejora en infraestructura digital es fundamental, pues ha abierto campo a emprendimientos tecnológicos y facilitado la operación de call centers y BPO (Business Process Outsourcing).

De hecho, los servicios de outsourcing empresarial –como centros de llamadas, soporte técnico y procesamiento de datos– se han consolidado como un nicho clave de exportación de servicios para Guatemala. Gracias a su ubicación geográfica y huso horario conveniente con EE.UU., junto con un pool de jóvenes bilingües en inglés que sigue creciendo, el país ha atraído numerosas empresas de contact centers. Para 2025, se estima que el sector de BPO emplea a más de 45 mil personas en Guatemala, generando divisas significativas. Este sector de servicios modernos es hoy uno de los principales empleadores de jóvenes urbanos con educación media o universitaria, y continúa expandiéndose hacia servicios más especializados, como outsourcing financiero, de recursos humanos y desarrollo de software a pequeña escala. La continuidad de esta tendencia depende de fortalecer la formación en idiomas y habilidades digitales, un área donde la colaboración entre el sector privado, academias y programas públicos está avanzando, aunque persisten desafíos en la escalabilidad del talento bilingüe para roles avanzados.

Otro subsector de servicios clave es el turismo. Tras el impacto severo de 2020, el turismo en Guatemala ha mostrado una recuperación constante. En 2025 ya se ve un repunte casi completo en turismo interno y un significativo retorno de visitantes internacionales. Las autoridades de INGUAT proyectan 3.4 millones de turistas internacionales en 2025, un 10% más que en 2024. Las divisas por turismo podrían alcanzar alrededor de US$1,300–1,400 millones en 2025, acercándose a niveles pre-pandemia. Dentro de este rubro, destacan el turismo cultural (principalmente hacia los sitios arqueológicos mayas como Tikal, ciudades coloniales como Antigua Guatemala, y festividades tradicionales) y el ecoturismo o turismo de naturaleza (atractivos como el lago Atitlán, volcanes, reservas naturales). Estas modalidades han mostrado particular resiliencia y crecimiento, aprovechando tendencias globales de viajeros en busca de experiencias auténticas y sostenibles. Adicionalmente, el turismo interno –guatemaltecos viajando dentro del país– ha crecido alrededor de 6% anual, estimulando economías locales. Para potenciar el turismo, Guatemala apuesta por la diversificación (por ejemplo, desarrollo del destino Maya El Mirador mediante el proyecto “Cuatro Balam”) y mejoras de infraestructura (aeródromos locales, carreteras a sitios turísticos).

En comercio y servicios personales, 2025 refleja cambios en los patrones de consumo. El comercio al por menor se ha ido formalizando lentamente: cadenas de supermercados y tiendas de descuento amplían su presencia, compitiendo con el comercio informal tradicional. Asimismo, los servicios de entrega a domicilio han explotado en popularidad en áreas urbanas –plataformas tipo delivery para comida, supermercados y paquetería–, creando a su vez empleos en logística de última milla. Servicios de entretenimiento como cines, parques temáticos, eventos deportivos y culturales retomaron su dinamismo con gran afluencia tras las restricciones pasadas.

Los servicios profesionales y empresariales (asesorías, contabilidad, legales, marketing) se han beneficiado del surgimiento y formalización de muchas PYMEs, así como de la llegada de inversión extranjera. Cada vez más empresas requieren consultores en digitalización, cumplimiento normativo o estrategia, lo que impulsa este segmento de alto valor agregado.

En resumen, el sector servicios en Guatemala en 2025 es vibrante y diverso, reflejando una economía que se moderniza y urbaniza. El crecimiento de servicios financieros digitales, telecomunicaciones, outsourcing y turismo son señales alentadoras de transformación económica. Para sostener esta dinámica, es clave continuar invirtiendo en capital humano (educación, bilingüismo, habilidades tecnológicas) y en infraestructura (digital y física), de modo que los servicios puedan seguir impulsando el empleo y la competitividad. Dado que los servicios suelen ofrecer mayor valor agregado y resiliencia, su fortalecimiento augura una estructura económica más estable e inclusiva hacia el futuro.

Mercado Laboral

El mercado laboral guatemalteco en 2025 presenta una realidad compleja: por un lado, se observan mejoras graduales en la generación de empleo formal y oportunidades en sectores dinámicos; por otro lado, persisten desafíos estructurales como la alta informalidad, subempleo y brechas de habilidades. La población económicamente activa de Guatemala supera los 7 millones de personas, con una tasa de participación laboral relativamente elevada entre los hombres pero baja entre las mujeres (aprox. 53% de hombres en la PEA vs solo un aprox. 38% de mujeres, una de las tasas más bajas de la región), reflejo de barreras culturales y falta de oportunidades para la mujer.

Durante 2025, las tendencias de demanda laboral han sido diferenciadas por sectores. Según encuestas empresariales, tres sectores mostraron incrementos significativos en las intenciones de contratación: tecnologías de la información (TI)servicios de comunicación y manufactura. Por ejemplo, la Encuesta de Expectativas de Empleo de ManpowerGroup reportó que para el tercer trimestre de 2025, el sector de TI en Guatemala tenía la expectativa neta de empleo más alta (45% de empleadores planeando aumentar personal), seguido de transporte y logística (42%) y energía (40%), todos por encima del promedio nacional. Esto indica un cambio estructural donde las actividades asociadas a la economía digital y cadenas de suministro modernas están tirando de la demanda de trabajo. Al contrario, sectores tradicionales como agricultura, comercio informal y servicios gubernamentales permanecen estables o con crecimiento lento de empleos.

La informalidad laboral sigue siendo el principal talón de Aquiles. Alrededor del 80% de los trabajadores ocupados están en la informalidad (sin cobertura de seguridad social), lo que implica baja productividad y escasa protección. Mucha de esta informalidad se concentra en agricultura de subsistencia, microcomercios, trabajo doméstico y emprendimientos familiares. Aunque se han creado empleos formales en la industria, call centers y comercio formal, el ritmo de absorción formal no es suficiente para el crecimiento de la PEA. Cada año se incorporan decenas de miles de jóvenes al mercado laboral, muchos de los cuales terminan en la economía informal o migrando al exterior ante la falta de plazas de calidad.

En materia de salarios, a finales de 2024 el gobierno fijó nuevos salarios mínimos para 2025 (Acuerdo Gubernativo 264-2024), manteniendo la diferenciación por sector: uno para actividades agrícolas, otro para no agrícolas, y uno específico para maquila/exportación. Los incrementos fueron modestos en términos reales (alrededor de 4% nominal respecto al año anterior). Para 2025, el salario mínimo diario quedó cerca de Q102 en sector agrícola y Q120 en no agrícola (aproximadamente US$13-15 por día). Este tema sigue siendo debatido: sindicatos argumentan que el salario mínimo no cubre el costo de la canasta básica, mientras empresarios señalan que aumentos mayores afectarían la competitividad y formalización. Por ahora, el ajuste salarial de 2025 buscó equilibrio: otorgar un alivio a los trabajadores ante la inflación pasada, pero sin desincentivar la contratación formal. Aun así, muchos trabajadores informales ganan por debajo de esos mínimos, reflejando la segmentación del mercado.

Una tendencia significativa es la creciente importancia de las competencias digitales y técnicas en la empleabilidad. Puestos en los sectores de TI, servicios financieros, telecomunicaciones y manufacturas modernas requieren personal capacitado (programadores, técnicos en redes, operarios de maquinaria CNC, etc.). Esto ha generado, por un lado, oportunidades para jóvenes graduados de carreras tecnológicas y formados en idiomas, que encuentran empleos bien remunerados en empresas globales o como freelance en línea. Por otro lado, existe un déficit de habilidades en buena parte de la fuerza laboral, que no posee certificaciones ni entrenamiento en estas áreas, lo que les margina de las nuevas oportunidades. Para cerrar esta brecha, se han expandido programas de capacitación: por ejemplo, el INTECAP (instituto técnico de capacitación) ofrece cursos en programación, soporte técnico, cocina profesional, mecánica automotriz, etc., que en 2025 han tenido alta demanda. También hay iniciativas de reconversión laboral apoyadas por la cooperación internacional para entrenar a ex trabajadores agrícolas en oficios urbanos.

En términos de desempleo abierto, las estadísticas oficiales suelen reportarlo bajo (alrededor de 3-4%), pero esto es engañoso dado el alto subempleo e informalidad. La mayoría de personas no pueden costear estar desempleadas, por lo que se ocupan en cualquier actividad (así sea de medio tiempo o mal pagada). Más útil es observar la proporción subempleada o buscando mejorar su empleo, que es alta. En 2025 se percibe una leve mejora: ciertas empresas reportan dificultad para llenar vacantes especializadas (como programadores, personal bilingüe), lo que indica que en segmentos de alta calificación, la demanda de trabajo supera a la oferta disponible local. Esto incluso ha empezado a presionar salarios al alza en esos nichos.

Una novedad en el mercado laboral 2025 es el auge de la gig economy o trabajos por cuenta propia mediados por plataformas digitales (por ejemplo, repartidores de apps, conductores de transporte tipo Uber, freelancers en diseño/gráfica en plataformas en línea). Cada vez más guatemaltecos, principalmente jóvenes urbanos, participan de esta economía de “trabajos pequeños”, que provee ingresos flexibles pero sin prestaciones. Se estima que miles de personas generan su sustento parcial o total a través de estas plataformas. Si bien ofrecen una salida al desempleo tradicional, plantean retos de protección social y regulaciones laborales adaptadas.

En resumen, el mercado laboral guatemalteco en 2025 avanza lentamente hacia la formalización y modernización, pero sin cambios disruptivos aún. Los sectores punta generan empleos de calidad, pero no a la escala necesaria para absorber la fuerza laboral poco calificada que prevalece. Se requieren esfuerzos sostenidos en educación y capacitación para alinear la oferta laboral con la demanda emergente, así como políticas que incentiven la formalización (simplificación tributaria para pequeñas empresas, reducción de costos de contratación, etc.). De lo contrario, la dualidad de un pequeño segmento formal bien remunerado vs. una masa de trabajadores informales de baja productividad podría acentuarse. Aun así, las perspectivas son alentadoras en cuanto a que, con estabilidad macro y crecimiento económico, la demanda de trabajo seguirá en aumento –particularmente si el país atrae inversiones industriales y tecnológicas–. El desafío es traducir el crecimiento en empleo inclusivo, elevando la calidad de vida de la población trabajadora en general.

Pequeñas y Medianas Empresas

Las pequeñas y medianas empresas (PYMES) son la columna vertebral del tejido productivo guatemalteco. Se calcula que más del 90% de las unidades económicas del país son micro, pequeñas o medianas empresas, las cuales generan en conjunto alrededor de 80% del empleo total (principalmente informal) y contribuyen aproximadamente 35-40% del PIB. En 2025, las PYMES en Guatemala enfrentan una situación de oportunidades y desafíos. Por un lado, se están abriendo nuevas posibilidades gracias a la digitalización y la integración comercial; por otro, persisten limitaciones estructurales en acceso a financiamiento, tecnología y formalización.

Uno de los mayores obstáculos históricos ha sido el acceso al crédito. Las PYMES suelen carecer de garantías reales (propiedades, colaterales) y de historiales crediticios formales, lo que dificulta que la banca tradicional les otorgue préstamos en condiciones favorables. Aunque el sistema financiero guatemalteco es líquido, la mayor parte del crédito se concentra en grandes empresas y consumo. Para muchas pequeñas empresas, los préstamos disponibles vienen con tasas de interés altas (a menudo por encima de 12-15% anual en quetzales) y plazos cortos, o deben recurrir a financieras informales con costos mayores. En 2025 se han visto algunos avances: bancos y cooperativas están implementando programas de crédito MIPYME con garantía parcial del Estado o apoyados por banca multilateral, lo que reduce el riesgo y tasa para el pequeño empresario. También han surgido plataformas de financiamiento alternativo, como factoring electrónico y préstamos peer-to-peer, aunque aún incipientes. Pese a ello, la falta de capital sigue limitando la capacidad de las PYMES para crecer, invertir en maquinaria o resistir shocks.

La adopción tecnológica por parte de las PYMES se aceleró en los últimos años, especialmente debido a la pandemia que obligó a migrar a canales digitales. En 2025, muchas pequeñas empresas de comercio adoptaron ventas por redes sociales o en marketplaces en línea locales. El comercio electrónico en Guatemala, si bien partió de niveles bajos, crece a tasas de dos dígitos. Datos de la Cámara de Comercio indican que en 2025 el volumen de e-commerce podría rondar US$2.7 mil millones (incluyendo compras locales e internacionales por internet), y se proyecta que alcance US$5.3 mil millones para 2027. Esto representa una gran oportunidad para las PYMES de ampliar su mercado más allá de su localidad física. De hecho, tiendas en línea de productos hechos en Guatemala (artesanías, moda, alimentos especiales) han empezado a vender a consumidores extranjeros mediante plataformas globales, algo impensable hace unos años. La penetración de pagos digitales también ayuda: más guatemaltecos usan tarjetas de débito/crédito o billeteras para pagar, facilitando las ventas a distancia.

El gobierno y organizaciones gremiales han mantenido o lanzado programas de apoyo a PYMES. Existe un viceministerio específico para desarrollo de la microempresa que brinda capacitaciones en gestión, contabilidad, planes de negocio, etc. Durante 2025 continuaron iniciativas como ruedas de negocios para PYMES (acercándolas a grandes compradores), ferias de emprendimiento, y capital semilla para startups tecnológicas a través de concursos. Sin embargo, la efectividad de estos programas es variable. Empresas que ya tenían cierto nivel de organización suelen aprovechar mejor la capacitación y contactos; en cambio, microempresas más informales o de áreas rurales a veces quedan fuera por falta de información o requisitos formales. Se ha identificado que uno de los factores de éxito es la asociatividad: PYMES que se agrupan en cooperativas o clústeres (por ejemplo, artesanos, pequeños productores agrícolas) logran acceder a mercados y apoyos con mayor facilidad que aisladas.

Un reto importante es la formalización empresarial. Muchas PYMES operan en la informalidad para evitar cargas fiscales y trámites, pero ello limita su acceso a mercados formales y financiamiento bancario. El gobierno ha tratado de simplificar algunos procesos (por ejemplo, el registro “MiEmpresa” en línea para crear empresas unipersonales rápidamente), así como promover regímenes fiscales simplificados para pequeños negocios. Aún así, la percepción de trámites engorrosos, fiscalización agresiva y pocos incentivos tangibles desalienta a muchas a formalizarse. En consecuencia, se estima que más del 70% de las PYMES guatemaltecas siguen sin registrarse oficialmente o no tributan regularmente.

La informalidad empresarial limita que estas unidades accedan a beneficios como seguros, contratos con grandes empresas o el Estado, y programas de apoyo gubernamental. Por ejemplo, durante la pandemia hubo ayudas para MIPYMES formales (créditos blandos, subsidios salariales), de las cuales muchas informales quedaron excluidas.

Por otro lado, cabe destacar el espíritu emprendedor guatemalteco. Cada año surgen miles de nuevos negocios, especialmente en comercio y servicios. En 2025 se ha visto mucho emprendimiento digital: jóvenes creando pequeñas agencias de marketing digital, tiendas de ropa en Instagram, servicios de catering, etc. Este dinamismo es positivo, pero la mortalidad empresarial sigue siendo alta –la mayoría de emprendimientos no supera los 2 años de vida por falta de escalamiento–.

En conclusión, las PYMES guatemaltecas en 2025 atraviesan una etapa de transición. Están llamadas a jugar un rol clave en la creación de empleo y la innovación, pero para ello requieren un ecosistema más favorable: crédito accesible, soporte técnico, simplificación regulatoria y mercado justo (por ejemplo, combatir la competencia desleal de contrabando que afecta a pequeños fabricantes locales). Las oportunidades derivadas de la digitalización y los mercados globales están ahí, y algunas PYMES guatemaltecas ya las están aprovechando exitosamente. La prioridad es masificar esos casos de éxito y derribar las barreras que mantienen a muchas estancadas en baja productividad. Si se logra integrar a más PYMES al sector formal, con tecnología y financiamiento, Guatemala podría ver un impulso significativo en crecimiento inclusivo, ya que son estas empresas las que sostienen la economía popular y comunitaria a lo largo del país.

Comportamientos de Consumo

Patrones de Consumo de Hogares

Los patrones de consumo de los hogares guatemaltecos en 2025 reflejan la interacción compleja de factores económicos, sociales y tecnológicos. En general, Guatemala sigue siendo un país de ingreso medio-bajo, por lo que una gran proporción de los hogares destina la mayor parte de su gasto a satisfacer necesidades básicas. La canasta básica de alimentos (CBA) –conformada por productos esenciales como maíz, frijol, arroz, azúcar, huevos, etc.– continúa representando una fracción muy significativa del presupuesto familiar, especialmente en los deciles de menor ingreso. A agosto de 2025, el costo per cápita mensual de la CBA urbana era de Q922.50; esto implica que para un hogar típico de 4 personas, solo la alimentación básica ronda los Q3,800 mensuales, equivalente a unos US$480. Dado que el salario mínimo mensual es de aprox. Q3,122 en actividades no agrícolas, se evidencia que muchos hogares tienen dificultades para cubrir la totalidad de la canasta con sus ingresos laborales, debiendo priorizar estrictamente.

No obstante, se observan cambios graduales en la composición del gasto de los hogares, impulsados por la lenta pero sostenida mejora en el nivel de vida promedio, las remesas y las aspiraciones sociales. Por ejemplo, ha venido aumentando la proporción del gasto destinada a educación. Cada vez más familias –incluso de estratos medio-bajos– invierten en educación privada para sus hijos (sea colegio, cursos de inglés, computación) con la expectativa de mejorar su futuro. Asimismo, el gasto en salud privada ha crecido: la proliferación de clínicas médicas y dentales accesibles, así como el mayor conocimiento sobre seguros médicos, ha llevado a que algunos hogares recurran a servicios de salud pagados en lugar de esperar en el saturado sistema público, especialmente para atención primaria y medicamentos.

Otro rubro en alza es el de comunicaciones y tecnología. Hace dos décadas, prácticamente no existía en la canasta familiar el gasto en internet o teléfonos móviles; hoy, incluso familias de bajos ingresos consideran indispensables ciertos servicios como el paquete de datos para el celular. Estudios de mercado indican que los hogares guatemaltecos destinan en promedio cerca de un 8–10% de su gasto a comunicaciones (teléfono, internet, televisión de paga), un porcentaje mayor que el que se destina a vestuario, por ejemplo. Esto refleja cómo la conectividad digital se ha convertido en parte de la vida cotidiana y prioritaria en consumo.

En cuanto a la canasta alimentaria, se han observado transformaciones sutiles en los hábitos de alimentación. Si bien los productos frescos y tradicionales (maíz, frijol, verduras, carnes) siguen siendo la base, ha habido una diversificación hacia productos procesados y de conveniencia. La participación de alimentos empacados, lácteos pasteurizados, cereales listos, bebidas gaseosas y comida rápida en la dieta ha aumentado, especialmente en áreas urbanas. Esto está influenciado por la urbanización y el cambio de estilos de vida (más mujeres trabajando fuera de casa, menos tiempo para cocinar extenso), así como por la penetración de supermercados y tiendas de conveniencia que facilitan estos productos. Un ejemplo: el consumo per cápita de pan de molde y tortillas empacadas ha subido, restando algo de terreno a la tortilla de maíz tradicional hecha en casa. Del mismo modo, la preferencia por aceites vegetales refinados o bebidas lácteas saborizadas ha crecido en detrimento de preparaciones caseras. Estas tendencias benefician a la industria alimentaria, pero también plantean desafíos de nutrición (mayor consumo de azúcares y grasas saturadas en sectores urbanos).

El consumo de servicios básicos como vivienda (alquiler, pago de hipoteca) y transporte absorbe otra parte fundamental del presupuesto familiar. En ciudades como Ciudad de Guatemala, muchas familias gastan hasta la cuarta parte de sus ingresos en alquileres. En transporte, los gastos en gasolina o pasajes de bus afectan fuertemente a la clase media debido al tráfico urbano y largas distancias.

Un factor crucial que ha moldeado los patrones de consumo es, como se mencionó, el ingreso proveniente de remesas. Hogares receptores de remesas tienden a gastar más en ciertas áreas que antes eran consideradas lujo: mejora de la vivienda (materiales, electrodomésticos), educación privada, e incluso entretenimiento. Estudios han mostrado que las remesas reducen la incidencia de pobreza y permiten a los hogares diversificar su consumo más allá de la mera subsistencia. Sin embargo, en 2025 se sospecha que una proporción de esas remesas está siendo ahorrada precautoriamente (ver anexo), lo que podría estar conteniendo parcialmente un boom de consumo mayor.

En síntesis, los hogares guatemaltecos en 2025 mantienen patrones de consumo donde lo esencial predomina, pero con indicios de evolución hacia una canasta más variada a medida que mejoran sus ingresos y aspiraciones. Aún coexisten realidades muy dispares: sectores de altos ingresos con hábitos de consumo similares a países desarrollados (compras en línea, viajes, restaurantes gourmet) y una mayoría de bajos ingresos enfocada en el día a día. Las políticas económicas –como la estabilidad de precios lograda– inciden notablemente: la baja inflación en alimentos en 2025 ha dado un alivio a los bolsillos, permitiendo cierto espacio para consumos discretionales. No obstante, la sensibilidad a los precios sigue siendo alta; un repunte inflacionario rápidamente retraería gastos no esenciales. Por ello, entender y monitorear estos patrones de consumo es vital para empresas y formuladores de políticas, de modo que puedan adaptarse a las necesidades reales de la población guatemalteca y promover un consumo sostenible y saludable.

Transformación Digital del Consumo

La transformación digital ha irrumpido con fuerza en los comportamientos de consumo en Guatemala durante los últimos años, y 2025 consolida muchas de estas tendencias. Cada vez más, el consumidor guatemalteco interactúa, decide y realiza sus compras a través de medios digitales, particularmente mediante dispositivos móviles. Este fenómeno, aunque más pronunciado en áreas urbanas y en las generaciones jóvenes, se está expandiendo transversalmente.

Una de las manifestaciones más claras es el crecimiento del comercio electrónico. Si bien Guatemala estaba rezagada en e-commerce respecto a otras economías latinoamericanas, la pandemia sirvió de catalizador para su adopción. En 2025, comprar en línea se ha vuelto relativamente común en ciertos segmentos: adquisición de electrónicos, ropa, pedidos de supermercado e incluso muebles a través de plataformas web. El mercado de retail online se ha duplicado en los últimos 3–4 años. Como indicamos, se proyecta que el volumen de comercio electrónico local (excluyendo compras de guatemaltecos en sitios extranjeros) crezca alrededor de 20% anual en los próximos años. Los grandes minoristas nacionales han invertido en sus tiendas en línea y servicios de entrega; asimismo, emprendimientos de nicho aprovechan redes sociales y marketplaces (como Marketplace de Facebook, Instagram Shopping) para vender. Este cambio está democratizando el acceso a productos: un cliente en un departamento del interior ahora puede encargar productos que antes solo estaban en la capital.

Junto al e-commerce, han proliferado los servicios de pago digital. Aplicaciones de pago móvil, transferencias interbancarias vía ACH en 24 horas, y recientemente códigos QR y billeteras electrónicas, facilitan transacciones sin efectivo. Por ejemplo, las remesas mismas están migrando parcialmente a canales digitales: algunos migrantes envían dinero directamente a cuentas o billeteras, reduciendo costos de envío y permitiendo a los familiares recibirlos en apps móviles en lugar de efectivo, lo que mejora la seguridad. Aunque la economía guatemalteca sigue siendo en gran parte cash, se nota un cambio generacional: los jóvenes profesionales raramente cargan efectivo y prefieren pagar todo con tarjeta o teléfono.

Las redes sociales se han convertido en canales de influencia potentes en las decisiones de consumo. Guatemala tiene millones de usuarios de Facebook, WhatsApp, Instagram y TikTok, y muchas pymes han encontrado en estas redes su vitrina principal de publicidad. Influencers locales promocionan desde ropa hasta servicios financieros, y los consumidores –en especial menores de 35 años– confían cada vez más en recomendaciones y reseñas en línea. Esto ha obligado a las marcas a volcar esfuerzos al marketing digital: en 2025, se estima que más del 30% del gasto publicitario en Guatemala ya es en medios digitales, un porcentaje impensable hace una década.

Un sector transformado digitalmente es la banca y los servicios financieros (mencionado arriba): la posibilidad de realizar transacciones, pagos de recibos, consultas de saldo y hasta solicitar préstamos personales desde una app ha cambiado la experiencia del usuario. Asimismo, los servicios gubernamentales empiezan a digitalizar la interacción con ciudadanos: por ejemplo, pago de impuestos, multas de tránsito, solicitud de antecedentes penales, etc., se pueden gestionar en línea, ahorrando tiempo a la población.

La entrega a domicilio es otro aspecto del consumo revolucionado. Aplicaciones de entrega (Glovo, Hugo, Uber Eats y similares) se han vuelto parte de la rutina en zonas urbanas. Restaurantes, farmacias y tiendas se integraron a estas plataformas, y los consumidores adoptaron la conveniencia de recibir sus pedidos en casa u oficina. Esto no solo crea nuevos patrones de consumo (pedir comida en lugar de cocinar, por ejemplo), sino que genera un subsector económico de repartidores y operadores logísticos.

Sin embargo, la transformación digital también trae desafíos: no toda la población tiene acceso igualitario. Persiste una brecha digital: zonas rurales y personas de mayor edad quedan rezagadas, lo que puede ampliar desigualdades en acceso a información y precios competitivos. Además, la rápida digitalización conlleva riesgos en seguridad cibernética y estafas en línea, un terreno en el que los consumidores guatemaltecos aún se están educando.

En suma, la vida del consumidor guatemalteco promedio en 2025 está significativamente más conectada y digitalizada que años atrás. Desde cómo se informa (noticias en redes, recomendaciones en línea), cómo paga (menos efectivo, más medios digitales) hasta cómo recibe bienes y servicios (entregas a domicilio, streaming en lugar de TV tradicional), los cambios son notorios. Esta tendencia se profundizará a medida que la penetración de internet crezca (ya en 2025 supera 60%) y que las empresas continúen innovando en la oferta digital. La clave estará en lograr que esta transformación beneficie a la mayoría –con inclusión digital– y en proteger al consumidor en el nuevo entorno virtual.

Consumo de Bienes Durables

El consumo de bienes duraderos (aquellos de larga vida útil, como vehículos, electrodomésticos, equipos electrónicos, muebles, etc.) ha mostrado un dinamismo significativo en Guatemala durante 2025, respaldado por la estabilidad macroeconómica, la mayor disponibilidad de crédito y las aspiraciones de los hogares por mejorar su calidad de vida. Tradicionalmente, la adquisición de bienes durables en el país estaba restringida a minorías con altos ingresos; sin embargo, en la última década se ha democratizado en cierta medida su acceso, con más familias de clase media y media-baja pudiendo adquirir gradualmente estos bienes.

Uno de los indicadores clave es la venta de vehículos. En 2025, las condiciones económicas favorables y ofertas crediticias competitivas han impulsado la compra de vehículos, especialmente motocicletas y automóviles usados. Las motocicletas se han popularizado enormemente como medio de transporte asequible: decenas de miles se venden cada año, facilitando movilidad laboral incluso en zonas rurales. En cuanto a automóviles, históricamente el mercado guatemalteco se inclinaba por importación de vehículos usados de EE.UU. (carros de segunda mano) debido a su precio inferior. Esto sigue siendo cierto: una porción mayoritaria de vehículos que se integran al parque son importados usados. No obstante, se observó un crecimiento gradual en la demanda de vehículos nuevos, particularmente en segmentos de precio medio (sedanes compactos, SUVs pequeñas ensambladas en Asia) que resultan relativamente accesibles con financiamiento. Los bancos y financieras ofrecen plazos de hasta 5 años con cuotas manejables, atrayendo a segmentos emergentes de clase media a estrenar auto. Como resultado, las ventas de vehículos nuevos registraron un incremento de un dígito alto en 2025 comparado a 2024, según la Asociación de Importadores. También hay más interés en vehículos eficientes y motocicletas eléctricas, aunque su penetración aún es incipiente por costos.

En el hogar, los electrodomésticos han experimentado un boom moderado. Artículos como refrigeradores, lavadoras, cocinas de gas, televisores de pantalla plana y aires acondicionados se han vuelto más comunes incluso en hogares de ingresos medianos, gracias a dos factores: la oferta de financiamiento en tiendas (ventas a plazos con cuotas quincenales) y la bajada de precios real por avances tecnológicos. Muchas tiendas departamentales y cadenas como Elektra, Curacao, etc., orientadas al segmento popular, facilitan la compra a crédito con mínimos requisitos, permitiendo que familias adquieran estos bienes y paguen en 12, 18 o 24 cuotas. Los programas de eficiencia energética empiezan a permear en las decisiones: algunos consumidores de ingresos más altos optan por refrigeradores o aires acondicionados con etiqueta de eficiencia para ahorrar electricidad a largo plazo, aunque en general el precio sigue siendo el factor determinante para la mayoría. Aún así, se nota un recambio: por ejemplo, los televisores CRT fueron casi totalmente sustituidos por pantallas LED en los últimos años, y en 2025 gran parte de hogares urbanos dispone de al menos una TV moderna.

En cuanto a equipos electrónicos personales, el consumo ha mantenido una trayectoria robusta. Teléfonos inteligentes, tabletas, laptops y dispositivos de entretenimiento como consolas de videojuegos son muy demandados por la población joven. Guatemala importa masivamente teléfonos móviles (principalmente de gama media-baja de marcas chinas) y se estima que hay más líneas móviles activas que habitantes, evidenciando que muchos poseen más de un dispositivo móvil. La necesidad de conectividad para trabajo, estudio y ocio –acelerada por la pandemia– hizo que hogares prioricen la compra de al menos un smartphone y una computadora básica. En 2025, con el retorno a la normalidad, la venta de laptops para estudiantes y home office sigue alta, aunque no con el pico de 2020. Las familias con más recursos invierten en electrodomésticos de entretenimiento (sistemas de sonido, Smart TVs grandes, etc.), y la penetración de internet permite aprovecharlos vía streaming. Un indicador: la suscripción a servicios de streaming de video (Netflix, Disney+, etc.) creció en doble dígito en 2025, lo que a su vez incentiva la compra de mejores pantallas y dispositivos.

El sector de la construcción y mejoramiento de vivienda se ha visto dinámico también. Impulsado en parte por las remesas (que suelen canalizarse a mejoras habitacionales), 2025 registra mucha actividad en ampliaciones de casas, construcción de viviendas familiares en áreas rurales y compra de terrenos para edificar. Los remeseros envían dinero que se invierte en materiales de construcción –bloques, cemento, lámina–, generando demanda para la industria local de materiales. Además, el gobierno y bancos han implementado programas de crédito hipotecario de interés social con tasas subsidiadas para vivienda nueva de bajo costo, lo cual permitió a algunos hogares dar el salto de alquilar a ser propietarios. Aunque el déficit de vivienda sigue en millones de unidades, estas iniciativas sumadas a remesas han producido un auge en ventas de lotes y casas modestas en la periferia de ciudades. Por consiguiente, productos durables asociados a la vivienda (sistemas eléctricos, sanitarios, muebles básicos) también han tenido buen movimiento.

En general, el consumidor guatemalteco del segmento emergente ve en los bienes duraderos una forma de progresar y mejorar su bienestar. Poseer un vehículo, equipar su casa con electrodomésticos o tener un smartphone no es solo un hecho utilitario, sino también de status y aspiración. Gracias al entorno económico estable de 2025 (baja inflación, facilidades crediticias), muchos han podido concretar estas metas. Eso sí, la cultura de compra responsable es un área a trabajar: con el crédito al consumo más disponible, existe riesgo de sobreendeudamiento de familias si la economía se tuerce. No obstante, por ahora la morosidad se ha mantenido controlada en el sistema financiero, indicando que la mayoría está pudiendo pagar sus cuotas.

En conclusión, el consumo de bienes durables en Guatemala muestra una tendencia ascendente, señal de confianza de los hogares en su situación financiera presente y futura. Este fenómeno no solo mejora la calidad de vida doméstica, sino que impulsa sectores industriales, comerciales y financieros asociados. Continuará ligado a la estabilidad de la economía: siempre que los ingresos (salarios, remesas) crezcan y el crédito fluya, es de esperar que más familias adquieran gradualmente aquellos bienes duraderos que antes estaban fuera de su alcance, cerrando así brechas de bienestar.

Consumo de Servicios

El consumo de servicios ha sido el segmento de consumo de más rápida transformación en Guatemala durante 2025. Conforme aumenta el ingreso disponible y evoluciona el estilo de vida, los hogares destinan una mayor proporción de su gasto a diversos servicios, algunos tradicionales y otros completamente nuevos.

En el ámbito de servicios financieros, como se mencionó, la adopción de la banca digital y los pagos electrónicos ha cambiado la forma en que los consumidores interactúan con el dinero. Muchos guatemaltecos hoy pagan servicios (agua, electricidad, telefonía) mediante plataformas o agentes bancarios, contratan seguros de vida o médicos a través de asesores virtuales, e incluso invierten en fondos o criptomonedas mediante aplicaciones (aunque esto último todavía es incipiente y restringido a un nicho de población). La inclusión financiera está en aumento: la última encuesta Findex (2021) situó la titularidad de cuentas bancarias en alrededor de 44%, y se estima que para 2025 superó el 50%. Esto significa que millones están accediendo por primera vez a servicios como créditos formales, ahorros seguros y seguros básicos. Las remesas, por ejemplo, han impulsado la apertura de cuentas en cooperativas por parte de familiares receptores para manejarlas mejor.

Los servicios de telecomunicaciones siguen en auge. Cada año, más hogares contratan internet de banda ancha o amplían su plan de datos móviles. También los servicios de suscripción de telefonía celular se diversifican: combos que incluyen datos ilimitados para ciertas redes sociales, paquetes familiares, etc. La competencia entre dos grandes operadores móviles ha beneficiado al consumidor con tarifas más asequibles. Como resultado, la demanda por datos creció exponencialmente (en 2025 el tráfico de datos móviles per cápita fue más del doble que en 2020). Además, la televisión por cable ha dado paso a combos de internet+TV o a la adopción simplemente de streaming. En áreas con mejor conexión, hay hogares que prescinden de la TV por suscripción tradicional y consumen todo su entretenimiento vía internet.

En entretenimiento y cultura, los hábitos también cambiaron: el consumo de servicios de streaming (Netflix, Spotify, etc.) se disparó, compitiendo con el cine y la TV convencional. No obstante, los cines y eventos en vivo volvieron con fuerza tras la pandemia. Durante 2025, conciertos de artistas internacionales en Guatemala tuvieron llenos totales, y se observa más disposición de la población a gastar en experiencias (viajes internos, conciertos, espectáculos deportivos) cuando su situación económica lo permite. El entretenimiento en el hogar es otra área: las suscripciones a paquetes de TV satelital se mantuvieron, pero con crecimiento plano o negativo, mientras que los servicios digitales aumentan. Las empresas de telecomunicaciones incluso ofrecen sus propias plataformas de entretenimiento para retener clientes.

Los servicios profesionales (educación privada, salud privada, asesorías) han visto un crecimiento en la demanda. Cada vez más familias de clase media inscriben a sus hijos en colegios privados; de hecho, la matrícula en escuelas públicas ha decrecido ligeramente mientras la privada aumenta, a pesar del costo, lo que habla de una voluntad de invertir en calidad educativa. En salud, proliferaron clinícas privadas de bajo costo (por ejemplo, cadenas de clínicas odontológicas, laboratorios clínicos con paquetes promocionales) que son utilizados incluso por personas de ingresos modestos, complementando la deficiente atención pública. Asimismo, se vendieron más seguros médicos individuales y familiares en 2025 que nunca antes, al tomar conciencia durante la pandemia de los costos de enfermedades graves; aunque en porcentaje de población sigue siendo bajo (menos del 10% tiene seguro médico privado), la tendencia es ascendente.

Otro rubro importante es el turismo interno, ya mencionado. Viajar dentro del país se ha convertido en un gasto aspiracional para muchas familias. Los fines de semana largos y épocas de vacaciones ven a cientos de miles de guatemaltecos visitando destinos turísticos nacionales. Esto a su vez impulsa los servicios de hospitalidad (hoteles, hostales, AirBnB), gastronomía (restaurantes locales experimentan afluencia de turistas), y servicios de transporte interno (alquiler de autos, tours). En 2025, el turismo interno se proyectó crecer un 6%, apoyado en campañas como «Visita Guatemala» y mejoras en infraestructura carretera hacia destinos clave.

También cabe mencionar los servicios de transporte urbano que evolucionaron: aparte del transporte público tradicional, plataformas de transporte privado (Uber, InDriver) ganaron usuarios constantes en la capital y ciudades grandes, considerándose por muchos un gasto necesario para viajes seguros de punto a punto, pese a costar más que un bus. Esto refleja cómo el consumidor está dispuesto a pagar más por comodidad y seguridad, en la medida de sus posibilidades.

En general, la dirección del consumo de servicios apunta a que los guatemaltecos, conforme aumentan ligeramente sus ingresos, destinan más a servicios que mejoran su bienestar o les ahorran tiempo. El valor del tiempo parece estar subiendo en la valoración de la gente: se paga por entregas a domicilio, por transporte rápido, por soluciones en línea que evitan filas, etc. Este es un signo de un mercado de consumo madurando, que va más allá de bienes tangibles y valora experiencias y facilidades.

No obstante, hay que considerar que muchos de estos servicios siguen siendo accesibles principalmente a la población urbana y de ingresos medio-altos. Una gran parte de la población rural o pobre consume muy pocos servicios formales –dependiendo casi exclusivamente de lo público o lo comunitario (escuela pública, transporte colectivo informal, entretenimiento gratuito). La brecha en consumo de servicios es un reflejo más de la desigualdad social.

En conclusión, el 2025 muestra un panorama donde el gasto en servicios en Guatemala es el que experimenta las transformaciones más aceleradas –digitalización, personalización, variedad–. Los consumidores jóvenes son los abanderados de estos cambios, arrastrando gradualmente a otros grupos. Para las empresas y emprendedores, el reto y la oportunidad están en innovar en la oferta de servicios, aprovechar la predisposición creciente del público a probar nuevas soluciones, y expandir el alcance hacia esos segmentos que aún están al margen de la revolución de servicios, ya sea por costo o falta de acceso.

Factores Determinantes del Consumo

Los comportamientos de consumo en Guatemala están determinados por una combinación de factores estructurales de largo plazo y dinámicas coyunturales propias del momento actual (2025). Entender estos determinantes es crucial para anticipar cómo podrían evolucionar las pautas de consumo en el futuro próximo.

Uno de los factores más influyentes es, sin duda, el nivel de ingreso de los hogares. Guatemala presenta índices de pobreza elevados (57.3% de la población en 2024 estaba bajo línea de pobreza según el Banco Mundial), lo que condiciona fuertemente las decisiones de gasto de la mayoría. En contextos de bajos ingresos, la prioridad es atender necesidades básicas; solo conforme el ingreso excedente aumenta, los hogares pueden diversificar hacia bienes duraderos y servicios. En 2025, la relativa estabilidad macroeconómica –con inflación baja y crecimiento económico– ha permitido ligeras mejoras de ingreso real para algunos sectores, lo que habilita mayor consumo discrecional. Por ejemplo, la inflación controlada (1%–2%) evitó la erosión del poder adquisitivo, generando confianza para que la gente realice compras importantes (como electrodomésticos) sabiendo que sus ingresos no se diluirán en precios más altos. La creciente recepción de remesas es también un factor crítico de ingreso: hogares que reciben remesas suelen tener un nivel de gasto mucho mayor (y en distinta composición) que hogares de igual decil que no las reciben. Las remesas han proveído, por así decirlo, un “subsidio externo” que impulsa la demanda agregada.

La confianza del consumidor y sus expectativas sobre el futuro también juegan un rol. Durante 2025, con el ciclo económico favorable, los consumidores se han mostrado relativamente optimistas en sus decisiones de consumo. La expectativa de que la economía seguirá estable y creciendo (más las perspectivas de ingresos constantes vía remesas o empleo) hace que los hogares se animen a tomar créditos o usar ahorros para consumos de mayor plazo. En cambio, factores que mermen la confianza –como incertidumbre política o miedo a deportaciones de familiares migrantes– pueden inducir comportamientos de ahorro precautorio. De hecho, algunos analistas argumentan que cierto enfriamiento en segmentos de consumo masivo en 2025 se debe a que familias con liquidez adicional (por remesas) están ahorrando por precaución, ante el temor de posibles shocks (por ejemplo, retorno forzado de migrantes). Esto demuestra que no basta con tener ingreso; las percepciones y temores subjetivos también modulan cuánto del ingreso se gasta o se reserva.

Otro determinante estructural es la demografía. Guatemala es un país con población mayoritariamente joven (mediana de edad alrededor de los 24 años) y con una tasa de urbanización creciente. Los hogares jóvenes urbanos tienden a tener patrones de consumo diferentes a hogares rurales tradicionales. La urbanización implica acceso a más opciones de mercado (tiendas, restaurantes, centros comerciales) y exposición a tendencias globales, por ende, crea aspiraciones de consumo más sofisticadas. Al mismo tiempo, el cambio en la estructura familiar –familias nucleares más pequeñas en áreas urbanas vs. familias extendidas numerosas en áreas rurales– influye el tipo de bienes consumidos. Por ejemplo, familias urbanas con ambos cónyuges trabajando dan más peso a servicios como guarderías, comida para llevar, etc., en tanto familias rurales extensas consumen más en granos básicos al por mayor y menos en servicios individualizados.

La educación y la exposición mediática son otro factor determinante. A medida que la población accede a más educación formal, se amplia su “horizonte de consumo” – es decir, aspira a bienes y servicios de mayor valor agregado y entiende mejor las ofertas del mercado. Asimismo, la omnipresencia de medios (televisión, pero sobre todo internet y redes sociales) ha homogenizado en parte las aspiraciones de consumo: las personas conocen las marcas globales, las modas tecnológicas y las experiencias que se consideran deseables. Como resultado, aún alguien de ingreso modesto puede priorizar comprar un smartphone de cierta marca porque lo ve como símbolo de estatus y conexión al mundo, por sobre gastar ese dinero en otras necesidades. Las empresas lo saben y, por tanto, invierten en publicidad emocional para influir en esas aspiraciones. Un dato: Kantar señala que 70% de la predisposición hacia una marca se construye por la publicidad y presencia de marca, subrayando el poder de los medios en la formación de preferencias.

Por supuesto, la disponibilidad de crédito al consumo es un factor habilitador del gasto. En los últimos años, la bancarización y la oferta de créditos personales/tarjetas se ha ampliado en Guatemala. Tarjetas de crédito de bancos y almacenes se han vuelto comunes en la clase media, permitiendo financiar compras grandes en cuotas. Cuando el crédito fluye fácilmente, se adelanta consumo futuro al presente, incrementando las ventas de bienes durables especialmente. En 2025, con tasas de interés relativamente estables y banca líquida, el crédito al consumo ha seguido creciendo. Sin embargo, este acceso ha sido desigual: principalmente ha alcanzado a trabajadores formales y población urbana. Gran parte de la población informal no tiene acceso a estos instrumentos, y su consumo se circunscribe a su ingreso corriente.

Finalmente, un factor coyuntural a mencionar es la política gubernamental y las transferencias públicas. Si bien Guatemala tiene un Estado pequeño en términos de gasto social, programas como Bono Social (transferencias condicionadas) o subsidios temporales (por ejemplo, subsidios a combustibles, bolsa de alimentos) también impactan el consumo de los beneficiarios, al liberar parte de su ingreso para otros gastos. En 2025 no hubo programas expansivos nuevos, pero el gasto social se mantuvo, contribuyendo modestamente a la demanda en comunidades pobres.

En resumen, los determinantes del consumo en Guatemala combinan factores duros –ingreso, remesas, precios/inflación, disponibilidad de crédito– con factores blandos –confianza, aspiraciones, demografía–. La estabilidad macroeconómica actual (bajos precios y crecimiento) ha creado un entorno propicio para que los determinantes positivos (ingreso, crédito, confianza) impulsen el consumo. No obstante, la economía guatemalteca sigue vulnerable a choques que pueden alterar estos fundamentos: una recesión en EE.UU. que merme remesas, un evento político interno que genere incertidumbre, o un desastre natural. Por eso es crucial diversificar la base de sustentación del consumo –fortaleciendo el empleo y salarios locales– para que el bienestar de las familias no dependa en demasía de factores exógenos.

Perspectivas y Conclusiones

Perspectivas de Crecimiento Económico

Las perspectivas de crecimiento económico para Guatemala en el corto y mediano plazo (2025–2027) se mantienen favorables y relativamente robustas, apoyadas en los sólidos fundamentos macroeconómicos del país y en dinámicas estructurales que han demostrado resiliencia. Diversas fuentes institucionales coinciden en que Guatemala continuará creciendo a una tasa superior al 3.5% anual, posicionándolo de manera destacada en el contexto centroamericano y latinoamericano.

El FMI, en su evaluación 2025, proyecta que el crecimiento real del PIB se mantendrá en 3.8% ese año y luego rondará el 3.5% en 2026–27 debido a vientos externos en contra, para repuntar hacia el 4% posteriormente con mayores inversiones en infraestructura y reformas en curso. Por su parte, el Banco Mundial en su panorama estima un crecimiento de 3.5% en 2025 y similar en 2026, citando que el dinamismo de remesas y crédito sostendrá la actividad, aunque limitado por menor demanda de exportaciones. La Junta Monetaria local, optimista por indicadores recientes, ha planteado una proyección central de 4% para 2025, lo que implicaría una leve aceleración sobre 2024.

Estos pronósticos convergen en señalar que Guatemala seguirá creciendo por encima del promedio regional (que se estima cercano a 2%–3%). Los pilares de este crecimiento proyectado incluyen:

  • El consumo privado continuará siendo el motor principal, impulsado por las remesas familiares estables o crecientes y por una mejora paulatina en el ingreso laboral doméstico. Mientras los flujos de remesas se mantengan elevados (y no se materialicen riesgos de caída abrupta en 2026, según se discutió en el anexo), el consumo contará con un piso fuerte. Además, la inflación baja preserva el poder de compra, lo que es un incentivo para sostener el gasto de los hogares.
  • La inversión privada muestra señales de fortalecimiento. La confianza macroeconómica (baja inflación, finanzas sanas) y un ambiente de negocios relativamente estable (Guatemala ha evitado crisis políticas graves recientemente) incentivan a empresarios nacionales a expandir capacidad. Asimismo, las oportunidades de integración regional y nearshoring podrían atraer mayor inversión extranjera directa en manufactura y servicios. Por ejemplo, las zonas francas guatemaltecas podrían ver nuevos proyectos manufactureros orientados al mercado de EE.UU. si se concretan intenciones de empresas de diversificar sus cadenas de suministro. La clave será mejoras en clima de inversión: seguridad jurídica, infraestructura y mano de obra calificada.
  • Las exportaciones tienen potencial de continuar creciendo moderadamente. Sectores donde Guatemala ha desarrollado ventajas competitivas (alimentos y bebidas procesados, vestuario y textiles, BPO, agricultura especializada) aún pueden ampliar su cuota de mercado, sobre todo si logran diversificar destinos. Ya en 2024 las exportaciones guatemaltecas fueron resilientes pese a conflictos comerciales globales. Hacia adelante, la diversificación hacia mercados asiáticos y fortalecer presencia en Centroamérica y México son estrategias en curso. Un riesgo es la demanda mundial –si economías grandes se ralentizan, podrían arrastrar las exportaciones guatemaltecas– pero las proyecciones mundiales base no prevén recesiones profundas.
  • El gasto público se mantendrá como un factor de apoyo en el corto plazo. El gobierno ha indicado que busca mantener la inversión en infraestructura y programas sociales, aunque sin ampliar drásticamente el déficit. Esto significa que la política fiscal continuará siendo ligeramente expansiva y pro-crecimiento en 2025–2026, dentro de márgenes responsables.

En el horizonte de riesgos, las perspectivas reconocen varios externos: una desaceleración económica global mayor a la prevista (por ejemplo, si EE.UU. entra en recesión en 2024–25, afectaría remesas y exportaciones), una posible disminución del boom de remesas (como advierten expertos para 2026, donde incluso se menciona que el “boom llegaría a su fin” y el país debe prepararse), y los choques climáticos cada vez más frecuentes (tormentas, sequías) que podrían impactar la agricultura y la infraestructura. A nivel interno, un factor a observar es la transición política: con un nuevo gobierno que asumió en enero 2024 (presidente Bernardo Arévalo), cualquier alteración en políticas económicas clave o eventuales conflictos políticos podrían influir la confianza de inversionistas y consumidores. Sin embargo, hasta ahora el nuevo gobierno ha manifestado intenciones de mantener disciplina macro y promover inversiones, lo que de cumplirse consolidaría las perspectivas positivas.

En resumen, el escenario base es de crecimiento sostenido y estable para Guatemala en los próximos años, con tasas que, si bien no espectaculares, son considerables en la región. Esto posiciona al país con oportunidad de seguir reduciendo pobreza gradualmente y avanzando en desarrollo, siempre y cuando se aproveche este entorno para impulsar las reformas e inversiones necesarias. Como dijo el FMI, la economía está bien posicionada para enfrentar shocks y mantener momentum, pero sostener un crecimiento sostenible e inclusivo requerirá reformas determinadas en áreas de gobernanza, gasto público y clima de negocios.

Desafíos Estructurales

A pesar del panorama macroeconómico favorable, Guatemala enfrenta desafíos estructurales de larga data que podrían limitar su potencial de crecimiento y la mejora de los niveles de vida si no se abordan con efectividad. Entre los principales desafíos destacan:

  • Baja productividad laboral y estancamiento de la competitividad: La productividad por trabajador en Guatemala ha crecido muy lentamente en las últimas décadas y se encuentra rezagada frente a países más avanzados de la región. Muchos sectores, especialmente la agricultura tradicional y servicios de baja calificación, tienen productividad marginal. Esto se relaciona con inversión insuficiente en capital físico y humano. Por ejemplo, la educación promedio de la fuerza laboral es de apenas 6 años aprobados, lo que limita la adopción de tecnologías y procesos más eficientes. Sin un salto en productividad, será difícil crecer a tasas más altas de manera sostenida o lograr aumentos salariales reales significativos.
  • Alta informalidad económica: Como ya se indicó, alrededor del 80% de la ocupación es informal, y una gran porción de empresas también opera en la informalidad. Esto no solo merma la recaudación fiscal (eje de otro desafío) sino que mantiene a millones de trabajadores sin protección social ni acceso a financiamiento formal, atrapados en un círculo de baja productividad. La informalidad es un fenómeno multidimensional atado a deficiencias institucionales, regulatorias y educativas. Reducirla requiere facilitar la formalización (simplificar trámites, adecuar normas laborales a las MIPYME, etc.) y mejorar la productividad para que la formalidad sea viable económicamente.
  • Infraestructura insuficiente: Guatemala ha subinvertido históricamente en infraestructura tanto física (carreteras, puertos, energía) como digital. Esto crea cuellos de botella para la actividad económica. Ejemplos concretos: la red vial presenta deterioro y limitada cobertura, encareciendo el transporte de mercancías desde zonas productivas; la penetración de energía eléctrica aunque alta a nivel nacional (alrededor del 90%), tiene deficiencias de calidad y cortes en áreas rurales; la infraestructura de puertos y fronteras aduaneras necesita modernización para agilizar el comercio. En el ámbito digital, si bien se ha avanzado en conectividad móvil, aún hay brecha de acceso a banda ancha de calidad en muchos municipios. Estas carencias restan competitividad al país y profundizan las disparidades regionales (el desarrollo se concentra donde sí hay infraestructura decente).
  • Capital humano y sistema educativo débil: Guatemala exhibe pobres indicadores educativos: alta deserción escolar en nivel secundario, calidad deficiente (como evidencian pruebas de rendimiento), baja cobertura en educación preescolar y superior. Solo alrededor del 22% de los jóvenes accede a educación universitaria, y aún menos a formación técnica de calidad. Este déficit en capital humano limita la capacidad de los guatemaltecos de participar en empleos de mayor productividad y dificulta la atracción de industrias sofisticadas que requieran mano de obra calificada. Además, persisten problemas de desnutrición crónica infantil (cercana al 50%), lo que afecta el desarrollo cognitivo y educativo futuro de casi la mitad de la población emergente, perpetuando un círculo vicioso de pobreza y baja productividad.
  • Institucionalidad y gobernanza: Aunque Guatemala ha tenido estabilidad macro notoria, en términos de eficacia gubernamental e institucionalidad enfrenta retos. La capacidad del Estado para implementar políticas públicas efectivas es limitada por burocracia, corrupción y clientelismo. Áreas como recaudación fiscal (SAT ha mejorado algo, pero aún hay considerable evasión y contrabando), administración de justicia (clima de legalidad, protección de inversiones), seguridad ciudadana, y provisión de servicios básicos (salud, educación) requieren fortalecimiento. La incertidumbre o lentitud burocrática en permisos, registros, cumplimiento de contratos, etc., es un elemento que puede ahuyentar inversiones. Asimismo, la corrupción ha minado la confianza en algunas instituciones públicas, lo cual afecta el clima de negocios y la cohesión social.
  • Desigualdad socioeconómica: Guatemala tiene una de las mayores brechas de desigualdad en América Latina. Grandes segmentos de población (indígenas, rurales) se encuentran marginados económica y socialmente. Esto no solo es un desafío ético, sino económico: implica un enorme potencial de talento y demanda interna no aprovechados plenamente. Por ejemplo, la baja participación laboral femenina (solo 33% de tasa de actividad) en parte por roles de género tradicionales y falta de oportunidades, significa que el país está operando por debajo de su capacidad productiva. Atacar la desigualdad vía inclusión financiera, educativa y laboral de estos grupos marginados podría liberar un motor de crecimiento importante.

En resumen, Guatemala arrastra debilidades estructurales significativas que, si no se corrigen, ponen techo a su desarrollo. El FMI advierte que para lograr un crecimiento sostenible e inclusivo se requiere implementar reformas estructurales y mejoras de gobernanza con determinación. Esto incluye mayor inversión en capital humano, fortalecimiento institucional contra la corrupción (ejemplo, nuevas leyes de contratación pública, protección de denunciantes, como señaló el directorio del FMI), reforma fiscal para garantizar recursos, y políticas activas para formalizar y elevar productividad. Si el país logra avanzar en estos frentes durante los próximos años, podría acelerar su crecimiento potencial más allá del 4% actual y, lo que es más importante, traducirlo en mejorías tangibles en el bienestar de la población mayoritaria.

Oportunidades de Desarrollo

A pesar de los desafíos descritos, Guatemala también cuenta con importantes oportunidades de desarrollo que, de ser aprovechadas estratégicamente, podrían impulsar al país hacia un sendero de crecimiento más acelerado e inclusivo en los próximos años. Algunas de estas oportunidades clave son:

  • Ubicación geográfica estratégica y nearshoring: Guatemala se sitúa en el corazón del continente americano, con acceso tanto al océano Pacífico como al Atlántico (Caribe) a través de sus puertos, y a pocos días por vía marítima del mayor mercado mundial, EE.UU. Esta ubicación es un activo sumamente valioso en la era post-pandemia, donde muchas empresas buscan acercar sus cadenas de suministro (nearshoring) para reducir riesgos. Guatemala puede posicionarse como un centro de manufactura y logística regional, aprovechando tratados comerciales existentes (CAFTA-DR, Acuerdos con México y la UE). De hecho, ya se han visto señales de interés: por ejemplo, la industria de vestuario y textiles ha captado nuevas inversiones debido a la reconfiguración de cadenas globales. Asimismo, el país tiene frontera terrestre con México, lo que lo convierte en puente natural hacia Norteamérica. Potenciando infraestructura (carreteras, aduanas eficientes) y facilitando negocios, Guatemala podría atraer plantas de ensamble, centros de distribución e incluso industrias ligeras que quieran atender desde aquí a todo Centroamérica y Norte de Suramérica.
  • Transformación digital y economía del conocimiento: La creciente conectividad y la masa crítica de talento joven brindan la oportunidad de desarrollar nuevos sectores basados en tecnología y servicios digitales. Guatemala tiene un incipiente pero vibrante ecosistema startup, con emprendimientos en fintech, e-commerce, desarrollo de software y servicios creativos. Con apoyo correcto (fondos semilla, incubadoras, marcos legales favorables), el país podría convertirse en un polo de servicios tecnológicos en la región. Ya existen empresas guatemaltecas exportando desarrollo de software y BPO especializado. La localización y huso horario son ideales para proveer servicios en tiempo real a EE.UU. y América Latina. Invertir en la formación de talento STEM (ciencia, tecnología, ingeniería, matemáticas) y en inglés es crucial para aprovechar esta ventana. La economía digital además tiene bajas barreras de entrada y permite la inclusión de emprendedores de diversos orígenes.
  • Potencial agrícola y agroindustrial aún por desarrollar: Si bien la agricultura tradicional es de baja productividad, Guatemala posee ventajas naturales (tierras fértiles, climas variados) para diversificar y subir en la cadena de valor. Oportunidades emergentes incluyen: agricultura orgánica para mercados premium (café especial, cacao fino, vegetales orgánicos), agroturismo combinando turismo rural con producción local, y mayor industrialización de productos agrícolas (procesar localmente en vez de exportar materia prima). También hay margen para expandir cultivos con alta demanda global: por ejemplo, el aguacate hass (Guatemala tiene condiciones ideales en ciertas regiones y el mercado mundial crece). El sector forestal es otro área: reforestación comercial con especies maderables valiosas puede ser rentable y sostenible. Con asistencia técnica y financiera adecuada, pequeños productores podrían integrarse a cadenas de valor de exportación, elevando sus ingresos.
  • Turismo sostenible y cultural: Guatemala es rica en patrimonio natural y cultural: desde la civilización maya con sitios impresionantes (Tikal, El Mirador) hasta su cultura viva indígena, volcanes, lagos, bosques nubosos y una biodiversidad notable. Estas características le dan ventaja comparativa en un turismo global que valora cada vez más experiencias auténticas y sostenibles. Iniciativas como la Ruta Maya (integrando varios países) o destinos emergentes (como el desarrollo del parque arqueológico Mirador-Calakmul, donde Guatemala impulsa el proyecto Cuatro Balam) ofrecen la posibilidad de atraer mayor flujo turístico. El ecoturismo comunitario también ha mostrado éxito en algunas áreas (por ejemplo, turismo de observación de aves en Verapaces, manejo comunitario de la Reserva Maya). Invirtiendo en infraestructura turística, capacitación y promoción internacional, Guatemala podría duplicar el aporte del turismo a su economía en el mediano plazo, generando empleos locales y descentralizando el desarrollo hacia áreas rurales de atractivo.
  • Integración económica regional centroamericana: Si bien el mercado centroamericano es pequeño comparado con otros, la profundización de la integración (uniendo mercados de 50+ millones de habitantes) crea oportunidades de escala. Guatemala ha sido proponente de la Unión Aduanera con Honduras y El Salvador, simplificando el comercio intrarregional. Una integración más amplia (armonizar regulaciones, facilitar circulación de personas y capital) permitiría a empresas guatemaltecas expandirse en la región y también atraer IED que use a Centroamérica como plataforma. Por ejemplo, la industria guatemalteca de alimentos y bebidas ya exporta fuertemente a países vecinos; con menos barreras podría ampliarse aún más. Además, la cooperación regional en infraestructura (corredores logísticos mesoamericanos) beneficiaría a Guatemala como hub. En términos financieros, una región más integrada podría significar más inversión regional conjunta (bancos centroamericanos fortalecidos, mercados de valores integrados). Ser un actor líder en Centroamérica posiciona a Guatemala para beneficiarse desproporcionadamente de los logros de esa integración.

En resumen, Guatemala tiene as bajo la manga que puede jugar: su posición geográfica para logística y manufactura cerca de EE.UU.; su capital humano joven para la economía digital; sus recursos naturales y culturales para agroindustria y turismo; y su pertenencia a una región que, unida, es más atractiva para inversiones. Aprovechar estas oportunidades requerirá visión estratégica, políticas adecuadas y continuidad en la estabilidad macro y apertura comercial. Pero de materializarse, podrían significar un punto de inflexión para llevar al país a un nivel de desarrollo más alto, con crecimiento más rápido y oportunidades más incluyentes para su población.

Sostenibilidad Ambiental y Económica

La sostenibilidad, tanto ambiental como económica, se ha convertido en un eje ineludible al hablar del futuro desarrollo de Guatemala. Si bien en el pasado crecimiento económico y protección ambiental se veían por separado, hoy es claro que no habrá progreso a largo plazo sin sostenibilidad en ambos frentes. Guatemala enfrenta desafíos ambientales considerables que pueden frenar su economía si no se abordan, pero a la vez tiene un importante potencial para un desarrollo más verde y resiliente.

Uno de los principales retos es el cambio climático y sus efectos. Guatemala es altamente vulnerable a eventos climáticos extremos –está entre los 10 países más vulnerables del mundo a tormentas y riesgos climáticos según algunos índices. Fenómenos como huracanes, inundaciones repentinas, deslizamientos y sequías periódicas (especialmente en el “corredor seco” del oriente) causan pérdidas multimillonarias y recurrentes en agricultura, infraestructura y vivienda. Por ejemplo, las tormentas Eta e Iota en 2020 devastaron regiones enteras del norte, y en 2023-2024 El Niño provocó sequías que dañaron cultivos básicos en más de 100 municipios. Adaptarse a esta realidad climática es crucial: implica fortalecer sistemas de alerta temprana, reubicar o proteger infraestructura crítica en zonas de riesgo, fomentar prácticas agrícolas resilientes (variedades tolerantes a sequía, diversificación de cultivos) e implementar seguros paramétricos para agricultores. La iniciativa de agricultura climáticamente inteligente que se menciona en planes del MAGA es un paso en esa dirección.

La degradación de recursos naturales es otra preocupación. Guatemala tiene uno de los índices de deforestación más altos de la región; bosques valiosos (como en Petén o Verapaces) sufren tala ilegal, expansión agrícola y ganadera. Esto no solo amenaza biodiversidad única, sino que afecta cuencas hídricas y contribuye a emisiones de carbono. La contaminación de fuentes de agua por desechos industriales y urbanos también es un problema creciente –ríos como el Motagua arrastran toneladas de basura plástica al Caribe, generando tensiones incluso con países vecinos (Honduras). Abordar estas cuestiones requiere fortalecer la gobernanza ambiental: aplicar leyes existentes, crear incentivos para la conservación (por ejemplo, extender programas de pago por servicios ambientales a comunidades que protegen bosques) y promover una conciencia ambiental en ciudadanía y sector privado.

Por el lado energético, Guatemala tiene una oportunidad significativa en energías renovables. Actualmente, cerca del 70% de la generación eléctrica proviene de fuentes renovables (principalmente hidroeléctricas, seguido de geotermia, biomasa y algo de eólica/solar). Aún así, existe potencial no explotado: ríos medianos para hidroeléctricas pequeñas, un gran recurso geotérmico en su cadena volcánica, y abundante sol durante todo el año que podría alimentar plantas solares. La transición global hacia energía limpia le presenta la ocasión de atraer financiamiento verde y reducir costos energéticos a mediano plazo. De hecho, invertir en energía solar y eólica a mayor escala no solo reduciría emisiones sino que podría generar excedentes exportables de electricidad hacia Centroamérica y México. Eso sí, es importante planificar con criterios ambientales para evitar impactos negativos (por ejemplo, hidroeléctricas con mínimo impacto social y ecológico).

El modelo de desarrollo urbano es otro aspecto que tocar para la sostenibilidad. Ciudades como la capital sufren congestionamiento vehicular (afectando productividad y calidad del aire) y expansión desordenada. Planes de transporte público masivo y ordenamiento territorial son necesarios para hacer las urbes más habitables y eficientes. Asimismo, se deben incorporar criterios de construcción sostenible (por ejemplo, edificaciones amigables con el medio ambiente, manejo de desechos sólidos responsable, etc.). Algunas iniciativas incipientes, como la línea de transporte urbano eléctrico implementada en la Ciudad de Guatemala, van en esa dirección.

En cuanto al nexo economía-ambiente, surge la oportunidad de nuevos sectores verdes: ecoturismo, agricultura orgánica, biocomercio (productos forestales no maderables sustentables, por ejemplo), industrias de reciclaje y economía circular, etc. Guatemala podría explotar mercados de bonos de carbono –por conservación forestal– o de productos “verdes” con certificaciones para exportación, capitalizando su riqueza natural. Por ejemplo, la reserva de la biosfera Maya en Petén manejada por comunidades ha sido un modelo exitoso de explotación sostenible de madera y chicle, reduciendo deforestación y generando ingresos.

Por último, la sostenibilidad económica en términos fiscales y sociales no debe olvidarse. Un crecimiento sostenible implica mantener finanzas públicas sanas (Guatemala lo ha hecho relativamente, con deuda baja), pero también significa invertir hoy en educación, salud y protección social para evitar “hipotecas sociales” futuras. Igualmente, diversificar la economía es vital para no depender excesivamente de unas pocas fuentes (remesas, un puñado de commodities). Desarrollar capacidades en manufactura avanzada o servicios globales podría hacer la economía más resiliente ante choques externos en el largo plazo.

En síntesis, Guatemala se encuentra en una encrucijada donde debe integrar la agenda de sostenibilidad en su estrategia de desarrollo. Esto no es opcional: los costos de la inacción frente al cambio climático y la degradación ambiental pueden revertir muchos avances. Pero si se hace bien, la transición hacia un modelo más verde puede convertirse en una ventaja comparativa, atrayendo inversiones, generando empleo (por ejemplo, en reforestación, energías renovables) y asegurando recursos para futuras generaciones. Lograr ese equilibrio entre crecimiento y cuidado del ambiente será clave para que el desarrollo económico sea duradero y no pan para hoy y hambre para mañana.

Recomendaciones de Política Económica

Basado en el análisis precedente de la situación económica actual de Guatemala y las perspectivas futuras, se pueden delinear una serie de recomendaciones de política económica y medidas estratégicas. Estas buscan consolidar los logros obtenidos –estabilidad macro y crecimiento sostenido– al tiempo que abordan los desafíos estructurales pendientes, con el objetivo de impulsar un desarrollo más acelerado, inclusivo y sostenible.

1. Fortalecimiento Fiscal y Reformas Tributarias:
Es imperativo ampliar la base tributaria y mejorar la eficiencia recaudatoria para dotar al Estado de recursos que financien el desarrollo. Guatemala debe emprender una reforma tributaria integral que cierre espacios de evasión y elusión (por ejemplo, revisando exoneraciones y privilegios fiscales injustificados). Al mismo tiempo, se debe simplificar el cumplimiento para pequeños contribuyentes y empresas (facilitando su formalización). La modernización tecnológica de la SAT y la persecución penal de grandes evasores aumentarían la credibilidad del sistema. Con mayores ingresos, el gobierno podrá invertir en infraestructura, educación y salud. Sin embargo, el aumento de recaudación debe ir acompañado de austeridad y eficiencia en el gasto: es necesario reorientar el presupuesto hacia inversión productiva y gasto social de alto impacto, reduciendo gastos superfluos y corrupción. La mejora en la ejecución del gasto público –por medio de planificación, transparencia y capacidad institucional– es crucial. El FMI sugiere retornar a déficits de aprox. 2% del PIB a mediano plazo, lo cual requerirá controlar el gasto corriente y elevar ingresos simultáneamente.

2. Política Monetaria y Financiera Prudente e Inclusiva:
El Banco de Guatemala debe mantener su enfoque en la estabilidad de precios, que tan buenos resultados ha dado en 2025. Ante la previsión de inflaciones bajas, podría considerar reducciones adicionales moderadas de la tasa líder si la actividad económica lo necesitase, comunicándolo claramente para anclar expectativas. Es importante fortalecer el mecanismo de transmisión de la política monetaria: desarrollar más el mercado de capitales y de deuda interna para que los movimientos de tasa se reflejen mejor en las tasas al prestatario. Adicionalmente, se recomienda continuar la estrategia de acumular reservas internacionales precautoriamente mientras haya flujos abundantes (remesas, capitales), pero también evaluar esquemas que permitan mayor flexibilidad cambiaria ordenada en caso de choques. En el sector financiero, urge profundizar la inclusión financiera: apoyar plataformas fintech, bancos móviles y cooperativas para que ofrezcan crédito y servicios a poblaciones no atendidas (zonas rurales, jóvenes, microempresas). A la vez, se debe regular e incentivar a las instituciones financieras para canalizar crédito hacia PYMEs (posiblemente con garantías estatales parciales) y sectores estratégicos, manteniendo siempre la estabilidad del sistema (Guatemala tiene un sistema bancario sólido, que hay que vigilar ante eventuales riesgos globales). La agenda regulatoria pendiente, como la aprobación de la Ley de Bancos actualizada, la Ley de e-Money y el robustecimiento de la supervisión a fintechs, debe impulsarse para fortalecer el marco financiero.

3. Impulso al Desarrollo Productivo y Competitividad:
Se requieren políticas activas para elevar la productividad y competitividad de sectores clave. Esto incluye fomentar la innovación tecnológica en empresas –por ejemplo, mediante incentivos fiscales o fondos de cofinanciamiento para adopción de tecnologías en PYMEs–. La creación de clústeres sectoriales (agrupaciones de empresas relacionadas geográficamente) podría potenciar encadenamientos: por ejemplo, un clúster agrícola-agroindustrial en ciertas regiones (unir productores, procesadores y exportadores) o un clúster de BPO y software en la capital (unir empresas tecnológicas con universidades). Asimismo, es crucial mejorar la calidad de estándares de producción para acceder a mercados exigentes: organismos de certificación, laboratorios de prueba, asistencia para certificaciones internacionales (ISO, orgánicas, etc.). En sectores tradicionales como la agricultura, se puede diversificar promoviendo cultivos de alto valor con apoyo técnico; en manufactura, identificar nichos de exportación especializados (por ej., dispositivos médicos, componentes automotrices ligeros) y atraer inversiones en esos rubros aprovechando el nearshoring. Las Agencias de promoción de inversiones y exportaciones deben ser reforzadas para facilitar la llegada de empresas extranjeras que transfieran tecnología y para ayudar a empresas locales a conquistar nuevos mercados.

4. Diversificación Económica y Valor Agregado:
Guatemala debería reducir su dependencia de unos cuantos productos tradicionales y remesas, transitando hacia una economía más diversificada. Para ello, el gobierno puede implementar políticas industriales ligeras que identifiquen oportunidades donde el país tenga ventaja latente (por recurso natural o capital humano disponible) y proporcionar apoyos temporales para despegar. Por ejemplo, apoyar con financiamiento y capacitación la industria de servicios digitales, o la producción local de insumos que actualmente se importan (substitución competitiva). La agregación de valor en cadenas existentes es clave: en lugar de exportar materia prima, incentivar a que se procese localmente. Un caso sería la cadena del café: promover la exportación de café tostado y marca guatemalteca, no solo verde; o la cadena textil: avanzar de maquila a marca propia regional. Para fomentar esto, se puede apoyar la propiedad intelectual (marcas, diseños) y facilitar alianzas con extranjeros (ej. joint ventures). La promoción de exportaciones debe diversificar destinos: aprovechar mejor el acuerdo con la Unión Europea, explorar mercados asiáticos (Guatemala podría firmar acuerdos con Corea o otros), sin dejar de consolidar Centroamérica y EE.UU. como mercados base.

5. Desarrollo del Capital Humano y Mercado Laboral Inclusivo:
La inversión en gente es la más rentable a largo plazo. Se debe priorizar en el presupuesto nacional la educación, particularmente la primaria y secundaria de calidad, y la expansión de la formación técnica. Programas como becas por mérito y ampliación de la educación dual (empresas formando aprendices) pueden mejorar la pertinencia de las habilidades laborales. Dado el rezago educativo actual, es vital también implementar programas de capacitación y reentrenamiento para la población adulta joven que ya está en el mercado laboral, dotándolos de habilidades digitales y técnicas demandadas. Paralelamente, la política laboral debe buscar un balance que facilite la creación de empleo formal. Podría considerarse cierta modernización del código de trabajo para nuevas modalidades (teletrabajo, trabajo por hora formal) siempre que se mantengan protecciones básicas. También sería conveniente reforzar la inspección laboral para asegurar cumplimiento de salario mínimo y condiciones dignas, a la vez que se reduce la carga burocrática a empleadores cumplidos. Por otro lado, se necesitan políticas focalizadas para aumentar la participación laboral femenina: guarderías públicas o subsidios, horarios flexibles, y atacar la discriminación de género en contrataciones. El empoderamiento económico de la mujer tendría efectos positivos en consumo y desarrollo social. En general, la meta debe ser crear un mercado laboral más inclusivo y productivo: eso implica tanto dar oportunidades a jóvenes, mujeres y grupos vulnerables, como elevar la productividad mediante más educación y salud (recordando que un trabajador bien nutrido y sano es más productivo; invertir en reducir la desnutrición infantil hoy es esencial para la fuerza laboral de mañana).

6. Fortalecimiento Institucional y Estado de Derecho:
Si bien no es una medida económica en sí misma, tener instituciones sólidas es un prerrequisito para todo lo anterior. Guatemala debería retomar esfuerzos de lucha contra la corrupción y transparencia para mejorar la confianza en el país. Esto incluye digitalizar trámites (menos contacto humano, menos coima), hacer uso intensivo de gobierno electrónico, proteger y motivar a denunciantes de corrupción, y castigar actos corruptos ejemplarmente. Un área clave es la contratación pública: implementar la Ley de Compras y Contrataciones nueva, con licitaciones transparentes y uso de sistemas electrónicos, ahorraría recursos y mejoraría la infraestructura. En materia de seguridad y justicia, se debe dotar de recursos y capacitación a la policía y sistema judicial para garantizar el estado de derecho. Inversionistas nacionales y extranjeros necesitan certeza jurídica; reformas para agilizar procesos mercantiles y resolver disputas contractuales serían bienvenidas. Asimismo, seguir reduciendo la criminalidad (extorsiones, etc.) es indispensable para un ambiente propicio de negocios. Como se vio, la extorsión es un costo enorme para muchas empresas de alimentos y otras, que termina encareciendo precios; combatirla eficazmente mejorará productividad y atraerá inversión.

En resumen, las políticas económicas recomendadas para Guatemala se centran en sostener la estabilidad lograda, pero complementándola con reformas estructurales que sienten las bases de un crecimiento más alto e incluyente. La coordinación entre la política fiscal, monetaria y estructural es fundamental: por ejemplo, si se logra recaudación adicional, debe invertirse correctamente en capital humano e infraestructura para elevar la productividad, lo que a su vez expandirá la base tributaria en el futuro, creando un círculo virtuoso. Con decisiones acertadas, Guatemala puede aprovechar esta coyuntura favorable para dar un salto en su desarrollo, pasando de solo mantener estabilidad a realmente converger con economías de mayor ingreso en las próximas décadas.

Conclusiones Finales

El análisis de la economía guatemalteca a agosto de 2025 revela un panorama caracterizado por estabilidad macroeconómica y crecimiento sostenido, cimentado en fundamentos sólidos aunque aún limitado por desafíos estructurales de larga data. Guatemala ha demostrado en los últimos años una notable resiliencia frente a choques externos –como la pandemia y turbulencias internacionales–, manteniendo trayectorias de crecimiento económico por encima del promedio regional. Esto le ha permitido mejorar paulatinamente varios indicadores de bienestar, si bien persisten brechas importantes en pobreza, desigualdad y productividad.

En el frente macroeconómico, los indicadores principales exhiben un desempeño favorable. La inflación se encuentra bajo control, marcadamente baja en 2025 (1.2% interanual en agosto) lo que refleja la credibilidad de la política monetaria y brinda alivio a los consumidores en términos de costo de vida. El crecimiento económico real se proyecta alrededor de un saludable 4% para 2025, apoyado en el dinamismo del consumo interno y flujos récord de remesas. Las cuentas externas se mantienen estables, con remesas que compensan ampliamente los déficits comerciales y reservas internacionales en niveles históricos que afianzan la confianza. Las finanzas públicas, aunque con retos de ingreso, muestran deuda baja y déficit manejable, proporcionando margen de maniobra fiscal. En síntesis, la estabilidad de precios, la sostenibilidad fiscal y la solvencia externa forman un trípode macroeconómico sólido sobre el cual construir.

El análisis microeconómico refleja una economía en proceso de diversificación gradual. Los sectores tradicionales –agricultura, manufactura ligera– mantienen su importancia y han sabido adaptarse en parte (por ejemplo, la maquila textil beneficiándose de nuevos patrones de comercio global). Al mismo tiempo, emergen con mayor fuerza sectores de servicios modernos como telecomunicaciones, servicios financieros digitalizados, turismo renovado y outsourcing empresarial, que están impulsando la economía hacia actividades de mayor valor agregado. El mercado laboral muestra signos de dinamismo selectivo: aumentan empleos en sectores como tecnología, servicios y manufactura formal, mientras persiste la informalidad alta en agricultura y comercio tradicional. Esto revela la dualidad de la economía guatemalteca: una parte integrada y competitiva globalmente, y otra rezagada en modos de producción tradicionales. Las pequeñas y medianas empresas siguen siendo el corazón del empleo, enfrentando tanto oportunidades (digitalización, nuevos mercados) como obstáculos (crédito escaso, informalidad) que se deben atender para potenciar su contribución.

Por el lado de los comportamientos de consumo, se observa una sociedad en transición. Para amplios segmentos, la prioridad sigue siendo la satisfacción de necesidades básicas –alimentación, vivienda, transporte– dado el bajo nivel de ingresos medios. Sin embargo, poco a poco se incorporan patrones propios de una economía emergente: mayores gastos en educación privada, salud y telecomunicaciones, adopción de comercio electrónico y servicios digitales, y preferencias de consumo influenciadas por tendencias globales difundidas en redes sociales. Las remesas han jugado un papel protagónico aquí, al proveer liquidez a hogares que la canalizan tanto a consumo esencial como a mejorar su calidad de vida (electrodomésticos, mejor vivienda). A la vez, se detectan nuevas dinámicas de precaución en el consumo –por ejemplo, cierto ahorro precautorio ante temores de deportaciones masivas que afecten remesas, como se exploró en el anexo–, lo que demuestra la sensibilidad de la demanda interna a factores externos y psicológicos. En conjunto, el consumo privado se mantiene robusto, pero con matices interesantes: conviven una suerte de «prosperidad» en bienes durables y servicios para algunos, con señales de cautela y estancamiento en categorías de consumo masivo para otros.

Mirando hacia el futuro, las perspectivas económicas de Guatemala son ampliamente favorables en términos de crecimiento, pero con el entendimiento de que la agenda pendiente definirá si ese crecimiento se acelera y distribuye equitativamente. La base macroeconómica sólida brinda una oportunidad única –un «espacio para respirar»– para acometer las reformas estructurales necesarias sin crisis apremiantes. Las oportunidades de desarrollo, como la inserción en cadenas de valor por nearshoring, la transformación digital y el turismo sostenible, están allí para ser aprovechadas. Sin embargo, convertir el potencial en realidad requerirá decisiones de política consistentes y mejora continua de la capacidad institucional. El principal desafío consiste en traducir la estabilidad macroeconómica actual en mejoras sostenidas en productividad, empleo de calidad y reducción de desigualdades.

En otras palabras, Guatemala debe dar el salto de simplemente crecer a desarrollarse. Esto implica no conformarse con incrementos del PIB moderados, sino perseguir un crecimiento inclusivo que llegue a todos los sectores de la sociedad y todas las regiones del país. Para ello, es imprescindible un enfoque integral de políticas: mantener la prudencia macro, sí, pero complementarla con inversión estratégica en su gente (educación, nutrición, salud), con fortalecimiento del estado de derecho y combate a la corrupción, con creación de entornos propicios para los negocios y la innovación, y con protección de sus recursos naturales. Solo combinando estabilidad con transformación estructural se podrá elevar el crecimiento potencial y repartir mejor sus frutos.

En conclusión, la economía guatemalteca en 2025 muestra logros significativos que deben reconocerse: estabilidad, crecimiento sostenido, bajos precios, y resiliencia ante choques. Esto sienta las bases para un futuro promisorio. No obstante, existen deberes pendientes –productividad, informalidad, capital humano, institucionalidad– que serán el factor diferenciador de aquí en adelante. Guatemala cuenta con las condiciones para continuar su trayectoria ascendente en lo económico y social, pero alcanzar su pleno potencial dependerá de la voluntad y acción colectiva para enfrentar sus retos estructurales de frente. Si así lo hace, el país estará encaminado a un desarrollo más alto, inclusivo y sostenible, honrando las aspiraciones de prosperidad y bienestar de sus más de 18 millones de habitantes.

Nota metodológica: Este informe se basó en información disponible hasta finales de agosto e inicios de septiembre de 2025, incluyendo datos oficiales del Banco de Guatemala, reportes del FMI (como la Consulta del Artículo IV de 2025), proyecciones del Banco Mundial, así como análisis de fuentes especializadas (por ejemplo, Kantar Worldpanel para patrones de consumo, informes sectoriales de prensa económica). Se citan referencias clave para respaldar cifras y afirmaciones. Las proyecciones y perspectivas presentadas están sujetas a la evolución de condiciones económicas nacionales e internacionales, las cuales pueden cambiar con el tiempo. En particular, se hizo énfasis en contrastar la estabilidad macro con algunas señales microeconómicas diferenciadas (como la desaceleración selectiva en la industria de alimentos y bebidas, abordada en el anexo), con el fin de brindar un análisis completo y matizado del estado actual de la economía de Guatemala.


Anexo: Desaceleración en la Industria de Alimentos y Bebidas en Guatemala – Agosto 2025

Introducción:
Aunque el análisis principal del informe destaca un panorama macroeconómico estable y un crecimiento sostenido del PIB impulsado en buena medida por el consumo privado, existe una dinámica contrastante en sectores específicos. En particular, la industria de alimentos y bebidas –tradicionalmente un sector robusto en Guatemala– muestra señales de desaceleración en 2025, con una reducción en el consumo de ciertos productos básicos y procesados a pesar de la bonanza de remesas que eleva la liquidez de los hogares. Esta aparente paradoja ha despertado la atención de analistas y empresarios: los hogares tendrían más ingresos, pero estarían gastando menos en consumo masivo, sugiriendo un mayor ahorro precautorio. Un factor que se postula es el temor a deportaciones masivas de familiares migrantes en EE.UU., lo que estaría induciendo a los hogares a ser más cautelosos en sus compras. Esto a su vez impacta el cumplimiento de presupuestos de ventas de varias compañías de alimentos y bebidas, generando presiones a la baja en toda la cadena de suministro de este sector.

Este anexo explora esta situación con base en datos recientes de consumo, encuestas empresariales e información de seguridad alimentaria, para entender las causas y posibles consecuencias de esta «recesión selectiva» dentro de una economía que por lo demás luce dinámica.

Desaceleración en el Consumo y el Sector de Alimentos y Bebidas:
Durante el primer bimestre de 2025, se registró una contracción significativa en la canasta de consumo masivo en Guatemala, reflejada en una disminución del 6.1% en el valor de las facturas de compra respecto al mismo periodo del año anterior. Este dato, proveniente de un estudio de Kantar presentado en el evento Kantar Talks 2025, evidencia un cambio tangible en el comportamiento del consumidor guatemalteco. La contracción fue más pronunciada en el nivel socioeconómico medio-bajo, que redujo su gasto en un 8.9%, sugiriendo que los hogares con ingresos limitados están comprando con más cautela bajo presión económica. En términos prácticos, estos consumidores siguen priorizando sus necesidades esenciales (alimentos básicos) pero reducen el volumen general de compras, quizás eliminando «gustitos» o productos no indispensables de su canasta.

Esta tendencia se enmarca en un fenómeno regional: en Centroamérica el consumo masivo se desacelera en 2025. Un reporte de Kantar Worldpanel indica que el primer trimestre de 2025 presentó un panorama mixto, donde el valor de la canasta de consumo masivo en la región cayó 1.5%, aunque el volumen creció en 1.5%. Esto sugiere que los consumidores están buscando ahorro y eficiencia, comprando más productos en promoción o presentaciones más pequeñas y baratas. Dentro de ese contexto, Guatemala destaca mostrando un enfriamiento particular en categorías clave como alimentos. De hecho, aunque se proyectaba inicialmente un crecimiento de +4.4% en el consumo de alimentos en 2025, indicadores recientes señalan señales de estancamiento en este rubro, lo que ha generado preocupación en la industria.

La industria de alimentos y bebidas enfrenta además desafíos adicionales que la han golpeado este año. Un problema grave reportado ha sido el aumento de las extorsiones a empresas del sector. Según una encuesta de la Cámara Guatemalteca de Alimentos y Bebidas (CGAB), más del 40% de las empresas de alimentos y bebidas han sido víctimas de extorsión, pagando algunas hasta Q500 mil al año en estos ilícitos. Este flagelo, perpetrado principalmente por maras y pandillas, eleva los costos operativos de las compañías –no solo por el dinero pagado, sino por la necesidad de invertir en seguridad privada y seguros de vida para repartidores que entran a zonas rojas–. Las empresas han indicado que trasladan en parte esos costos al precio final de los productos. Así, la extorsión no solo afecta los márgenes empresariales, sino que puede estar contribuyendo a mantener precios altos de ciertos alimentos procesados, lo que a su vez reduce la demanda.

La Feria Alimentaria 2025, realizada en septiembre, buscó inyectar dinamismo al sector mediante innovación y negocios. En su 29ª edición, la feria proyectó superar US$25 millones en transacciones comerciales, con la participación de más de 135 empresas nacionales e internacionales. Incluso se mencionó que las expectativas preliminares apuntaban a alcanzar US$32 millones en negocios cerrados durante el evento. Esto demuestra que hay un esfuerzo concertado por reactivar y modernizar el sector, con enfoque en nuevos productos, técnicas y conexiones comerciales. Sin embargo, la realidad reportada por varias empresas alimenticias es que no están cumpliendo sus presupuestos de ventas en el mercado interno este año. La reducción de la demanda se evidencia en indicadores como la caída del ticket promedio de compra ya mencionada, así como en disminuciones de volumen en subcategorías específicas. De acuerdo con datos internos de empresas (no siempre publicados abiertamente por razones competitivas), se habrían observado caídas en la venta de bebidas no alcohólicas (como gaseosas), de algunos alimentos procesados (snacks, cereales) y de comidas preparadas, comparado con las metas que tenían para 2025. Esto concuerda con la idea de que los consumidores están recortando gastos «extra» y enfocando su presupuesto en lo más esencial y rendidor.

Desde el punto de vista de la seguridad alimentaria poblacional, los datos muestran una leve mejoría en 2025, pero aún con niveles preocupantes de carencia. La proyección de la Clasificación Integrada de Fases (CIF) para el período septiembre 2025 – enero 2026 estima que 2.6 millones de guatemaltecos estarán en inseguridad alimentaria aguda (Fase 3 «Crisis» o peor), lo que si bien representa una reducción del 4.7% respecto al mismo período un año atrás, sigue siendo un número muy alto. Esta disminución se atribuye a factores estacionales (cosecha de primera mejorando disponibilidad de alimentos, empleo temporal en zafra de café/caña, precios estables de granos básicos). No obstante, entre mayo y agosto de 2025, se estimó que 3.4 millones de personas tenían brechas en el consumo de alimentos (incapaces de cubrir sus requerimientos calóricos) en 11 departamentos del país. Esto indica que, pese a mejores ingresos por remesas y estabilidad de precios, aún hay amplios sectores que no logran consumir lo suficiente –sea por pobreza extrema, pérdidas de cosecha o prácticas de ahorro forzado–. Contribuye a esta situación el alto costo de la canasta básica: en agosto 2025, el costo de la canasta básica alimentaria superó los Q3,700 mensuales para un hogar promedio, manteniéndose en niveles elevados que limitan su acceso para familias de bajos ingresos. Este entorno de precios altos de alimentos y brechas de consumo puede crear la percepción en estas poblaciones de estar viviendo una especie de «recesión», aun cuando macroeconómicamente el país crece.

Impacto de las Remesas y el Ahorro Precautorio por Temor a Deportaciones:
Paradójicamente, la ralentización del consumo en alimentos y bebidas ocurre en un contexto donde las remesas familiares están en máximos históricos, lo que normalmente impulsaría las ventas. De enero a agosto de 2025 ingresaron US$16,861 millones en remesas, un 19.5% más que en el mismo lapso de 2024. Proyecciones actualizadas sugieren que el año podría cerrar con US$24,521 millones en remesas –superando holgadamente lo previsto inicialmente–. Sin embargo, este flujo récord no se está traduciendo en un aumento proporcional del consumo de alimentos y productos masivos. Analistas atribuyen este comportamiento a un patrón de ahorro precautorio motivado por la incertidumbre migratoria. Ante anuncios de políticas más estrictas en EE.UU. (como la intención de reactivar deportaciones masivas de migrantes indocumentados, incluido menores no acompañados), muchos migrantes guatemaltecos han optado por enviar porciones aún mayores de sus ahorros a sus familias en Guatemala de forma preventiva. El razonamiento es proteger ese dinero en caso de ser deportados repentinamente o de perder acceso a sus cuentas en EE.UU. Al mismo tiempo, los receptores en Guatemala parecen no estar gastando la totalidad del dinero extra recibido; en cambio, estarían guardando una parte importante como ahorro de contingencia ante la posibilidad de que su familiar migrante regrese repentinamente sin empleo. Este fenómeno, denominado por un economista local como el “efecto Trump”, se basa en el clima de miedo que persiste en comunidades migrantes debido a la retórica anti-inmigrante –incluso con migrantes moviéndose a ciudades «santuario» o a Canadá buscando mayor estabilidad–.

Indicadores indirectos sustentan esta hipótesis. Por ejemplo, aunque en agosto 2025 ingresaron US$2,368 millones en remesas (+19.5% interanual), el consumo masivo no subió en igual magnitud. Además, se ha observado un incremento en depósitos de ahorro en áreas receptoras de remesas, lo que sugiere que los hogares están atesorando parte del dinero. También los envíos mensuales de remesas muestran aumentos atípicos en meses previos a posibles cambios de política: en agosto 2024 vs agosto 2025 hubo un salto de +17%, lo cual algunos interpretan como migrantes enviando todo lo posible antes de la eventual implementación en 2026 de un nuevo impuesto de 1% a las remesas en efectivo que ha sido propuesto en EE.UU. (en el marco de financiamiento de seguridad fronteriza).

Por otra parte, el factor psicológico del temor a deportación ha impactado decisiones microeconómicas. Familias que antes gastaban libremente la remesa en consumo, ahora destinan una mayor fracción a mejorar sus casas (inversión) o simplemente lo guardan «bajo el colchón» o en cuentas locales a la espera de cómo evolucione la situación migratoria. Es decir, ha aumentado la propensión al ahorro en detrimento de la propensión al consumo en ciertos segmentos. Esta tendencia precavida se mantendría mientras persista la incertidumbre sobre la suerte de los migrantes en EE.UU. –recordemos que para 2025 se proyecta un pico de deportaciones a Centroamérica, superando las 200,000 personas, lo que de concretarse podría mermar los flujos futuros de remesas y justifica la precaución actual de las familias–.

Conclusiones y Vinculación con el Informe Principal:
La desaceleración en la industria de alimentos y bebidas que se describe en este anexo contrasta con la narrativa general de estabilidad y crecimiento expuesta en el informe principal. Esto subraya la importancia de analizar la economía a diferentes niveles: macro vs. micro, y de reconocer heterogeneidades sectoriales. Mientras el consumo privado agregado sigue siendo un pilar del PIB en crecimiento, a nivel sectorial se evidencia una “recesión selectiva” en consumo masivo, motivada por factores exógenos (temor migratorio) y endógenos (precios altos, extorsiones).

Esta situación tiene implicaciones: empresas de alimentos y bebidas están viéndose obligadas a ajustar a la baja sus proyecciones, recortar costos e innovar para estimular ventas (por ejemplo, lanzando presentaciones más pequeñas y económicas, intensificando promociones). De no revertirse la tendencia, podría afectar la cadena productiva agroindustrial, reduciendo compras a proveedores agrícolas y eventualmente empleo en plantas y distribución. Además, un menor consumo de alimentos procesados y bebidas repercute en la recaudación fiscal vía IVA y otros impuestos, aunque ese efecto hasta ahora no parece significativo dada la compensación por mayor importación de otros bienes durables.

Desde una perspectiva de bienestar, el hecho de que hogares de bajos ingresos estén reduciendo su consumo masivo incluso con más ingresos disponibles sugiere que persiste la vulnerabilidad y la incertidumbre. Es un llamado a las autoridades a monitorear de cerca la seguridad alimentaria y estar preparadas con redes de protección en caso de que la situación migratoria externa genere un choque repentino en la economía de los hogares.

Finalmente, para vincular con recomendaciones de política, es evidente que se deben intensificar esfuerzos en monitorear las políticas migratorias de EE.UU. y su impacto económico doméstico, diversificar la economía para depender menos de remesas y promover la inclusión financiera para que esos ahorros precautorios que ahora se quedan inmovilizados puedan canalizarse hacia inversión productiva (por ejemplo, a través de cooperativas de ahorro y crédito que los conviertan en préstamos locales). Asimismo, en el ámbito interno, combatir las extorsiones con eficacia es fundamental para aliviar al sector productivo de alimentos, reduciendo costos que hoy empujan al alza precios finales y deprimen la demanda. Programas de apoyo a PYMEs alimentarias para reforzar su seguridad y logística podrían mitigar parte del impacto de la criminalidad y permitir precios más asequibles.

En conclusión, este anexo complementa el análisis macro del informe principal al arrojar luz sobre vulnerabilidades microeconómicas dentro del panorama general positivo. Ilustra cómo, incluso en un entorno de crecimiento, ciertos sectores y poblaciones pueden experimentar dificultades o comportamientos atípicos (como mayor ahorro y menor consumo) debido a factores de incertidumbre. Reconocer y atender estas dinámicas es crucial para sostener el dinamismo del consumo interno que, como se indicó en el informe principal, es uno de los motores fundamentales del crecimiento económico de Guatemala.

Nota metodológica: Este anexo se basa en datos disponibles hasta septiembre de 2025, incluyendo informes de Kantar Worldpanel sobre consumo masivo, reportes periodísticos (Prensa Libre, etc.) sobre la industria alimentaria y extorsiones, estadísticas del Banco de Guatemala sobre remesas, proyecciones del FMI y Banco Mundial, y análisis de seguridad alimentaria de la CIF/Sesan. Las tendencias descritas están sujetas a la evolución de las condiciones migratorias internacionales y las respuestas de política económica local en los próximos meses.

Fuentes de consulta

  • Banco de Guatemala (BANGUAT). (2025). Indicadores Económicos a agosto y septiembre 2025. Reportes oficiales de inflación, remesas, reservas internacionales y política monetaria. Disponible en: https://www.banguat.gob.gt
  • Fondo Monetario Internacional (FMI). (2025). World Economic Outlook Update: July 2025. Proyecciones de crecimiento económico y análisis regional para América Latina y Centroamérica. Disponible en: https://www.imf.org
  • Banco Mundial (BM). (2025). Global Economic Prospects: June 2025. Estimaciones del PIB nominal y real de Guatemala, y comparaciones regionales. Disponible en: https://www.worldbank.org
  • Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL – Naciones Unidas). (2025). Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe, 2024-2025. Análisis de desempeño macroeconómico y comercio exterior. Disponible en: https://www.cepal.org
  • Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria (CIF/IPC). (2025). Reporte sobre inseguridad alimentaria aguda en Guatemala: septiembre 2025–enero 2026. Disponible en: https://www.ipcinfo.org
  • Kantar Centroamérica. (2025). Reporte de consumo masivo Guatemala 2025. Indicadores de consumo de hogares y tendencias en la industria de alimentos y bebidas.
  • Prensa Libre. (2025, agosto–septiembre). Cobertura de coyuntura económica, inflación, empleo y remesas. Disponible en: https://www.prensalibre.com

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